Ayer martes estuve en la librería Iberoamericana de la calle Huertas 40, en Madrid, para asistir a una lectura del poeta chileno Raúl Zurita. La cita era a las 7,30 de la tarde. Llegué andando (ahora puedo hacerlo, a través del Retiro) unos 5 minutos antes de la hora y aún no había casi nadie en la librería. Mientras hojeaba los libros de Zurita y me acercaba a la caja para pagar Cuadernos de Guerra, un numeroso grupo (numeroso en relación al tamaño de la librería) irrumpió en el local y, actuando con rapidez, tuve tiempo para hacerme con una silla; si bien en primera fila, quedándome a un escaso metro del sitio que minutos más tarde iba a ocupar el poeta.
Ésta es la cadena de casualidades que me habían hecho conocer la figura de Zurita: hace unos años, los libros de Roberto Bolaño me llevaron a interesarme por la poesía chilena. Me sorprendió mucho saber, a través de un foro donde se conversaba sobre Bolaño y otros autores relacionados, que los poemas que el nazi Carlos Weider de Estrella distante dibujaba con una avioneta en el cielo de Santiago de Chile tras el golpe militar, una imagen tan sugestiva como delirante, una imagen que pensaba que sólo podía ser inventada, tenía un correlato en la realidad en la obra del poeta Raúl Zurita. La relación existe en el acto poético: Raúl Zurita, como Carlos Weider, también escribió versos en el aire, en este caso sobre el cielo de Nueva York y no sobre el de Santiago de Chile; por supuesto, Zurita no es un nazi, sino que fue un miembro del partido comunista chileno, encarcelado y torturado tras el golpe militar. En las páginas 88-89 de Entre paréntesis, escribe Bolaño: “Zurita crea una obra magnífica, que descuella entre los de su generación y que marca un punto de no retorno con la poética de la generación precedente”.
Igual que había pensado al empezar a leer a Bolaño que poetas como Jorge Teillier o Enrique Lihn eran inventados, y después salí de mi error a través de interesantes lecturas, también me llamó la atención la obra de Zurita, pero no había leído, hasta ahora, más que poemas sueltos en Internet. Ayer acabé comprando la edición de Amargord de Cuadernos de guerra, que contiene los libros de poemas Los países muertos, In Memoriam y Las ciudades de agua, y la reedición por Visor del libro de 1979 Purgatorio.
El día antes de la lectura busqué más información sobre Zurita en Internet y así leí que además de escribir versos en el aire, ser torturado por los golpistas chilenos, escribir en el desierto versos para ser leídos desde el aire, también llevó a cabo actos de performance poética sobre su propio cuerpo, llegando a la autolexión, a arrojarse amoniaco a los ojos o a quemarse la mejilla con un hierro al rojo (wikipedia). Y todo esto, la verdad es que para mí no tendría demasiada importancia si los poemas no sostuvieran al personaje; pero leo los poemas y lo sostienen de sobra, dándole en este caso un aura loca o trasgresora que me atrae. Además Zurita, por si necesita de validaciones oficiales, fue premio nacional de poesía en Chile.
Y entra Raúl Zurita en la librería Iberoamericana de Huertas, con su barba blanca y una mirada alegre con un trasfondo de tristeza. Pienso que aparenta más años de los 60 que tiene en realidad. Sonríe al público, que, como dirán los organizadores, es el más numeroso de los actos que han tenido lugar en su local; unas 40 personas, en sillas, juntos a los anaqueles de los libros, en las escaleras… y yo sentado en una primera fila, constituida únicamente por mi silla, a un metro del poeta.
Habla Padilla, el librero, para agradecer la presencia de los presentadores, el público, el poeta…, habla Juan Soros, el editor de Amargord, para agradecer la presencia de etc… y hablar de la colección de poesía Transatlántica en la que se incluyen los libros de Zurita.
Empieza a hablar Niall Binns, poeta, crítico y profesor de universidad, especializado en poesía hispanoamericana de origen inglés. Yo leí algunos poetas suyos en la antología de la editorial DVD Feroces (recuerdo uno de unos cepillos de dientes que me gustó bastante), y tengo en casa su edición de Huerga & Fierro de los poemas de Jorge Teillier. Binns hace una introducción general de la poesía de Zurita, leyendo unos folios que le contextualizan dentro de una tradición.
