Observar el funcionamiento de la naturaleza resulta fascinante. Ante cualquier obstáculo que se presenta ante su camino, reacciona de inmediato poniendo en marcha todo un proceso lento pero persistente, para recuperar el equilibrio perdido.
Sin embargo a las personas, esto de ir «lentos» y de ser «persistentes» no nos acaba de encajar. Sencillamente no estamos diseñados para ello, de ahí que seamos tan cortoplacistas e impulsivos
En este sentido, Walter Mischel afirma que la capacidad del autocontrol implica el desarrollo de dos tipos de autodisciplinas. Por un lado, la capacidad de mantener en nuestra mente dónde está la línea de llegada, mientras damos los pasos necesarios para cruzar la meta. Y por otro lado, la capacidad de controlar nuestro temperamento y la frustración que puede llegar a producirse en aquellas situaciones interpersonales tirantes, o bien ante los obstáculos que vayamos encontrando por el camino.
La efectividad personal está directamente relacionada con alcanzar resultados. Cuando somos capaces de desarrollar estas capacidades junto con la mejora de la resistencia hacia las tentaciones y recompensas inmediatas, los resultados acaban llegando. Además este proceso nos hace más conscientes del camino que hemos tenido que recorrer y del esfuerzo que nos ha permitido conseguir lo que deseábamos. Es decir, de cada resultado que conseguimos aprendemos algo nuevo, fortaleciendo además nuestro compromiso
Resistir las tentaciones no resulta nada fácil, ya que nuestro sistema caliente está excesivamente pendiente de lo que ocurre en el momento. Permanece constantemente inmerso en el presente más inmediato y pendiente de las recompensas instantáneas, descontando además aquellas que son demoradas. Este hecho hace que cuando nos dejamos llevar por el pensamiento caliente nuestro comportamiento habitual sea el de posponer las cosas, ya que como veremos, a nuestro cerebro le resulta mucho más atractivo «mañana» que «hoy». Esto se debe a lo que se conoce como descuento del futuro
David Laibson, profesor de economía de la Universidad de Harvard, desarrolló un modelo matemático que explica cómo funciona este descuento temporal respecto a las recompensas. Según afirma, «las personas difieren en el grado que reduce a la mitad el valor de la recompensa». Advierte además que para algunas personas este grado es aún mayor.
El modelo funciona de la siguiente forma. En primer lugar se asigna a la actividad en concreto que nos conducirá a un resultado a largo plazo, un valor que identifica el esfuerzo o las incomodidades que nos supondría el llevarla a cabo. Este valor será siempre negativo. En segundo lugar asignaremos el valor positivo que tendría para nosotros el beneficio a largo plazo de realizar dicha actividad de forma regular.
Veamos un ejemplo sencillo y además muy común. Imagina que queremos ponernos en forma y para ello queremos hacer ejercicio de forma regular. En primer lugar tendríamos que valorar qué beneficio a largo plazo obtendremos para nuestra salud. Y en segundo lugar valorar el esfuerzo o incomodidad que nos produciría salir hoy a hacer ejercicio, por ejemplo durante una hora.
Imaginemos que dichas valoraciones son +8 para el beneficio a largo plazo y -6 para el esfuerzo que nos supondría salir a entrenar hoy. Según el modelo de Laibson, el beneficio neto de salir a hacer ejercicio hoy para una persona en la que predomina el sistema caliente sería de -6 + ½(8) = -2. El beneficio a largo plazo se descuenta a la mitad debido al descuento del futuro del que hablaba anteriormente.
Sin embargo, hacer ejercicio mañana en lugar de hoy, ofrece un resultado bien distinto, concretamente ½(-6 + 8) = +1. En este caso el esfuerzo también se reduce a la mitad, ya que estamos posponiendo la actividad. ¿En qué situación obtenemos más beneficios aparentemente? Sin duda en hacer ejercicio mañana en lugar de hoy. Esta es la consecuencia de que en raras ocasiones salgamos a entrenar si nuestro foco está en el corto plazo.
