Muchos padres y madres repetimos a nuestros hijos que sigan sus sueños, que ellos pueden ser lo que quieran de mayores y les transmitimos este mensaje apoyándoles en todo lo que quieren. Sin embargo, quizás nosotros de pequeños no tuvimos una crianza similar, pero no es demasiado tarde para escuchar a nuestro niño interior y perseguir nuestros propios sueños.
Nuestros hijos aprenden a través de nuestros comportamientos, por modelado de las conductas que ven en sus adultos de referencia. Independientemente de lo que les digamos, ellos observan con atención nuestras acciones. Lo que hacemos cuenta mil veces más de lo que le podemos repetir, así que es importante alinear nuestras palabras con la acción.
Te propongo hacer un pequeño ejercicio de conectar con tu niño o niña interior, escuchar sus sueños y decirle que todavía está a tiempo de conseguir muchas cosas. Quizás no puedes permitirte hacer cambios drásticos en tu vida profesional, pero qué hobbies tenía ese peque. Dale el gusto de retomar alguno y perfeccionarlo.
Esa desconexión con las necesidades de tu yo pequeño, lleva a muchos padres y madres a volcar sus frustraciones en sus hijos de forma inconsciente. Seguro que conoces a muchos que han empujado a sus peques a dedicarse a una profesión o hagan algún deporte que en realidad no es su pasión. Esto no lo se hace de forma consciente, sino porque simplemente se dejaron atrás sueños no cumplidos y trasladamos en otros.
Piensa en esos sueños que no conseguiste porque te convencieron que no eran para ti o no eras lo suficientemente bueno para ellos. Recuerda la frase de Henry Ford "No hay nadie que sepa lo suficiente como para decir qué es y qué no es posible".
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