Revista Cultura y Ocio
Los recuerdos del Pikap son innumerables. Desde los primeros días en Estambúl , Marcus había intentado contactar con alguien cercano y colega para no sentirse solo y descubrir los encantos de la ciudad. No fue posible hasta el tercer día en el que tras una llamada de la Embajada española de Ankara, le instaron a contactar con Mr. Willianson, un consejero americano que supuestamente iba a llevar el caso de algunos exiliados políticos turcos en los Estados Unidos y en el sur de España. Y así se dio, un martes de agosto con las calles prácticamente vacías de transeúntes, comercios cerrados y un ambiente de calma que más bien se asemejaba a la escena inicial de la película española “Abre los ojos” dirigida por el director español Alejandro Amenábar. El reloj marcaba las 11.30 y Marcus sentado en uno de los bancos que hay enfrente de la Mezquita del famoso barrio de Nisantasi, esperaba a Willianson quien le había comunicado y confirmado por whatssap la noche anterior el encuentro en el mismo lugar. (“I'll be there at eleven-thirty Mr. Marcus”-confirmó en su mensaje el gringo). La temperatura, sin bien no pasaba de los 28 grados, la humedad provocaba que la sensación de calor fuese todavía más que en otros lugares con más de 40 grados incluso. La mezquita, en continua reconstrucción, es reconocida en la ciudad por ser centro de culto de notables y célebres personajes de la alta sociedad estambulita. Años más tarde tuvo el honor de asistir al sepelio de eximios personajes de la política nacional turca. La calma y el silencio dotaba al espacio que circundaba al templo un mayor aire de sacralidad y espiritualidad. Pero, ¿quién sería este tipo con el que la Embajada me había puesto en contacto?, ¿El típico americano prepotente con ganas de hablar de geopolítica y estrategias?, o por el contrario ¿sería alguien solitario, como yo en estos momentos, quien agradeció aquel meeting y con el que pasaríamos una plácida tarde de verano bebiendo..no se que ?- Se preguntó Marcus, mientras miraba una y otra vez su reloj en el que la aguja grande sobrepasaba el numero 9. Al menos ya sabía que la puntualidad no era su fuerte, y realmente es algo que le molestaba enormemente. Se hizo la segunda llamada al Adhan, أَذَان, a lo que al español cristiano, católico y apostólico nombra como el rezo, con un enorme estruendo, y que invitaba al mayor de los respetos a eso de las doce menos cinco minutos, al tiempo que por el lateral derecho del rectangular parque adyacente aparecía el Señor Willianson. El hecho de su procedencia afroamericana añadió un toque más de curiosidad al asunto. Un hombre robusto, de entre 35-40 años, si bien no demasiado alto, de un metro setenta centímetros aproximadamente. Al estrechar su mano Marcus pensó que la habría perdido por un par de días al menos. El apretón fue de libro. Sin embargo, algo que llamó especialmente la atención de Marcus fue la manera de andar. Sí, la manera en la que andaba con los pies hacia afuera, y es que a principios de verano había estado en un curso de psicología en el que se mencionó la Teoría del ya fallecido psicólogo Werner Wolff. (Si se atenía a tal teoría, aquélla manera de caminar implicaba en palabras de Werner “buscar atención a cualquier precio, internamente inseguro, aunque intenta aparentar seguridad antes los demás, aburrido y servil). Su expresión en la cara , manteniendo una constante sonrisa que acentuaba los dientes blancos en contraste, obviamente, lo cual bien podía reflejar el hecho de que su estancia en estas tierras, no estaba siendo del todo malo. Al menos así lo parecía al principio. Tras saludarse, y con el justo y necesario protocolo comenzaron a caminar sin saber a dónde ir. En estos días, tras el periodo de Ramadán, los restaurantes y la mayoría de cafeterías o teterías suelen cerrar al menos los dos o tres primeros días. Podríamos compararlo guardando la distancia con la Navidad, en los días 25 y 1 de enero. Una llamada a su teléfono, les marcó el itinerario y despejó de cualquier duda, que suele pasar cuando quedas con alguien por vez primera, de que si vamos aquí o allá, si te apetece un café o algo más … ¡Vámonos al Pikap!.- dijo el Señor Willianson en un español con marcado acento americano de La Florida. El motivo de la repentina decisión fue la llamada de un colega suyo, el Coronel Selçuk. Y en lugar de encuentro fue como no podia ser otro aludiendo al titulo del episodio. El Pub Pikab. El Coronel esperaba sentado, cerca de una de las ventanas, con un brazo apoyado en la misma y con el otro agarrando una Bomonti Fıltresı de barril. Su saludo fue muy efusivo. Se conocían de años y eso se apreciaba. Selçuk era un hombre de más de 50 años, de extrema delgadez, de tez blanca y pelo cano. Ya, en su etapa de jubilación presentaba una leve cojera en su pierna derecha. Tenía un carácter amigable, como la mayoría de anfitriones del país al principio. Sus ojos llorosos indicaban que aquella cerveza Bomonti que bebía no era la primera, ni sería la última tampoco. -Welcome to Istanbul Mr. Marcus- saludó el Coronel con mirada telegráfica. -Hoş bulduk (en turco corresponde a la respuesta al bienvenido). La primera impresion de aquel lugar recordaba a los típicos bares de las películas de Vietnam. Ventiladores gigantes colgantes, mobiliario de madera con marcas de clientes, en un turco incomprensible en esos momentos para Marcus, pero que intuía que podrían ser de amor. Aquél ambiente y la melancólica música que rozaba lo dramático, y que supuraba por unos exiguos altavoces colocados en los córneres del salón, podrían tener conexión con aquellas marcas en las cuadradas y antiguas mesas de madera. Llamó la atención de Marcus, que la gran mayoría de clientes ocupaban una sola mesa, guardando una relativa distancia. Pensativos, melancólicos, llevados por los designios de las líricas a otros momentos, que sin lugar a duda le llenaban de felicidad. Años más tarde, Marcus se sintió parte del grupo. Desde aquella ventana también había añorado …