Después de disfrutar de cuatro días y medio de navegación por el Océano Pacífico, casi a la hora del almuerzo comenzábamos a avistar las costa de la Baja California en la lejanía, en un día que había amanecido muy nublado y con buena temperatura, y que a medida que nos íbamos acercando a la costa mexicana se iba despejando poco a poco. Aprovechamos esos momentos para relajarnos en las tumbonas de la cubierta promenade, sin perder detalle de la navegación costera por la península de la Baja, una navegación de varias decenas de millas marinas. Lo que pudimos observar desde nuestro privilegiado mirador fue un territorio muy montañoso y árido, con muchas ensenadas costeras y salientes de rocas, y numerosas pequeñas poblaciones con extensas playas de arenas doradas presididas por grandes banderas de México para despejar cualquier duda de donde nos encontrábamos. La proximidad a la costa también nos permitió observar las peripecias de gaviotas, pelícanos e incluso nos pareció observar delfines en la lejanía. La aproximación al "Sapphire Princess" del barco de los prácticos del puerto de Ensenada nos hizo saber que nos encontrábamos muy cerca de atracar en esta fronteriza ciudad mexicana.
Las playas se extendían kilómetros, y en algunos casos presididas por enormes banderas mexicanas
En puerto de Ensenada hay un comité de bienvenida en las escolleras de entrada al mismo que recibe a los barcos que atracan de una forma un poco estruendosa. Los leones marinos toman baños de sol ante las miradas indiferentes de un nutrido grupo de pelícanos. Más que curioso resulta el contraste de las rocas blancas de la escollera, teñidas por los excrementos de estas enormes aves, y el color oscuro de la rocas cubiertas de algas y que las mareas alcanzan.
Cualquier instalación flotante es bien recibida por los leones marinos como solarium ocasional
A medida que nos aproximábamos al muelle de atraque ya podíamos ver más de cerca los edificios más significativos de Ensenada, y como muchas de las casas de la ciudad se encaramaban por las colinas que la rodean. Uno de los recursos más importantes de Ensenada es el turismo, y concretamente la riqueza de las aguas que bañan esta parte de la Baja California, hacen de Ensenada un importante lugar para practicar la pesca deportiva de altura. La gran afluencia de extranjeros, en su mayoría norteamericanos, que la visitan ha hecho crecer las empresas que ofertan estos servicios y que garantizan el cobro de grandes piezas. De ahí el gran número de embarcaciones deportivas y de puestos de atraque que podíamos observar en el puerto.
El "Sapphire Princess" atracó en la pequeña estación marítima del puerto de Ensenada, a unos escasos 15 minutos andando del centro de la ciudad de Ensenada. Desde las cubiertas más altas pudimos hacernos una idea de las características de esta ciudad mexicana enclavada en la Bahía de Todos los Santos.
Una vez desembarcados y pasados los trámites fronterizos, nuestra primera impresión de la ciudad de Ensenada fue un poco decepcionante. Si bien es cierto que no llevábamos unas expectativas demasiado elevadas de la misma, la escasez de edificaciones importantes y el carácter excesivamente turístico de la ciudad con decenas y decenas de comercios de recuerdos y productos de poca calidad no ayudó mucho a mejorar nuestra opinión. Afortunadamente, y aunque fueran los menos, algún establecimiento ofrecía artesanías y productos derivados del cuero tales como carteras, bolsos o botas de vaquero, que hicieron que nos detuviéramos en nuestra visita por las calles más céntricas. Desistimos de visitar uno de los iconos turísticos de Ensenadapor pensar que no iba a merecer la pena, La Bufadora, que consiste en una oquedad en las rocas por las que salen disparados chorros de agua que se elevan a gran altura cuando el oleaje que golpea las rocas es fuerte. La calle Primera es la calle comercial por excelencia en Ensenada. Repleta de comercios, bares y restaurantes recorre longitudinalmente una gran parte del centro de la ciudad y a veces resultaba complicado caminar por sus aceras llenas de turistas y pesados vendedores. Otra de las cosas típicas de Ensenada son las carretas de mariscos donde poder saborear marisco fresco asequible al instante. Se pueden encontrar un buen número de ellas frente al malecón y la Plaza Cívica.
Comercios con trajes y vestidos tradicionales, y cómo no, sombreros mexicanos hasta en la sopa.
Las botas disponibles en los colores más inimaginables, sandalias, alpargatas, bolsos y una curiosidad, vestidos exactamente iguales a los que pudimos ver en Vietnam o Camboya. La globalización mata la originalidad y la artesanía local. El Denny´s Bar del Pescador, un institución en Ensenada
Hasta los viejos VW escarabajo estaban adaptados a los caminos de tierra tan comunes en la Baja
Algunos edificios de estética colonial, como éste de la Hacienda del Charro dan lustro y algo de vistosidad al centro de Ensenada. Además contaba con una churrasquería que emanaba unos olores celestiales.
No pude reprimirme el fotografiar una de las bonitas matrículas de Baja California
El centro cultural Riviera de Ensenada data de 1930 cuando fue construido como el Hotel Playa Ensenada, un fastuoso complejo de edificios que servían de hotel y casino en un extraño estilo californiano y neomudéjar. Este complejo, que ha sido declarado por la Unesco Patrimonio Histórico de Baja California, hoy en día es utilizado como teatro y salas de eventos culturales.
Con las últimas luces del día dimos por concluida la visita a la ciudad de Ensenada
Una vez embarcados de nuevo disfrutamos de un mojito y un margarita antes de acudir a la cena
Para rematar la celebración del día de mi cumpleaños en México, nuestros atentos camareros del comedor me llevaron a la mesa una pequeña tarta de chocolate de cumpleaños, con vela encendida incluida. Además uno de los asistente de maitre entonó al estilo Frank Sinatra el cumpleaños feliz. Una bonita forma de pasar la última noche a bordo, y culminar este largo crucero a las Islas de Hawaii. Al día siguiente desembarcamos en el puerto de Los Ángeles, aunque nuestro viaje aún no había acabado. Rápidamente nos desplazamos al aeropuerto internacional para tomar un vuelo de cuatro horas a la excitante ciudad de Chicago, que nos estaba esperando con temperaturas bajo cero.
Y de esta forma nos decoraron la entrada a nuestro camarote