Revista Deportes
La rivalidad tiene muchas caras. La mayoría de ellas suele asociarse, por definición, con términos muy sangrantes. Peleas, enemistad, violencia…pero no todo el panorama es tan oscuro. También existen enfrentamientos que no provocan consecuencias tan dañinas para una ciudad o para unos colores; aunque nos cueste recordar ejemplos, siempre podremos encontrar muestras de choques que no trascienden lo meramente futbolístico y que, incluso, enriquecen la cultura deportiva y cívica de una comarca. En este caso hablamos del condado de Merseyside y de la existencia de dos clubes tan parecidos como distintos. Dos equipos a los que la historia ha separado en muchas ocasiones pero la población de Liverpool se ha encargado de unir. Everton Football Club y Liverpool Football Club. Una ciudad, dos equipos y Stanley Park entre ambos.
Los orígenes de estas enemistades suelen ser de formaciones muy caprichosas y ésta supone un auténtico paradigma. Cómo imaginar que el Everton comenzó jugando en Anfield en el siglo XIX hasta que el dueño del estadio les subió el alquiler y tuvieron que mudarse…y el señor Houlding, sin equipo pero con campo, creó el Liverpool FC. Cómo pensar que Gerrard, Carragher, McManaman y Owen crecieron siendo aficionados del Everton FC. Y quién podría creer que los reds comenzaran su historia vistiendo de azul…
Entre todas estas curiosidades se impone la verdadera creencia y refutado hecho sobre la salud de este choque. Hoy en día se hace difícil asistir a un partido de fútbol sin connotaciones económicas, sociales o religiosas. No hay derbi sin ricos, pobres, católicos, históricos, modernos, violentos o teatreros. En la ribera del Mersey sólo existen colores. El rojo y el azul. Históricamente se ha conocido esta dualidad como “Friendly derby”. Aunque ocasionalmente se han dado algunos incidentes inevitables, el carácter del partido siempre ha sido y será ese. Fuera del césped, todas las familias scousers tienen colores repartidos entre todos sus miembros. Dentro del campo, puro fútbol inglés. Intensidad al 200%. De hecho es el choque con mayor número de tarjetas rojas en la historia de la competición. No es de extrañar. El carácter del condado de Merseyside es orgulloso, aquel que se define por una entrega total y completa a los comienzos de las historias propias. Los orígenes marcan la definición de una personalidad y la ciudad de Liverpool es el mayor orgullo que un aficionado y habitante pueda tener. Por detrás quedan los colores y las etiquetas, leídas siempre con humor y deportividad.
27 títulos de liga suman entre ambos clubes y suponen el mejor guante en la mano de los toffees y reds y en la cara del Manchester United. “Merseyside, Merseyside” es el cántico preferido de ambas aficiones cuando se enfrentan entre ellas, especialmente si es en el ámbito copero, donde la historia nos ha regalado épicas batallas entre ambos. En Inglaterra se recuerdan especialmente las finales de League Cup y FA Cup (dos) ganadas por el Liverpool a finales de los ochenta ante un histórico Everton. Y especial es la mención para la eliminatoria de FA Cup de 1991, donde un agónico empate a cuatro terminaba por costarle el puesto al entrenador del Pool, un no tan mayor Kenny Dalglish.
No es un engaño decir que el Liverpool Football Club ha ganado más partidos (65 frente a 56), más títulos de liga (18 frente a 9), más Copas de Inglaterra (7 a 5) y más torneos internacionales (5 Copas de Europa y 3 Copas de la Uefa frente a una Recopa de Europa). Tampoco se falta a la verdad si se pone a los reds por delante en prestigio internacional, repercusión mediática y número de aficionados a lo largo del mundo. Sin embargo, la historia intenta repartir la ya de por sí injusta desproporción mediática y guarda también grandes momentos del Everton (cuarto equipo inglés en número de títulos), que ha vivido épocas gloriosas que se recuerdan constantemente en la ciudad. Aquel maravilloso equipo de 1985 que triunfó en Inglaterra y en el continente europeo es la conversación más gratificante para los aficionados toffees de mediana edad. Dos ligas, dos Copas de Inglaterra y una Recopa de Europa en cinco temporadas así lo atestiguan. Del mismo modo, todos recuerdan la nueva irrupción del Everton del nuevo siglo de la mano de Rooney y David Moyes y volviendo a poner al club en el digno escalafón de las competiciones europeas. Además, los azules siempre se guardan en la manga el as en forma de hecho constatado (más por unos que por otros) que afirma que en la ciudad de Liverpool hay más toffees que reds.
Justicias futbolísticas (siempre subjetivas) aparte, Everton y Liverpool comparten una ciudad fuerte y con carácter. Quizá sea éste el derby con la definición más agradecida y didáctica de todos los que podemos encontrar en el mundo del fútbol. Si al fair-play habitual en Inglaterra (exponencialmente multiplicado en este caso peculiar) le sumamos una hirviente intensidad, unos colores que la humanidad ha enemistado desde hace siglos y la historia tan rocambolesca que define a estos clubes, sólo nos queda asistir al Liverpool-Everton del próximo lunes para disfrutar de un gran partido de fútbol.
Porque al final tan solo es eso, football. Tan solo y tanto. Pero siempre a la orilla del Mersey y tomándose una pinta en Hope Street. Esa calle separa la catedral católica de la catedral protestante de Liverpool. Y es que en esta ciudad siempre hay sitio para todos.
José Manuel Portas (@JosePortas)