Según los resultados de las investigaciones de Laibson, estos valores cambian sin duda en función de cada persona y también en función de los distintos tipos de actividades de que se trate, aunque el proceso de descuento en nuestro cerebro se da ante cualquier decisión
En los cursos de formación GTD® que facilitamos en OPTIMA LAB, percibimos de forma clara el valor que los participantes atribuyen a revisar a fondo su sistema al menos una vez a la semana para actualizarlos y devolverles la fiabilidad. Sin embargo, la experiencia nos indica que desarrollar el hábito de revisión semanal suele entrañar ciertas dificultades para la mayoría de las personas que comienzan a usar GTD®, siendo en casi la totalidad de casos que conozco, y créeme que son muchos, el último hábito en asentarse.
El descuento del futuro va en contra directamente del proceso natural para generar hábitos. Se trata de una de las primeras barreras que hemos de salvar para poder iniciar el proceso de creación de nuevos hábitos, en especial para aquellas personas cuyo foco está en el «ahora».
Volviendo al ejemplo de la revisión semanal, si el beneficio que obtendremos cuando la hagamos de forma habitual es de +10 y el esfuerzo que nos supone hacer dicha revisión hoy es de -5, el modelo de Laibson explica claramente cómo acabaremos posponiéndola si le damos cancha al sistema caliente, ya que nuestro cerebro percibirá mayor recompensa si la hacemos en otro momento. Hacerla hoy nos supondría una recompensa de -5 + ½(10) = 0. Hacerla mañana ½(-5 + 10) = +2.5, …. mejor la hacemos la semana próxima …
Evidentemente hay más factores que influyen en el desarrollo de nuevos hábitos. Ahora bien, si como acabamos de ver, no somos capaces de mantener a raya nuestra respuesta caliente, las dificultades comenzarán nada más comenzar el proceso.
Esta tendencia natural de nuestro cerebro hacia sobrevalorar las recompensas inmediatas y descontar en gran medida las recompensas demoradas, nos conduce a la necesidad de poner en marcha algún tipo de estrategia diferente. De lo contrario, los resultados de verdad, es decir, aquéllos que realmente aportan valor, no llegarán jamás, situación que impactará directamente en nuestra efectividad personal. Como afirma Walter Mischel, la estrategia básica para conseguir autocontrol es enfriar el ahora y calentar el después
You’ve got to think about big things while you’re doing small things so that all the small things go in the right direction. Alvin Toffler
El sistema caliente resultó ser muy útil cuando vivíamos en la selva y estábamos continuamente acechados por peligros constantes. Nuestra realidad a día de hoy es bien diferente, y aunque percibimos peligros y problemas de distinta índole, estar a merced de las temperaturas mentales elevadas nos conduce a comportarnos de forma descontrolada. Esto es lo que podría explicar cómo personas aparentemente muy inteligentes pueden llegar a comportarse en ocasiones de forma estúpida en algunas situaciones, protegiéndose de dichos comportamientos a través del sistema inmunitario psicológico
Ante esta situación estamos totalmente solos. Somos nosotros los que hemos de desarrollar el hábito de enfriar el pensamiento, para lo cual tendremos que aprender a enviarnos mensajes, señales o usar anclajes que nos permitan conseguirlo. Por suerte, metodologías de productividad personal como GTD® o de efectividad personal como OPTIMA3® disponen de técnicas que nos ayudan en este sentido.
Cuando nuestro sistema caliente toma el control, nuestro cerebro produce fuertes asociaciones automáticas que acaban provocando ansiedad y estrés. Para salir de esta trampa hemos de aprender a poner tierra de por medio, aumentando la distancia psicológica, para permitir que el sistema frío evalúe y encuentre soluciones coherentes, porque la efectividad está más allá del presente
Así es que recuerda, para conseguir resultados de verdad hemos de enfriar el presente y calentar el futuro. Esta estrategia nos permitirá por un lado, ser capaces de mantener a raya el sobre compromiso y, por otro lado, centrarnos en los beneficios futuros, evitando de esta forma nuestra tendencia natural a procrastinar. Tu efectividad personal depende directamente de ello.
Esta entrada Enfriar el presente y calentar el futuro has sido publicada por Antonio José Masiá