Revista Opinión

“Energía: de la geopolítica de los mapas a la geopolítica de las ideas”, por Gonzalo Escribano

Publicado el 17 junio 2016 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

La geopolítica de la energía se encuentra inmersa en dos transiciones simultáneas que replican los cambios de poder horizontales y verticales establecidos hace años por Joseph Nye. En primer término, se aprecia un cambio de poder horizontal hacia nuevos actores, ya sea los nuevos productores de hidrocarburos (por ejemplo los recursos no convencionales estadounidenses), los productores de energías renovables, o los nuevos consumidores emergentes hacia los cuales se ha desplazado buena parte de la demanda mundial de energía. Se trata de los aspectos analizados por la geopolítica tradicional, centrada en la transferencia de poder energético de unos actores a otros, en la cual hay países ganadores y perdedores. Esta dimensión puede entenderse como “la geopolítica de los mapas”, en tanto el poder energético se proyecta en el ámbito geográfico y altera los equilibrios estratégicos entre naciones.

En segundo lugar, se observa un desplazamiento vertical desde ese poder energético tradicional, basado en los recursos materiales (reservas, producción, inversión, tamaño del mercado), hacia un poder energético blando basado en normas y vectores ideacionales, como la sostenibilidad, la lucha contra la pobreza energética o el buen gobierno de los recursos energéticos. Se entiende aquí ‘poder blando’ en el sentido de Nye, como aquel que ejercen los países mediante el ejemplo, proponiendo modelos energéticos atractivos para el resto del mundo por su contribución a la lucha contra el cambio climático o la degradación ambiental, el desarrollo sostenible o la justicia energética. Estos vectores post-materiales conforman una “geopolítica de las ideas” y tienen una capacidad de transformación de los equilibrios geopolíticos hasta ahora poco estudiada.

Ambos cambios son importantes porque los cambios estructurales de poder, tanto horizontal como vertical, tienden a intensificar la competencia nacionalista y los cálculos geopolíticos. De hecho, el poder blando puede tener consecuencias duras. Así, la transición horizontal que supone la emergencia de Estados Unidos como poder energético no convencional basado en el shale gas también supone una reorientación de los aspectos normativos del mercado mundial del gas, donde cada vez tienen más peso los planteamientos a favor del mercado, la flexibilidad y la competencia (por ejemplo regulación de la competencia imperfecta o el tránsito de contratos a largo plazo a contratos al contado). La competencia normativa se puede traducir en conflictos geopolíticos, como muestra la actual rivalidad entre Rusia y la Unión Europea a cuenta de Ucrania: su inclusión en la Unión Económica Euroasiática promovida por Rusia frente a la firma de un acuerdo de asociación con la Unión.

No obstante, la competencia normativa también puede promover una mejora de la gobernanza energética global, como ha ocurrido con la provisión de un estándar global de transparencia en la gestión de los recursos energéticos gracias a la competencia entre la Unión Europea, los Estados Unidos y la Iniciativa de Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI en sus siglas inglesas, un acuerdo multi-stakeholder respaldado por los gobiernos occidentales). Tal vez el caso más claro sea el resultado de la reciente COP21 de París, impulsada por vectores ideacionales pero con consecuencias materiales evidentes para el sector energético global.

En suma, la geopolítica de la energía en el siglo XXI no sólo debe atender a los recursos materiales, sino de manera creciente a las tendencias marcadas por una opinión pública cada vez más global e interconectada, entre la que las ideas circulan con mayor celeridad que los recursos. En un mundo cada vez más interpolar, la geopolítica de las ideas promete tener un papel creciente en moldear los mecanismos colectivos de gobernanza energética global. Más que una venganza de la geografía, como reivindicaba Kaplan, parece de aplicación el dictum atribuido a Victor Hugo: “Nada es tan poderoso como una idea a la que ha llegado su momento”. Si además con ella llegan tecnologías, normas e instituciones de gobernanza global, la geopolítica de las ideas puede marcar el futuro de la geopolítica de la energía en mayor medida que la geografía.


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