Un artículo que he leído de otra compañera sobre la enfermedad mental, me ha recordado una conversación que escuché el otro día en el metro.
Se trataba de dos mujeres que hablaban de la situación laboral de sus hijos.
- Y tu hijo, ¿ha encontrado algún otro trabajo?- preguntaba una de ellas
- Sí, ha empezado a trabajar el mes pasado. ¿y el tuyo?
- De momento no. ¿Sabes lo difícil que es encontrar trabajo con su enfermedad? Yo ni me lo imaginaba. Estamos algo desanimados.
A lo largo de la conversación, me fui enterando de que el chico en cuestión tenía una discapacidad por una enfermedad mental. La madre se lamentaba de las dificultades con las que se encontraba su hijo simplemente por presentarse a un proceso de selección. Dificultades que se sumaban a la reticencia que personas de su vecindario mostraban con él desde que conocían su enfermedad.
Me llamó mucho la atención y no pude evitar seguir pensando en los obstáculos a los que ese chico tendría que hacer frente y no sólo para acceder a un empleo ajustado a sus capacidades sino para llevar una vida lo más normal posible.
La enfermedad mental es un gran estigma lo que supone un doble reto para quien la sufre: aprender a vivir con su enfermedad y hacer frente al rechazo social que esta genera.
Este rechazo, está generado por ideas preconcebidas que no suelen ajustarse a la realidad sobre lo que implica tener una enfermedad mental.
Por eso creo que no está de más recordar que:
- Las personas con enfermedad mental pueden recuperarse y participar en centros de empleo o en empleos protegidos si reciben la ayuda adecuada.
- El rechazo social y el miedo a las personas con enfermedad mental solo contribuye a aumentar su sufrimiento y el desconocimiento sobre su realidad.
- Una de cada cuatro personas padeceremos a lo largo de nuestra vida alguna enfermedad mental.
Yolanda P. Luna