EL ÚLTIMO DE LOS MOHICANOS:
UNA OPINIÓN SOBRE LA NOVELA Y LA ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA
Por Raúl de J. