Revista Videojuegos

Entrando en The Cave

Publicado el 23 enero 2013 por Mugen

El último título de Ron Gilbert para Double Fine es una cosita bonita, un volver a las deliciosas paridas de Monkey Island, a un mundo oscuro de gente rara, repleto de chistes con todo el sinsentido del mundo y apagadas luces brillantes, pero todo lo contrario. 

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No iba desencaminadas las palabras de Ron Gilbert acerca de la creación de este título. He intentado buscar el extracto exacto que recogiera sus palabras pero no lo encontré. El caso es que este título llevaba mucho tiempo en su mente, de hecho, no recuerdo si se referenciaba a tiempos pre-isla del mono. El caso es que The Cave es una total regresión que nos lleva al pasado, a la infancia, al misterio, al descubrir; y a fantasear con la novedad que alberga sus adentros

Miyamoto es también conocido por manejar esta sensación de un niño que entra en una cueva y se pregunta qué puede haber en el fondo. Así nació la saga Zelda. El caso es que lo de Gilbert tiene tela, ya que su cueva habla. Así como un espacio misterioso nos sugiere que entremos en él a explorar, en The Cave se ahorran las sutilezas y se dirige directamente a nosotros con un encantador acento inglés. Sin embargo, si en Zelda sí entrábamos en la cueva y nos enfrentábamos de manera directa con los monstruos de su interior, en The Cave es distinto. Sí, vale, entramos; que sí, leñe que también hay monstruos; pero la suma del humor chocante, los puzzles sin sentido y las chorradas de la cueva se genera la sensación de habernos quedado siempre en la boca del lobo, en la entrada de la cueva tan solo imaginando lo que hay dentro.

Y eso es lo que conduce al mundo interior de cada uno de los exploradores que componen el juego ¿Qué es lo que quieren, qué es lo que persiguen? Como si colar la cabeza entre las sombras pudiera arrojar algo de luz, volviendo la exploración de la cueva en la que se hace al interior de uno mismo.

Ahora bien, con esta importancia de “quien es uno”, resulta importante que cada “uno” consiga encontrar en la cueva con algo similar a “uno” mismo (así, sin redundancias). Un acierto que el título permita arrancar con tres de una selección de siete (sí, amigos, para conocerlo todo, toca rejugar), para que la inmersión sea más personal. La jugabilidad se estructura en una mezcla entre plataformeo y “point and click”, donde no hacemos uso del puntero, pero sí que está ahí ese espíritu. La cosa es tan sencilla como corretear, dar unos brincos coger un objeto y hacerlo interactuar con otro, teniendo que solucionar algunos puzzles con la acción conjunta de varios personajes. Los puzzles, sí, tienen esa lógica retorcida. No llegan al extremo de Monkey Island 2, que olé sus huevos, pero sí que tocan bastante la moral. Yo he sufrido bastante con algunos, acertando por pura chorra en varios.


El humor, desgraciadamente, tampoco llega a los niveles de hilaridad de la saga más mona. La cueva se hace querer, pero no hay un personaje tan potente como Guybrush y muchos chistes se sienten rescatados del juego que vio nacer al creador. Aún así me eché unas buenas risas y ayuda, como dije en un principio, a crear ese ambiente tan loco y misterioso que se pretende, pero no da ese paso valiente, nuevo y fresco que me imaginaba. Aglutina buenas ideas, pero no hace ese juego que se recordará dentro de diez años. Además, lo del plataformeo, que se entiende como modo de separar zonas por cada personaje que llevemos nos da algunos momentos incómodos.

Con todo, The Cave es un título curioso, divertido y bonito. Yo lo recomiendo. No es el megatón que me imaginaba pero mantiene lo que se espera de Ron Gilbert. Sorprenderá y desesperará por igual a quienes no conozcan trabajos anteriores del creador, pero sin duda, gustará.

Ah, y empezar un juego con el logo de Sega siempre es un +1

::VALORACIÓN FINAL::

Entrando en The Cave

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