Revista Religión
Leer: Rut 2:11-20 | Diego, joven y entusiasta, estaba guiando por primera vez la alabanza en una congregación grande. Luisa, una mujer que asistía a la iglesia desde hacía mucho, quiso alentarlo, pero pensó que sería demasiado difícil llegar al frente antes de que el muchacho se marchara.
Sin embargo, se las ingenió para abrirse paso entre la multitud. Cuando llegó, le dijo: «Aprecio tu entusiasmo en la alabanza. ¡Sigue sirviendo al Señor!».
Mientras se iba, Luisa se encontró con Sabrina, a quien no había visto en meses. Después de una breve conversación, Sabrina la animó: «Gracias por lo que haces para el Señor. ¡Sigue sirviéndolo!». Como Luisa se había esforzado para ir a dar ánimo, se encontró en el lugar correcto para recibir una palabra inesperada de aliento.
Cuando Rut y su suegra Noemí se marcharon de Moab y regresaron a Israel, recibieron una bendición inesperada. Las dos eran viudas y no tenían a nadie que las ayudara, así que Rut fue a recoger espigas en un campo (Rut 2:2-3). El campo le pertenecía a Booz, un pariente lejano de Noemí. Rut llamó la atención de este hombre, y él suplió su necesidad; más tarde, se casó con ella (2:20; 4:13). Rut recibió una bendición porque estaba en el lugar correcto en el momento apropiado (2:11-23).
A veces, Dios usa encuentros no programados para conceder bendiciones inesperadas.
Cuando se trate de ayudar a otros, que nada te detenga.
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