Esta semana Cecy nos propone desde su blog "Deshojando Relatos" la siguiente convocatoria juevera con el tema de Encuentros. Ver detalles aquí.
Tenía que ir al Hospital Mimas, en el centro de la ciudad, con el fin de visitar a la paciente de la unidad 713.
Abrí la puerta y allí estaba ella, completamente en coma, llena de tubos. Hacía al menos dos décadas que no la veía, supuse que no me reconocería porque en ese tiempo mi cabello rebelde fue abandonándome hasta dejarme con una tonsura muy notable. La panza me había crecido y ahora camino bastante encorvado, además, llevo barba.
La persona que estaba allí en la unidad de atención médica no parecía estar consciente, tan solo se escuchaba una serie de pitidos de los aparatos médicos y su respiración amplificada por un pulmón artificial. Verla en ese estado me confundió.
De joven yo la había amado, pero era inexperto e irresponsable, con la mente en otro planeta.
Claro, ella también había cambiado; para ser sincero, no la reconocí, también me pareció estar frente a una extraña.
El ambiente era tan precario y triste que por un instante sentí que se me aguaban los ojos. Como no le vi mayor sentido a estar allí, dejé un ramo de girasoles encima de una de las mesitas auxiliares de la habitación y, cuando ya me retiraba, me tropecé con dos personas que entraban a la habitación, ambas completamente desconocidas para mí:
Un hombre más o menos cuarentón, acompañado de una muchacha rubia, muy joven, quizás de unos 20 años, que me recordó a mis hermanas cuando ellas eran de esa misma edad.
¿Sería este el tipejo por el cual ella me abandonó y esa chica era la hija que nunca conocí?
-Buenas tardes, caballero, soy el Doctor Ishii -dijo el hombre.
-Y yo soy Zaida -replicó tímidamente la chica.
-Disculpen, ¿es usted Zaida, la famosa clavicembalista?
-Efectivamente, así es -respondió el caballero-. ¿Y usted es...?
-Oh, perdón por mis modales, vine a visitar a la paciente de la 713.
-Debe ser un error entonces -indicó la muchacha.
-Esta es la Unidad 731 -explicó el hombre.
Me puse lívido, me disculpé lo mejor que pude, agarré de nuevo las flores y salí lo más pronto que pude de aquella siniestra habitación.