Es perfectamente lógico que los mecanismos de la novela Entre amigos, del madrileño Antonio Parra Sanz, funcionen de un modo tan solvente, porque el autor se ha curtido en el ámbito de la novela detectivesca con la lectura de miles de páginas firmadas por los grandes representantes del género. De ese amplio conocimiento (teórico y práctico) se desprende que la detective Sonia Ruiz se convierta en un personaje creíble y sólido de principio a fin de la novela. Da igual que la veamos entrenando en el gimnasio, discutiendo en la comisaría, enzarzada en una conversación telefónica más bien tensa, tomando un café con una amiga, enfrentándose a una yonki o midiendo temperamento con la subinspectora Lidia Goya. La construcción del personaje (de todos los personajes, en realidad) está fundamentada en una labor de miniatura psicológica y de una constante atención al lenguaje, la gestualidad, las indecisiones, los miedos. Y alrededor de esos seres narrativos, una trama en la que no falta ningún detalle canónico: disparos, drogas de diseño, mafias extranjeras, teléfonos limpios, policías de variados pelajes, delincuentes obtusos o inteligentes, ambientación urbana, hackers, sexo, un cuerpo en un maletero y vocabulario que busca reproducir fidelísimamente la espontaneidad. Con esos ingredientes bien dosificados, la coctelera sólo precisa algunos enérgicos movimientos de muñeca… y la acción se pone en marcha.
Antonio Parra Sanz sabe muy bien a qué juega y, por tanto, tiene un perfecto conocimiento de cuáles son los naipes que debe colocar en el tapete y cuáles es mejor esconder en la manga. El resultado es Entre amigos, la novela que acaba de publicarle el sello palentino Menoscuarto en la serie SeisDoble: un éxito seguro entre los enamorados de la novela negra.