Más que nada, para contextualizar,
para ‘templar gaitas’, para no suicidarnos políticamente pensando que todo es
una mierda y no tiene arreglo, salvo rezar y encomendarnos a algún santo. Y sin
ánimo de rebajar las dosis de indignación.
La corrupción aumenta? O sube la
percepción de la misma? Son dos cuestiones diferentes. Los estudios de
referencia internacionales sobre el tema, que publiqué días pasados, por
ejemplo de Trasparency Internacional y el trabajo de Manuel Villoria y Fernando Jimenez, reflejan que aumenta la
percepción en estos años de crisis, la gente es más consciente de que existe
corrupción, la ve ahora más que antes, lo cual es normal, en crecimiento todo
es Jauja, la fiesta tapa nuestras miserias, el caso de la Comunidad Valenciana,
o Cataluña, son referentes de apoyos masivos a los corruptos, porque son nuestros ladrones.
En cualquier caso, en las
comparaciones internacionales de corrupción España sale mal comparada con unos
pocos países democráticos occidentales, pero bien en relación al conjunto del
planeta, y en situación relativamente mala en comparativa europea, según los cuadros
que publiqué hace días, procedentes de la Comisión Europea y de World Values Research.
Mi impresión es que la corrupción
que sale y se descubre ahora es la producida fundamentalmente en los años
gloriosos del España va bien, cuando
se incuba la burbuja inmobiliaria y de crédito, construcción pública y
promociones inmobiliarias fueron un caldo de cultivo apropiado para las mafias,
máxime con la descentralización urbanística existente en España que concede
inmenso poder a garrulos y mafiosos de cualquier pueblo y Comunidad Autónoma;
la corrupción actual tiene que ver también con la privatización total de las
empresas públicas que genera una estructura gerencial empresarial de allegados
a los amigos del Gobierno.
Por supuesto tiene que ver con el
poco poder decisorio de los afiliados, simpatizantes y votantes, de partidos y
sindicatos, grupos que dominados por clanes y cúspides que se eternizan en los
cargos, no permiten remociones, debates e intervenciones decisorias distintas a
las oficiales, bloquean posibilidades de cambios, impiden o dificultan la posibilidad
de elección y decisión. Las cúspides de partidos controlan demasiadas
instituciones a través del nombramiento de representantes. Nos acercamos
velozmente a Italia en cuanto a estar interpenetrados los partidos por redes clientelares,
porque una vez conocido el poder de los partidos, las mafias tenderán a
controlar, comprarán de mil maneras a esas personas con capacidad de decisión
sobre presupuestos de miles de millones de euros.
Y todavía no han salido muchas otras corrupciones, por ejemplo, en el tema drogas en instituciones de seguridad, militares, o en Iglesias, ONG’s, etc. etc. tal como acostumbramos a ver en
muchos países del mundo.