Después toma la palabra el poeta Andrés Fisher y comenta los libros de Zurita que esta noche se presentan, Cuadernos de guerra y Purgatorio.
Mientras Binns y Fisher hablan, observo a Zurita, que hace oscilar su mirada entre el público, sus presentadores y los títulos de los libros del anaquel que le queda al lado (narrativa hispanoamericana). Cuando toma la palabra se emociona para decir que oyendo a sus presentadores le gustaría parecerse a la persona que dibujan. Parece que va a ponerse a llorar, agacha la cabeza, se recompone, toma el libro Cuaderno de guerra y empieza a leer. Las marcas de sus mejillas quemadas brillan a un escaso metro de mis ojos. Nos envuelve la dicción clara de unos poemas poderosos, unos poemas con playas y desiertos, tortura y resistencia.
Cuando finaliza se abre un turno de preguntas. Una mujer con acento hispanoamericano (casi todo el público era hispanoamericano, con varios acentos mezclados) le pide a Zurita que, si no está muy cansado, lea, por favor otro poema, y él lo hace. Sólo tres horas ha aterrizado del vuelo desde Santiago, poco después tiene otra presentación en Madrid. Un chico chileno le pregunta por una frase de una entrevista, en la que Zurita afirmaba que la lengua española era eminentemente religiosa, independientemente de cómo se declarase el hablante. Zurita ironiza sobre sus palabras, pero cita versos de diferentes poetas donde esa idea se ve latente. También dice el poeta que la poesía española le parece que es demasiado correcta.
Nadie pregunta. Ante el silencio, lo hago yo. Me interesa saber qué poetas chilenos le gustan más, y él cita a Neruda y Pablo de Rokha. Yo digo: '¿Y Teillier, le gusta? Él me contesta que le respeta, pero que no es de los que más le gustan. También nombra al argentino Borges, como ejemplo de poeta cerebral, frente a los poetas más subjetivos, en los que parece englobarse a sí mismo.
En realidad me he quedado dentro con la pregunta más importante: ¿qué le parece que Bolaño use la idea de su poesía aérea en Estrella distante? No puedo resistirme, y se lo pregunto, con algún circunloquio de por medio, cuando me está firmando sus libros. Zurita sonríe, me dice que sí, que sabe que Bolaño (de quien no le gusta su poesía, pero cuya prosa le parece que tiene mucha fuerza) se basó en él para esa imagen, y busca un poema de Cuaderno de guerra. En la página 133 me muestra estos versos: 'Cuando surgiendo de las marejadas se vieron de nuevo / los estadios del país ocupado y sobre ellos al hepático / Bolaño escribiendo con aviones la estrella distante de / dios que no estuvo de un dios que no quiso / de un dios que no dijo (…)'.
Por cierto, a través de las palabras de Binns descubrí otra curiosidad sobre la obra de Bolaño: el personaje del cura y crítico de literatura Sebastián Urrutia Lacroix, narrador de Nocturno de Chile (otro personaje que yo pensaba que no podía ser más que inventado) está basado en la figura real de José Miguel Ibáñez Langlois, sacerdote del Opus Dei, poeta, teólogo y crítico literario (wikipedia), conocido por su seudónimo Ignacio Valente. Éste fue uno de los primeros valedores de la obra de Zurita, como dice Binns.
Y, tras hojear los libros de Mario Levrero que aún no he leído (había uno de unas 80 páginas, editado en Uruguay en una tirada de 1.000 ejemplares, al paralizante precio de 33 euros), salí a la calle en busca de un autobús; y aunque, como diría Robert Walter, ya era tarde y todo estaba oscuro, me encontraba ligero y lleno de energía.
LOS COMENTARIOS (2)
publicado el 07 noviembre a las 17:32
creo que no sale bien: la "p" y la "l" van separados por guión bajo.
publicado el 04 noviembre a las 16:55
Saludos, me interesa hacer contacto con usted para más información sobre actividades culturales. Mi tel en PR es (787)675-0570 Juan Domínguez/conocido artisticamente en el Instituto de Cultura como "El Trigo Del Verso Negro"