A Hugo Chávez, un iluminado que va camino de ser el Gadafi venezolano, debe reconocérsele sentido del honor al defender a su compadre libio y llamarle hipócritas a tantos dirigentes que lo agasajaban hasta hace unos días, y que ahora lo insultan.
La ministra de Exteriores española, Trinidad Jiménez, ha dejado temblando al libio al advertirle ahora que “no vamos a consentir que siga violando más de los derechos humanos del pueblo”. Ya era hora: el revolucionario socialista comete sus violaciones desde que tomó el poder, en 1969.
El único país coherente en su hostilidad a Gadafi fue EE.UU., acusado por las fuerzas progresistas de hostigar a este líder que buscaba su propio camino revolucionario.
Mientras, toda Europa, de derechas e izquierdas, hacía pingües transacciones con él. Y naturalmente España, desde Franco, aún vivo, hasta Zapatero.
Aunque el mayor negocio de esa historia se firmó el 17 de diciembre de 2007 en Moncloa: 11.800 millones de euros gracias a los desvelos de Moratinos-Zapatero. De ellos 3.500 millones para la defensa libia: estarán matando ahora. Negocios son negocios.
En 2010 Zapatero viajó dos veces a Trípoli. Uno de esos encuentros fue para festejar con la élite de las dictaduras mundiales el 40 aniversario del poder gadafista.
Es lógico que Hugo Chávez se fíe sólo de los Gadafi y sus compinches. Si se le levanta el pueblo con posibilidades de éxito la señora Jiménez lo amenazará, igual que todos sus socios actuales. Sólo le serán fieles sus compinches del alma los Castro, Rafael Correa, Evo Morales y seguramente la viuda Kirchner.
Ahora, Zapatero ha ido de limosneo por las dictaduras árabes. Se trae calderilla, 3.000 millones de euros, de los que 450 millones irán a unas cajas de ahorros que necesitan 50.000 millones para capitalizarse decentemente. Y dice que va a darle 300 millones a Túnez.
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SALAS, hoy en El Correo Gallego: