La carrera de un futbolista está llena de picos ocasionalmente coronados y fangos comúnmente pisados. Sabemos que este deporte combina las alegrías y las penas como adopta sin censura a zurdos y diestros; con naturalidad y la ilusión y el miedo enfrentados en la batalla más frecuente que puede librar una persona en el día a día. En el caso de un deportista, el miedo pasa por encontrarse de bruces con el fracaso y, lo que es peor, saber tratarlo, acogerlo y convertirlo en un camino constructivo.
La barrera del éxito de un futbolista es algo intangible de cara al exterior, un sentimiento profundamente personal (como todos). Hoy vamos a hablar en England Calling de un hombre que conoce el cielo y las profundidades de este deporte; un jugador que durante dieciocho años visitó varias ligas, se enamoró de un club y sirvió para varios de ellos. Un balón de oro del que se recuerda, entre grandiosos éxitos colectivos e individuales, una frustración personal de la que sólo se puede culpar al destino. Nos referimos a Denis Law (Aberdeen, 24-2-1940).
Nunca pareció que ese chico estuviera hecho para jugar al fútbol. Sus enormes gafas y su aire desgarbado al correr torcían el gesto de sus primeros técnicos. Sin embargo, en el Huddersfield Town Football Club causó los primeros gestos de admiración; fue allí, en ese modesto club recordado por haberle causado al Liverpool la mayor derrota de su historia (9-0), donde Bill Shankly se fijó en ese jugador sacado de un barrio marginal, mal alimentado y de apariencia más intelectual que atlética, y le vaticinó un futuro marcado por traspasos millonarios. No se equivocaría la leyenda red.
Con dieciocho años debutaba en la selección de Escocia y protagonizaba el mayor traspaso de la historia del fútbol británico, con destino en el Manchester City (55.000 libras). El citizen club le vendería la temporada siguiente al Torino por una cifra doblemente superior. El Calcio se ocuparía de entretenerle durante tan solo un año, abrumado Law por la superprofesionalización que vivía por entonces el fútbol italiano (lujos, mansiones, ostentación) y por el carácter sumamente defensivo de aquella liga. Y como fin del periplo del joven escocés por la Europa futbolística, nuestro protagonista acabaría en 1962 en el Manchester United.La genialidad de Law, su hambre e irregularidad, sus orígenes y su capacidad de empatizar con el aficionado hicieron que el escocés encajara perfectamente en Old Trafford. Un jugador con ganas de crecer llegaba a un equipo con la necesidad de reconstruirse. Habían pasado cuatro años del fatídico accidente en avión de los Busby Boys; la ciudad y el club vivían aún en una nube melancólica que les impedía competir al máximo nivel que habían alcanzado antes de la tragedia. La decisión de fichar a Denis Law fue uno de los mayores aciertos de su historia.
En su primera temporada, los treinta goles del escocés ayudarían a los Red Devils a ganar Liga y Copa. Comenzaba a fraguarse la leyenda de The King y la Santísima Trinidad (United Trinity) que formaba con George Best y Bobby Charlton; el destino pareció regalarle esa conjunción de talento futbolístico al United con el objetivo de terminar con esa atmósfera de tristeza que embargaba Manchester.
Denis Law vivió todo lo posible en las filas del United. Títulos, goles, peleas, sanciones, trofeos…su elegancia le daría el Balón de Oro en 1964. En el 68, diez años después de la tragedia de Munich, el destino le devolvía al Manchester su Copa de Europa. Era la primera en las vitrinas pero llevaba mucho tiempo en la mente de los aficionados ingleses, conscientes de que la fatalidad les había impedido conquistarla mucho antes.
Law no jugaría la final por dolores en la rodilla. A finales de los 60, el escocés comenzaba ya a dar muestras de cansancio y problemas físicos y su participación en el equipo empezó a reducirse gradualmente. En 1973, el club decide no renovarle el contrato. En un año anterior al mundial, Denis Law se encuentra con un problema. Sólo tiene una oferta y procede del Manchester City, el rival del amor de su vida. Dicen que no se lo pensó pero en declaraciones posteriores, Law dejaba claro que tomó la decisión por una cuestión de supervivencia. No entendía la vida sin jugar al fútbol. Aún se sentía válido para aportar su calidad y además era la mejor opción familiar, asentadas sus hijas en Manchester y él en la cultura de pub de la ciudad y con numerosos amigos.
Completaría Denis Law una buena temporada en el City. Quizá fueron los números menos recordados de su carrera, ya que lo que marcó aquel año fue lo sucedido en la penúltima jornada. El Manchester City visitaba Old Trafford con los locales jugándose el descenso. El partido era pura tensión. Nerviosismo, ocasiones, rivalidad…todo ocurrió en el minuto 80. El City roba el balón en el centro del campo, lo saca aseadamente y traza unas buenas combinaciones cerca del área local, hasta que la pelota le llega a Law, sin marca y de espaldas a la portería.
El escocés pisa prácticamente el área pequeña y su eterno instinto goleador le lleva a rematar de tacón. El balón entra. Gol del City. 0-1. Con ese resultado, el United desciende. Un hecho y varias consecuencias que se pasan por la cabeza de Denis Law en apenas un instante. El justo para darse cuenta de lo sucedido. Su puño se mantiene frágil a la altura del pecho durante un segundo en el que el jugador no termina de asimilar lo acontecido. Comienza a girarse hacia el centro del campo mientras su mente le dibuja la situación. En ese momento, el jugador Law se retira del fútbol y deja solo al hombre, Denis, en su penitencia, tan necesaria como sincera.
Apesadumbrado, triste y cabizbajo, The King estaba totalmente fuera del partido y fue sustituido dos minutos más tarde, en lo que sería la retirada oficial del escocés del fútbol de clubes (aún jugaría la Copa del Mundo con su selección).
Tras dieciocho años de exitosa carrera, con 300 goles a sus espaldas e infinidad de trofeos, Denis Law abandonaba el fútbol con el sabor más amargo que había probado en su vida. Había condenado a su equipo al descenso. Luego se supo que al United ni siquiera le hubiera valido el empate, pero el sentimiento del escocés no variaría por eso. El fútbol, que tanta felicidad le había dado, le obligó a sentirse verdugo por un día y ejecutar aquello con lo que había hecho disfrutar a tanta gente. Y lo hizo de espaldas, sin ver claramente el acto, en lo que pareció ser un ligero arranque de piedad del destino.
Sin embargo, la leyenda de Law es mucho más poderosa que un eventual juego del azar. Sólo a los grandes mitos se les trata como a Denis Law en Manchester. Amado por los reds y querido por los citizens, una estatua suya se levanta majestuosa en los accesos de Old Trafford junto a las de Charlton y Busby. La grandeza del fútbol es la que define estos sentimientos. Su trabajo le dio a Law todo a cambio de marcarle para siempre. Y es que The King era fútbol puro. La ciudad y el club supieron perdonar el acto de servicio de Law, algo que posiblemente el propio Denis no ha logrado.“...Up there with the all-time greats. Electric. As a bloke and as a pal he´s different class...” – George Best, 1974
“...I was inconsolable. I didn´t want it to happen. How long did the feeling last? How long ago was the game? Thirty-odd years. There is your answer...” – Denis Law, 2011
José Manuel Portas (@JosePortas)