No creo que haya mejor forma de despedir uno de los mejores veranos de mi vida que con noches largas, días cortos, gente bonita (por fuera y por dentro) y ganas de apurar todos los minutos como si fueran los últimos. Dos días para que esto acabe, y dos días para que empiece el que según muchos va a ser el año más duro y difícil. Pero me niego a pensar que va a ser el peor. No pienso desaprovechar ni un minuto en lamentarme, en llorar. Será difícil pero la recompensa será la mejor de todas. Hacer lo que te gusta. Tal vez esté escribiendo esto para los días en los que el suicidio me parezca la única solución, pero sea como sea, está es mi lección del verano. Disfrutemos del momento, de cada una de las pequeñas cosas que nos regala la vida (que no son pocas) ya sea agosto o sea enero. Seamos la mejor versión de nosotros mismos. Demos lo mejor de cada uno de nosotros. Sólo así conseguiremos todo lo que nos propongamos.
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