"Algunas palabras, quizá, pueden cambiar el mundo, pueden consolarnos y secar las lágrimas. Algunas palabras son balas de fusil, otras son notas de violín. Algunas pueden fundir el hielo del corazón e incluso es posible enviar palabras como brigadas de salvamento cuando los días son difíciles y nosotros quizá no estamos ni vivos ni muertos.".
Y es que de esto trata la maravillosa novela del señor Jón Kalman Stefánson, del amor por las palabras y de la vida y la muerte, de lo difuminado de su frontera en aquellos mundos de dureza y silencios como pudo ser la Islandia de finales de siglo XIX.
Con una prosa rica, rozando casi en cada párrafo la lírica poética, el autor nos presenta los personajes que forman la trilogía del muchacho. Una trilogía, por cierto, en la que yo entré directamente por la segunda entrega, La tristeza de los ángeles, y que ahora, tras leer el primer volumen de la misma, he podido ubicar cada pieza huérfana de lugar en su preciso espacio.
Pero es partiendo de esa dureza de la que hablaba que el autor nos introduce en los recovecos de un trabajo peligroso como es la pesca en aguas profundas y heladas. Una actividad que da de comer a la práctica totalidad de habitantes de la fría Islandia entre los que se encuentran los protagonistas de la novela, el muchacho, apenas un adolescente, y su amigo, Bárður, con quien comparte la afición por la lectura y las ansias por descubrir nuevos horizontes. Ambos se embarcan en la nave de Pétur, una de las múltiples embarcaciones que se adentran en un mar lleno de ahogados y bacalao en busca de estos últimos y rogando no formar parte de los primeros, junto a un grupo de hombres rudos, de barbas pobladas y parcos silencios. Pero en esa salida la desgracia se cierne sobre ellos y Bárður muere congelado al haber olvidado su abrigo por estar leyendo un libro de poemas.
Una muerte que sume al muchacho en la culpa y la tristeza y que lo hace perder toda esperanza de vida ocupando sus últimas fuerzas, antes de reunirse con Bárður por voluntad propia, en devolver ese libro maldito de poemas a su dueño, un capitán ciego que vive al otro lado del fiordo en la población pesquera de Lugar.
Allí llega con la intención de entregar el libro y lanzarse por un acantilado, pero se encuentra con un mundo nuevo, diferente a la aldea en la que dejó el cadáver congelado de su amigo, un mundo que le hace aplazar esa decisión del suicidio mientras va conociendo a los habitantes del pequeño hostal regentado por Geirþrúður, una viuda liberada que le da cobijo a cambio de que cada noche lea a Kolbeinn, el capitán ciego, algo de sus más de cuatrocientos libros.
Y quizá en estas cuatro líneas de sinopsis haya resumido con bastante exactitud las cerca de doscientas páginas que ocupa la novela, porque en ella lo importante no es lo que pasa, sino como nos lo explica el señor Stefánson. Aquí no hay giros inesperados, buenos y malos o pistas que seguir tras un tesoro o reliquia escondida, pues a través de la lírica, a veces incluso lenta en un coqueteo continuo con el aburrimiento, el autor desengrana la novela entre metáfora y metáfora, entre reflexión y reflexión, obligando al lector a ir despacio, a ignorar las prisas que parecen cubrir cada átomo de nuestra existencia y a pausar la lectura como si fuera una sopa caliente que ha de tomarse a sorbos, pues como bien dicen sus propias letras “el infierno es estar muerto y darse cuenta de que no prestaste atención mientras podías hacerlo”, y quizá por esto sus letras son profundas y redondas, para que prestemos atención sin la prisa del qué viene a continuación, arboladura por otra parte de la mayoría de creaciones de nuestros días.
Entre cielo y tierra es una novela para leerla con calma, pero también con un lápiz y una libreta en la que anotar las muchas frases maravillosas que la componen formando párrafos como:
“... se golpea los muslos con las manos cuando las palabras se vuelven tan pesadas que un cuerpo humano apenas es capaz de soportarlas, porque el cuerpo humano es frágil, no aguanta tener encima una gran roca, no aguanta una avalancha ni el viento gélido, no aguanta la soledad, no aguanta baladas pesadamente cargadas de arcanos, traspasadas por la lujuria, por eso se golpea Pétur los muslos, para quitarse de encima las palabras.”.Pero además de hermosa, mágica, poética, fría, dura y tierna como la vida misma, esta novela es también un lamento de amor por las palabras y los libros, una lucha queda y constante contra la prisa y la estulticia del ignorante, un homenaje a la pausa y reflexión con la que cualquier buena lectura ha de obsequiar a su lector y que el autor deja translucir en frases como éstas que se reiteran durante toda la obra:
“El silencio que sigue a un largo relato muestra si ha tenido interés o si se ha contado en vano, revela si el relato ha entrado y tocado algo o si sólo ha abreviado el tiempo, sin dejar nada tras él.”.
“Porque una cosa es haber aprendido a leer y otra distinta es saber leer, existe un abismo entre ambas cosas.”.
“Por qué tendrá tantos libros un hombre tan malo, los libros tienen que pertenecer a hombres buenos.”.Y esto mismo me pregunto yo, cómo alguien como yo tiene tanta suerte de leer estos libros.
Resumen de la novela (editorial)
Ambientadas en las pequeñas aldeas del oeste de Islandia, las historias de Jón Kalman Stefánsson exploran sutilmente los laberintos del alma humana a la par que destilan una visión poética de la existencia que no deja indiferente a ningún lector. Autor ampliamente reconocido en su país y ya consolidado entre los escritores europeos gracias al éxito obtenido en Francia y Alemania, ésta es su primera obra traducida al español. Los personajes de la novela se sitúan hace poco más de un siglo, en un poblado de pescadores de los fiordos occidentales, entre montañas escarpadas y un mar capaz tanto de dar alimento como de arrebatar vidas. Siguiendo una tradición centenaria, salen a pescar desde muy jóvenes en escuetos botes de seis remos en los que, a menudo, para alcanzar los bancos de bacalao, reman durante horas entre el oscuro oleaje. No saben nadar. Una noche, un muchacho, apenas un adolescente, y su amigo Bárður, con quien comparte su afición a los libros y sus ganas de conocer el mundo, salen a pescar con la cuadrilla de Pétur. Después de largar las líneas, mientras aguardan la captura, el horizonte se llena de nubes y se levanta una peligrosa ventisca de invierno. El bote inicia penosamente el regreso a tierra y, a medida que aumenta el frío polar, la frontera que separa la vida y la muerte puede depender de una sola prenda: un chaquetón de piel. Con un lenguaje minuciosamente trabajado, rico en singulares imágenes y metáforas, Entre cielo y tierra nos traslada a un mundo lejano, entre los sueños y la realidad, entre la conciencia y la inocencia, un mundo bañado en una luz crepuscular y melancólica, pero nunca triste, que permanece viva en la memoria del lector.