Me encuentro enlunado con la ebriedad de los pastizales prófugos
Mi caída tiene un poderoso lamento de adioses
La enfermedad es irremontable y el judío que se escondía
Comenzó su errancia por entre los agujeros de la niebla
Yazco sin labios que hablen como las olas
Pero insisto en saberme viento.
Atrapé el sonido preciso de la espuma,
de las luciérnagas incendiando el silencio,
hablé de mí, de la bolsa de remordimientos jaraneros
que enruidaron mi extraña tristeza
hablé de lo que pude fundando la voz de la autopsia
y llegué al límite de reconocer que sólo profería un lamento;
cada voz lleva una soga de ahorcado,
una esquina temible,
un atracadero donde moran pelicanos sedientos de tragedia.
partí mi pluma
y comencé el destierro.
Un beso
Un olvido
Es lo que falta.