Entre aguas
Camino a la reserva Pacaya Samiria (Amazonas)
Es caprichosa. No sigue ninguna regla, ningún patrón, simplemente garabatea a su antojo surcos, ondas, pliegues, remolinos. Crea lienzos únicos. Traza bajo impulsos obras de arte fugaces que desaparecen en el mismo momento en que el pincel dibuja la última línea. Por mucho que la contemple no consigo descifrar cuál será su próximo movimiento. Me esfuerzo en hacerlo hasta que mi atención se diluye. Me dedico solo a mirarla, sin más ánimo que disfrutar, porque su embrujo es tal que hechiza.
Caprichosa, anárquica, seductora. Así es el agua del río Huallaga que bordea Yurimaguas en Perú y te lleva hasta la puerta de entrada del Amazonas, la reserva de Pacaya-Samiria.
Pero su belleza no funciona sola, necesita del atrezzo que la engalana: la apabullante cortina de vegetación que la ve pasar sin inmutarse; los troncos perdidos que navegan sobre ella a la espera de recalar en cualquier orilla; las lanchas que rasgan sin piedad su superficie atormentándola con el carraspeo ronco de los motores.
Y yo me prendo de esa belleza serena, sin artificios, de su simple fluir corriente abajo. O quizá no sea el río el que me embelesa, sino esta sensación absurda a medio camino entre felicidad sencilla y perezosa tristeza. Últimamente he empezado a arrastrar ese sinsentido (o con todo el sentido) mientras tacho días en el calendario esperando el odiado regreso. Un indolente estado de animo que ha aparecido justo tras la tormenta, después de que la lluvia se batiera en un duelo feroz con el río, cuando ya no queda nadie más en el porche que yo y mi sinsentido.
http://deilusionarecuerdo.com/wp-content/uploads/2016/08/Yurimaguas.mp4La atracción casi magnética de este rato de calma tras amainar la lluvia. Los sonidos se atenúan, la corriente se ralentiza y tú quieres ralentizar también el tiempo. Cierro los ojos. Una sonrisa se me escapa y la dejo marchar por mis labios. Respiro el inconfundible olor a madera mojada que desprende la barandilla, la huella olfativa que deja la tormenta en el aire. A ciegas. puedo sentir la hamaca empapada meciéndose sola en el porche de este hostel con un encanto algo destartalado.
Una foto publicada por Patricia Velasco (@ilusionrecuerdo) el 9 de Abr de 2016 a la(s) 2:52 PDT
– ¿Lo has visto?
La pregunta del argentino me despierta de golpe de esta duermevela de serenidad en la que andaba sumida. Ni siquiera había reparado en su presencia a pesar de haber compartido con él la tormenta. Desgarbado, delgado, despeinado, desnudo de cintura para arriba y otros tantos “des” más que lo definían.
-El delfín. ¿Lo has visto? Allí a la derecha, acaba de asomar.
No, no lo había visto pero, en ese mismo momento, emprendemos juntos la búsqueda del rastro del supuesto delfín rosado que ronea por el río. Y no, no era supuesto. Tres veces volvió a pavonearse ante nosotros mientras la magia del instante se extendía por el porche. Ojos expectantes que rastrean la superficie, miradas que señalan la posición, risas mudas y silencios cómplices como si una palabra pudiera sumergir al delfín para siempre bajo el agua. Así hasta que lo hizo y no volvió a aparecer.
De nuevo, el agua recupera su pincel y el día sucumbe sencillo, sin aspavientos, ni atardeceres deslumbrantes, entre un plomizo horizonte cuajado de nubes.
Tras la marcha del delfín, los dos quedamos mudos mirando el río, buscando quizá la palabra adecuada para recuperar la magia que acaba de hundirse en ese mismo agua marrón. Pronto su timidez se despereza. Con una inocencia que no encaja con su aspecto, me cuenta emocionado que es su primer delfín. Casi me da apuro responder que yo me bañé con varios hace unas semanas en Bolivia.
-Seguro que los ves ahora en la reserva. Creo que dentro del Amazonas son muy fáciles de ver.
Llevo un día esperando el barco que zarpa desde Yurimaguas al diminuto pueblo de Lagunas donde te adentras en el ansiado Amazonas, en la reserva de Pacaya Samiria, la reserva nacional más grande de todo Perú. Todos lo que se alojan en el hostel vienen de allí o, como yo, están esperando el barco. Yurimaguas no es más que la parada obligatoria antes o después de la joya de la corona. Todos cuentan maravillas de esa aventura, de ese navegar silencioso en canoa cazando animales con el objetivo de la cámara o tan solo con la retina.
Pero él no. El argentino desgarbado me explica que él no irá, que no tiene plata para hacerlo, que hace ya tiempo que se le acabó. Sin embargo, no abandona el viaje. Ahora está aquí, alojado a cambio de limpiar, de barrer un poco ese mismo porche que nos ha cobijado de la lluvia, de echar una mano en lo que sea. Llegó a dedo y a dedo espera irse. No sabe muy bien cuándo, ni hacia dónde. Esperaba que la suerte le hiciera un guiño, poder pernoctar en la reserva, escuchar la noche selvática del Amazonas.
Sin plata está complicado, imposible más bien. Hace días que desistió. Así que este delfín rosado que acaba de coquetear con nosotros es su victoria, su recompensa a muchos suelos barridos, a incontables tardes vigilando el río, a paseos diarios por el mercado local recolectando las frutas y verduras rescatadas de ir a la basura para convertirse en la cena. Tampoco hay plata para comprar la comida. Subsistencia viajera.
————
Esa misma noche compartimos la cena. Y al día siguiente zarpó por fin el barco hacia Lagunas. Y sí, la ansiada aventura fue perfecta, más aún de lo esperado. Capturé con mi retina, mucho mejor que con mi cámara, guacamayos, perezosos, tucanes, pirañas, monos de todos los tamaños. Escuché bajo las estrellas los sonidos del Amazonas. Y sí, volví a vislumbrar delfines rosados jugando al escondite. Y sí, recordé al argentino desgarbado…
¿Tiene sentido viajar así cuando te pierdes parte de lo mejor? ¿Tiene sentido acampar a kilómetros del Perito Moreno pero no llegar a verlo nunca? ¿Tiene sentido avanzar para acercarse a un sueño sabiendo que será muy difícil alcanzarlo?
Autora: Patricia Velasco
Periodista de profesión, viajera por necesidad y escritora por vocación. Voy recolectando por el mundo emociones, ilusiones y recuerdos. Descubre más sobre mí y contacta conmigo aquí
- Sígueme en: