Enseñar a emprender hasta la Z
Aunque las cualidades de la naturaleza emprendedora son inherentes a la naturaleza del ser humano, asumamos que estas cualidades pueden ser más estimuladas y perfeccionadas a través de procesos de enseñanza-aprendizaje que se realicen en una institución (escuela, universidad, organización y/o empresa). Desde hace unos 3 siglos se vienen analizando cuáles son las cualidades emprendedoras, hace unos 60 años se comenzaron a publicar recomendaciones sobre cómo organizar y llevar a cabo a esas experiencias institucionales de enseñanza, aunque poco se ha estado analizando sobre cómo es el proceso del aprendizaje, y muy poco o nada se ha reflexionado acerca de cuáles son las cualidades personales, y sobre todo las competencias profesionales, de quienes quieren dedicarse al desarrollo de los comportamientos emprendedores de sus estudiantes o clientes (las cualidades del profesor o del consultor especialista en el desarrollo de emprendimientos).
La primera cuestión que debemos aclarar es que si hablamos de “competencias emprendedoras”, o de “cualidades del ser emprendedor” o de los “comportamientos emprendedores”; también será necesario aclarar si existe un orden jerárquico entre estos tres conceptos como en el dilema “¿primero el huevo o la gallina?”. Personalmente creo que sí: que existe una escala de estadios que ayudan a identificar mejor cuáles son las necesidades de estimulación y formación que deben ser más prioritarias según cada una de las fases:
i) Las cualidades emprendedoras son innatas. Su afloramiento depende del contexto o el ecosistema sociocultural de cada individuo y, en especial, de la actitud colectiva que cada comunidad en particular tiene hacia sus individuos más ingeniosos, creativos y proactivos; poco y nada tienen que ver aquí “los profesores”, ya que se trata de una cuestión de la cultura impregnada por las intervenciones de todos los estamentos sociales de la comunidad a través de varias generaciones y que pueden o no estar favorecidas o entorpecidas por las interacciones entre diversas comunidades comenzando por los padres de cada individuo en su edad temprana.
ii) Los comportamientos emprendedores se aprenden. A través de mis experiencias personales como emprendedor y profesionales como especialista creando contenidos y metodologías didácticas para la formación de emprendedores, he aprendido que este aprendizaje de los comportamientos se logra mediante procesos de observación y práctica que podrían fundamentarse con la Teoría de la Autoeficacia de Albert Bandura)
iii) Las competencias para emprender se estimulan y desarrollan mediante procesos de enseñanza-aprendizaje que pueden tener diferentes modelos de ejecución como:
- el aprendizaje asistido en forma presencial y/o virtual impartido por un equipo de instructores-facilitadores siguiendo un programa previamente organizado de actividades de estudio y prácticas, o
- el autoaprendizaje durante el contacto directo y continuo con emprendedores en acción, o simplemente siguiendo uno o varios modelos de rol que pueden o no ser cercanos (territorio y/o sector de actividad).
Entre la educación empresarial y la actuación de los emprendedores existe una gran brecha entre lo que se difunde en las investigaciones académicas, el diseño de los programas educativos y el espíritu empresarial en la práctica. Los programas educativos por lo general se fundamentan en conocimientos teóricos que describen “conjuntos genéricos” de cualidades empresariales, lo que complica el diseño de la educación para emprendedores cuando no se consideran muy específicamente los rasgos dominantes de la cultura en la que se desenvuelven habitualmente sus destinatarios.
En general, la realidad está mostrando que la mayoría de las personas emprendedoras, no siempre parecen beneficiarse de programas educativos.
En la serie de notas que comienzo a publicar a partir de aquí, voy a sugerir sobre cómo se pueden diseñar programas de formación para la estimulación y el aprendizaje de las competencias emprendedoras de una manera eficaz.
En primer lugar, vamos a establecer una recomendación sobre cuándo conviene estimular y provocar iniciativas empresariales entre los estudiantes.
Luego propongo establecer cómo enseñar la iniciativa empresarial para que pueda ser aprendida; es decir, cuáles son las condiciones para que el emprendedor aprenda. En términos de Fernando Dolabela: “el emprendedor es fruto de una cultura”, en este sentido:
nuestras aulas y las experiencias que desarrollamos en ellas tienen que ser oportunidades para que el estudiante aprenda a emprender como los emprendedores aprenden a aprender.