ENTRAMOS EN BERLÍN RODEADOS DE ÁNGELES. Salimos de Berlín escoltados por ángeles. En todo el tiempo que estuvimos en Berlín no vi más que ángeles, y un circo. Entre un Berlín y otro no había un muro, había un parque larguísimo. En el Berlín oriental no estaba bien ser negro, a los cabezas de culo no les gustaba. A nosotros no nos gustaban los cabezas de culo. Cenábamos cosas que no sabíamos pronunciar. La gente de Berlín es la gente más triste del mundo. Parecen acabados por un tiempo muy anterior a éste. Como las estrellas. Pero oscuros. Berlín es tan negro como la suerte de sus ángeles. En el hotel vimos un programa sobre los últimos días de Elvis. Conciertos de Elvis. Elvis mirando a la cámara. Haciendo bromas. Elvis subiendo y bajando de coches. Elvis harto. Cantando mejor que nunca. Esforzándose en la recta final. El circo se iba. Estaban recogiendo las cosas. Estaban todos vestidos de personas. No había caballos, ni elefantes, ni nada. Sólo la carpa y una hilera de camiones. Después, la carpa se deshinchó. La metieron en un camión y se largaron. Tengo un amigo al que le salvó la vida un circo. Elvis se fue, el circo se fue, nosotros nos fuimos y los ángeles se quedaron. En Berlín los ángeles son los únicos que no están de paso.
Ray Loriga, Días extraños