En una conferencia que posteábamos aquí la profesora Raquel Gutiérrez Aguilar expresaba lo siguiente: El piso de despliegue es que reproducimos la vida en medio de tramas, a veces plenamente sujetas por las relaciones mercantiles, pero no siempre.
Lo traigo a colación porque lo que posteo aquí es un extracto del texto en el que Gutiérrez Aguilar se explaya respecto de qué entiende por entramados comunitarios (*). (las imágenes fueron introducidas por mí)
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¿Qué quiero designar con el término “entramados comunitarios” y por qué lo propongo?
Busco referirme a la multiplicidad de mundos de la vida humana que pueblan y generan el mundo bajo pautas diversas de respeto, colaboración, dignidad, cariño y reciprocidad, no plenamente sujetos a las lógicas de la acumulación del capital aunque agredidos y muchas veces agobiados por ellas; pretendo establecer un término suficientemente general -que no universal- como para abarcar los lazos estables o más o menos permanentes que se construyen y se reconstruyen a lo largo del curso de cada vida concreta, entre hombres y mujeres específicos, que no están plenamente sujetos ni sumergidos en las lógicas de acumulación de valor, para encarar la satisfacción de múltiples y variadas necesidades comunes de muy distinto tipo. Intento pensar un nombre, para decirlo de manera sintética, para las infinitas formas colectivas en que se expresa y se realiza el trabajo vivo, el trabajo útil para la producción y reproducción de la vida humana; en fin, para designar de alguna manera la compleja trama humana que habitamos mediante la cual se despliega la energía humana creadora no subsumida realmente o no plenamente ceñida a los designios y formatos de la valorización del valor.
Tales entramados comunitarios pues, unos más antiguos, otros con origen temporal más cercano -contemporáneos-, se encuentran en el mundo bajo diversos formatos y diseños: desde comunidades y pueblos indígenas, hasta familias extendidas y redes de vecinos, parientes y migrantes desparramadas en ámbitos urbanos o rurales; desde grupos de afinidad y apoyo mutuo para fines específicos, hasta redes plurales de mujeres para la ayuda recíproca en la reproducción de la vida, por sólo mencionar algunas “variantes” de tales entramados. El término “entramado comunitario”, de por sí, refiere a sujetos colectivos, aunque de muy diversos formatos y clases. Además, tiene la virtud de no establecer su fundamento en el interior mismo de la producción del capital -ie, en la esfera económica del capital; e intenta poner el acento, más bien, en la forma del vínculo establecido -comunitario, centrado en lo común- y en la finalidad concreta que lo anima: la pluriforme, versátil y exigente reproducción de la vida en cuanto tal. En ese sentido, se asienta en “aquello” específicamente humano que desborda una y otra vez al capital, que se expande por diversos terrenos de lo que solía llamarse la “esfera de la reproducción socialnatural”, en contraposición y contraste a la esfera civil y a la esfera política. Hasta cierto punto, entonces, “entramados comunitarios” son las diversas y enormemente variadas configuraciones colectivas humanas, unas de larga data, otras más jóvenes, que dan sentido y “amueblan” lo que en la filosofía clásica se ha designado como “espacio social-natural”, es decir, el espacio de reproducción de la vida humana no directa ni inmediatamente ceñido a la valorización del capital, no plenamente dominado por sus leyes aunque casi siempre cercado y agredido por ellas.¿Para qué nos sirve, en la tarea de entender la época que vivimos, la distinción confrontada entre “entramados comunitarios” y coaliciones de corporaciones transnacionales?
Nos sirve, básicamente, como hilo conductor para la comprensión general de lo que está ocurriendo.
Si tratamos de ordenar y entender los vertiginosos caudales de sucesos que vemos ocurrir o que contribuimos a producir: por una parte, movilizaciones, tomas de plazas, marchas, acampadas, protestas, asambleas, encuentros, deliberaciones, levantamientos; y también, por otra, matanzas, represión, acoso, crisis, desalojos, quiebras, paro, desprecio, elecciones, maniobras políticas, discursos gubernamentales a cual más sordos, autistas e insensatos… las cosas se organizan con mayor claridad si entendemos que esos sucesos son las expresiones más álgidas, extraordinarias, de la gigantesca y global confrontación entre variados y plurales formatos de múltiples “entramados comunitarios” con mayor o menor grado de cohesión interna y enlace; y las más poderosas corporaciones transnacionales y coaliciones entre ellas, que saturan el espacio mundial de policías y bandas armadas, discursos supuestamente “expertos”, imágenes, reglamentos e instituciones rígidamente jerárquicas.
Los momentos cotidianos de la misma confrontación, que ocurren de manera mucho menos aparatosa, más discreta aunque continua y sistemática, los experimentamos cada quien en la vida cotidiana: se trata del amplio y heterogéneo conjunto de acciones de apoyo mutuo que inventamos día a día para lograr vivir y, así, encarar la también cotidiana cadena de agresiones soportadas a partir de las formas transnacionalizadas de trabajo y vida que se nos han impuesto en las últimas décadas, con sus lastres de inseguridad y endeudamiento, con sus ritmos de trabajo enloquecidos e interminables, con su absurda organización de los espacios urbanos y rurales donde estas mismas coaliciones de corporaciones desarrollan sus sistemáticas y cada vez más abusivas actividades expansivas.
Cabe hacer notar que el par clasificatorio propuesto es, ante todo, un recurso del pensamiento para habilitar la comprensión de lo que ocurre. Insisto en ello en tanto que, como bien me ha señalado Manuel Rozental, muchas veces “la distinción entre los entramados comunitarios y las coaliciones de corporaciones no es tan visible ni tan fácil de discernir en la cotidianidad”. De allí su utilidad analítica, epistémica; no como herramienta para describir lo que hay sino para comprender lo que puede haber: las coaliciones corporativas, por lo general, a la hora de desarrollar sus proyectos, penetran, permean, convencen, arrasan y desnaturalizan los entramados comunitarios. Buscan ser hegemónicas y fabrican hegemonía con todos los dispositivos a su disposición. De ahí justamente la pertinencia del desafío lanzado que consiste en ubicarnos, nosotras, a la hora de pensar los sucesos políticos, asumiendo la existencia agredida y en peligro de múltiples formatos de entramados comunitarios; para, desde allí, entender las variadas acciones de las coaliciones transnacionalizadas de corporaciones que penetran, confunden y niegan tales entramados; que los desvanecen, los desprecian y los despojan. En gran medida, las luchas contemporáneas están y han estado, también, en el reconocimiento y adscripción de/a tales entramados que desbordan la valorización del valor y el ámbito de acumulación. Muchas veces, señala Rozental 2, nosotros mismos tenemos dificultades no sólo para reconocer tales entramados sino también para reconocernos en ellos. En tanto, como parte de ellos, eso somos.[...]
2 Se nos dificulta “establecer un nosotras-ellos desde allí, desde los entramados, porque lo corporativo entra y funciona y nos incorpora dentro de ellos; así como también, en contraste, nosotros permeamos los ámbitos corporativos más duros cuando recreamos nuevos entramados comunitarios y aún siendo cajeros bancarios o vendedoras de supermercados con horarios de maquila, allí adentro, tejemos esos entramados y nos vamos infiltrando con risas, historias, tiempos, pequeñas protestas y rupturas, que son grietas con potencial enorme para burlar el cerco de la acumulación”. Conversaciones epistolares con Manuel Rozental para la preparación de este volumen. Agradezco sus aportes de corazón.
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(*) En AA.VV. : Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época que estamos viviendo, Raquel Gutierrez editora, Cochabamba, 2011, pp. 31-55