Revista Salud y Bienestar
Capítulo 2x07
Cuando era alumno de Psiquiatría, mi profesora, explicando el trastorno de personalidad disocial, concluyó el debate que suscitó entre los alumnos esta polémica enfermedad con una frase que se me quedó grabada:
-Pero, ¿qué esperáis de una sociedad en la que el que es bueno es tonto?
Según la Lógica clásica, si todo bueno es tonto, para ser listo es necesario ser malo y eso, forzosamente, implica una decisión muy difícil, que es elegir entre que los demás abusen de uno y volver a casa con la conciencia tranquila o bien tener un poco de picaresca, un poco de maldad azucarada, para sobrevivir en el día a día.
Tengo un zubat, uno de esos Pokémon venenosos con forma de gran murciélago. Mi zubat, que por cierto, se llama Ala Triste, es excepcional dentro de su clase y es el mejor Pokémon que he tenido la suerte de encontrar hasta ahora: es rápido, fuerte y prudente. Un análisis estadístico de sus cualidades me ha revelado que mi zubat tiene un percentil superior al 99,6; es decir, entre mil zubat, el mío estaría entre los cuatro primeros. Por si esto fuera poco es leal, obediente y me ha permitido ganar muchos combates contra entrenadores a nivel mundial.
Sin embargo, no hablo de mi zubat en voz muy alta, porque los zubat no son especialmente populares. Tienen la fea costumbre de esconderse en las cuevas y esperar silenciosamente a sus víctimas para abalanzarse sobre ellas y, cual vampiros, morderles y chuparles la vida.
Entonces, ¿mi zubat es malvado o sólo hace lo que debe para sobrevivir? En esta aventura Pokémon que es la vida, ¿se debe renunciar a dar mordiscos y pasar hambre buscando siempre lo éticamente correcto? ¿Es realmente necesario atacar de vez en cuando para seguir adelante?
Ésta es una de las preguntas que me estoy haciendo en esta parte del camino.
Foto: Ala Triste me sigue a distancia, en mi camino hacia Pueblo Lavacalda.