Una de nosotras tuvo una vez una escalera. Era su primera vivienda de casada y, nada más visualizar el rellano, ya sabía que iba a decorarlo con plantas. Así que lo de las junglas urbanas nos viene a nosotras de muy lejos... La primera planta se asomaba sobre la baja a través de un pequeño espacio con barandilla que, poco a poco, fue ocupada con macetas de potos. Las ramas de éstos colgaban sobre el piso inferior mientras iban creciendo gracias, además, a la luz natural que entraba por una ventana situada justo enfrente. Al entrar en la casa, lo primero que se veía era esa cortina de hojas verdes, sanas y lustrosas que se iban enroscando por el pasamanos de la escalera. En fin, era el orgullo de su dueña, y lo que más pena le dio al dejar esa su primera vivienda... Pues esas plantas, acostumbradas a ese entorno privilegiado, nunca volvieron a ser las mismas Y lo cierto es que, desde entonces, no habíamos vuelto a tener ningún poto extendido. Hasta que el otro día rescatamos uno que tenemos en el taller y cuyas ramas habíamos ido enrollando sobre si mismo... Con cuidadito lo estiramos y enganchamos tal y como veis... Estamos seguras de que en breve resurgirá de su apatía y se llenará de hojas que se enredarán con fuerza a su nuevo rincón.
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¿Y vosotros, tenéis plantas enredadas por casa?