Enjaulados

Desde hace casi dos meses, 29 ratones de laboratorio que volaban desde Estados Unidos a Canarias vieron detenido su viaje durante su escala en Madrid. No hay avión que los traiga a Tenerife, donde los espera un equipo público de investigadores para proseguir su trabajo sobre artitris reumatoide. La compañía Air Europa no ha dado motivo alguno de su negativa a llevar los ratones en sus aparatos de carga; Iberia, al parecer, ha alegado que podrían escaparse de sus jaulas y roer los cables de las aeronaves (sic).

La situación, de risa si no fuera tan seria, hace dirigir las miradas al movimiento pro animalista que en los últimos años ha recrudecido su batalla contra la experimentación animal con fines científicos, la cual, dicho sea de paso, cada vez se ha vuelto más restrictiva y racional para minimizar el sufrimiento animal, regulándose por unos protocolos éticos que velan porque se justifique en detalle la necesidad y coherencia de su uso en la investigación.

Dos veces al año, al menos en Los Ángeles, personas indignadas asedian instalaciones universitarias de biomedicina para protestar con alboroto por el uso de animales en los laboratorios, provocando que el personal que allí trabaja tenga que andarse con ojo. Ejemplo palmario de ignorancia y desprecio al sufrimiento humano. ¿O no busca disminuir el padecer de personas con nombre y apellidos la veintena de investigaciones sobre ELA, diabetes o enfermedades mentales que en este momento están el aire en Canarias por la imposibilidad del transporte de animales de uso científico?

Entre tanto, los 29 ratones de esta historia (seguida con detalle por Diario de Avisos y con eco hasta en Science) siguen esperando en Madrid. Quizá al final lleguen a su destino en aparatos del Ejército del Aire; quizá vayan en coche hasta Cádiz y, de allí, en ferry a Tenerife; o quizá por carretera hasta Lisboa, donde subirán en un Binter rumbo a Canarias. Sí, es cierto, vendrán enjaulados; como la razón en ciertas cabezas.