Zaida solo quiere lo mismo que muchos jóvenes adultos de su generación: un trabajo que le pague lo suficiente como para independizarse y alquilar un piso que no se caiga a pedazos, si puede ser. Todos sus amigos lo han hecho ya, aunque para eso han tenido que mudarse a la Gran Ciudad, y ella está cansada de ser la única que queda en casa, escuchando todo el día las quejas de sus padres. Por suerte para ella, la Gran Ciudad también le abre sus puertas y ha encontrado un trabajo decente y un piso pequeñito en el que empezar su vida de adulta. ¿Qué puede salir mal?
Estudio en pleno centro. Duplex amueblado, ideal para amantes de la vida sencilla. Hay techos bajos, cuidado con las personas altas. Suerte que tú no lo eres. Zona excelentemente comunicada, rodeada de comercios, restaurantes, supermercados, farmacia... A ti no te importa porque tu vida transcurre entre la casa y el trabajo. Ideal para estudiantes o personas que viven solas. Como tú. Recién reformado, nuevo y brillante. Y asfixiante. Asequible. Es lo único que te puedes permitir. Dime, Zaida, ¿vas a alquilarlo?
La vida de Zaida parece que comienza a mejorar cuando encuentra un trabajo en la Gran Ciudad y se muda al sofá de un amigo. Tiene prisa por encontrar su propio piso y parece que lo ha logrado cuando ve el anuncio de un estudio recién reformado, en una buena zona y que tiene todo lo que necesita. Aunque es algo pequeño para su gusto, y menos luminoso de lo que aseguraba la de la inmobiliaria, Zaida tiene prisa. ¿Qué importa si siempre huele a humo o si en realidad es un sótano? Sabe que no va a encontrar algo mejor y no duda en aceptarlo.
Empieza su nueva vida, llena de promesas de aventuras en la Gran Ciudad, de independencia, de fiestas con sus amigos y de oportunidades... O eso es lo que ella cree, porque la realidad es que, confinada en su zulito, Zaida vive en soledad: va de casa al trabajo y del trabajo a casa. Todo está demasiado lejos, sus amigos nunca tienen tiempo para quedar y ella siempre está cansada.
Quizá es por las pesadillas recurrentes que la asaltan nada más mudarse, o por el vecino sonámbulo que rasca su puerta las únicas noches en las que duerme sin soñar. Quizá sea el constante olor a sagato, a tostada requemada, a humo que se le pega a la piel. O quizá simplemente sea la añoranza de su hogar, de su familia y sus amigos, y simplemente necesite tiempo para adaptarse.
Sagato, la soledad más capitalista
Enerio Dima, conocida por otras obras del mismo género como o La última mujer de La Mancha (ambas publicadas con la Editorial Cerbero), nos plantea una historia de terror en la que no sabemos qué da más miedo: si las cosas sobrenaturales que comienzan a sucederle a Zaida o la desesperación y la soledad que vive la protagonista, fruto de un sistema capitalista que se come a la gente como si fueran palomitas. En esta novela corta, con reminiscencias a Silent Hill y toques de , nos metemos en la piel de Zaida de la manera más visceral posible mientras vive una experiencia terrorífica.
Algo está pasando en su nueva casa, algo que la afecta a ella y a su vecino, Juanan, con el que ha iniciado una reticente amistad. Porque Juanan lleva más tiempo que ella sufriendo la vida en el zulito, y sabe que algo no va bien, pero Zaida no quiere creerlo. Vemos a Zaida enfrentarse a pesadillas cada vez más realistas, a pérdidas de memoria y a recuerdos mezclados y desordenados, pero eso no es lo más aterrador.
Lo más aterrador de esta novela es la intensa soledad que desprende. Ese sentimiento de falta de pertenencia, de saberte sola en un lugar inhóspito y cruel donde no le importas a nada ni a nadie. Cuando tus amigos y tu familia están más lejos emocional que físicamente, y todo lo que eres capaz de hacer es levantarte de la cama para ir a trabajar y volverte a dormir, una y otra y otra vez, en un trabajo que no te satisface y en una casa que aún debes dar las gracias por poder permitirte.
Es un terror que todos los de nuestra generación hemos sentido y Dima lo plasma a la perfección en esta novela, que va mucho más allá de las posesiones sobrenaturales y el terror visceral de saber que hay en tu hogar, donde deberías sentirte más a salvo. Es una novela que va de lo terrorífico que es sentirse solo, saberse solo, en un lugar desconocido.
Claro, el otro grupo. La comida se le volvió amarga en la boca, contagiada por lo que sentía. El grupo que habían hecho sin ella porque era muy importante hablar de cosas que no tenían nada que ver con cómo le iba a ella. Por supuesto. Se preguntó si una amistad podía seguir considerándose tal cuando había perdido la confianza de meterse en el chat solo para escribir "he tenido un día de mierda y os necesito".
Maestría con los puntos de vista
abre con un capítulo en primera persona, una especie de prólogo contado desde el punto de vista del propietario del piso, para luego cambiar a una tercera persona siempre que vemos la vida de Zaida. No obstante, Dima juega al despiste con párrafos y frases sueltas en primera persona, escritas en minúscula y sin signos de puntuación, que al principio te hacen preguntarte si no serán una errata.
me dolía la cabeza algo estaba a punto de encajar pero no lo hacía y solo quería gritar porque el fuego el fuego se acercaba
Conforme avanzamos en la novela, estos cambios de punto de vista comienzan a encajar como las piezas de un puzle y, aunque la trama de no esté llena de grandes giros ni revelaciones sorprendentes, todo culmina en un clímax de lo más satisfactorio para los lectores. Debo recalcar que el final es uno de los finales más gratificantes que he leído en mucho tiempo, mucho más en una historia de terror, y que te deja, extrañamente, con una sonrisa en la cara.
Veredicto
Con un premio Ignotus en su haber por La última mujer de La Mancha y una trayectoria cada vez más notable en el terreno del terror, Dima nos ofrece con una de sus mejores novelas hasta la fecha, inspirada no solo en otros elementos culturales sino en sus propias vivencias en la Gran Ciudad y con temas que atañen a toda una generación.
Es cierto que no todo el mundo sabe escribir terror, pero Enerio Dima lo hace magistralmente y es una buena muestra de ello. Sabe mantener la expectación durante toda la novela y jugar con el miedo y el misterio para hacernos pasar un mal rato y un buen rato todo a la vez, algo muy difícil de conseguir, sin caer nunca en la casquería o la violencia gratuita para impactar al lector. Incluso si no eres fan del género, si buscas una novela que te enganche y no te suelte, tiene todo lo que necesitas. Desde luego, yo no suelo leer terror, pero Dima tiene algo especial a la hora de escribirlo que hace que merezca siempre la pena leerla.
"Foto: Midsommar, dir. Ari Aster"