Convergencia i Unió (CiU), que gobierna Cataluña, acaba iniciar un acuerdo de cooperación con el PP para los tres años que le quedan de legislatura, traicionando así su juramento de eterna enemistad con el partido de Mariano Rajoy, firmado por Artur Mas ante notario el 13 de septiembre de 2006.
El pacto CiU-PP acaba de propiciar la abstención de los populares en la votación de los presupuestos de la Generalidad para 2012.
Se alcanzó gracias a pequeñas cesiones del gobierno minoritario de Mas, como la reducción de algunas tasas turísticas y farmacéuticas, del canon del agua, y la supresión de algunas subvenciones y partidas menores.
Pero el PP no le impuso a CiU que obedezca las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que ordenan respetar el bilingüismo en los centros educativos, a pesar de que esa es una de las promesas que le dieron a Rajoy muchos votos en toda España. Seguirá la ilegal inmersión lingüística forzosa.
El PP tampoco ha impuesto una reducción drástica del gasto identitario, ese que crea una personalidad imaginaria propia, exclusivista y crecientemente separada de la española.
Entre tanto, y bajo impulso de CiU apoyado por los secesionistas de ERC y con la ayuda abstencionista de los socialistas del PSC, un número creciente de ayuntamientos catalanes se declaran insumisos frente al Estado tanto en educación como en fiscalidad.
Y aquí estamos: CiU, que juraba no colaborar con el PP, termina convirtiéndose en su socio, y este partido traiciona sus compromisos para obtener del catalanismo en el Parlamento español un sostén que ni siquiera necesita, porque dispone de mayoría absoluta, mientras que CiU no la tiene en Cataluña.
Las promesas políticas están para incumplirse, sentenciaba sabiamente el cínico socialista Enrique Tierno Galván.
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