Uno de esos miles de “twits” que las redes sociales aportan a diario recordaba que A lo largo del proceso educativo, más que enseñar al niño qué pensar hay que enseñarle cómo pensar – R. Sternberg. Me lo “retwiteaba” (Ay!, estos “palabros” nuevos…) C. Martínez, habitual en este blog. La idea me condujo a los siete apartados de las noticias, o de las realidades que encabezan los adverbios:
Qué y cómo, y además cuando, cuanto, dónde y, sobre todo porqué. Queda por ahí colgado el quién, pero en este caso es el propio niño.
Previas quedan algunas consideraciones sobre si hay que enseñar a “pensar” o que pensar es una función autónoma que no se aprende. Así, cuando se enseña, se ofrece información y sobre ello se enseña a”razonar”. Luego ya “pensará” el niño lo que quiera.
Por otro lado hay quien dice que sólo se enseña a hablar, porque cuando se tiene la palabra se tiene el substrato del pensamiento, incluso si no se habla. Todo ello es un jardín maravilloso en el que no me querría meter sin conocimiento teóricos básicos de Pedagogía que, simplemente, no tengo.
A lo que si me atrevo es a comentar los adverbios de la información. Cuando se enseña a los niños hay que hacerlo todo a la vez y, a veces, casi simultáneamente. generalmente el qué es una pieza de vocabulario, concreta o abstracta, y el cuándo, cuanto y dónde van a ir seguidos. El cómo viene como justificación del proceso y el porqué su componente ejecutivo, utilitario.
Dejo al lector imaginarse ejemplos, porque sirve para casi todo.
El verdadero compromiso es enseñar a los niños sin engañarlos, sin contarles patrañas ni inmoralidades. Enseñar aquello de lo que estamos seguros. De lo que no lo estamos hay que anunciarlo claramente, porque la duda también puede enseñarse.
Grande responsabilidad.
X. Allué (Editor)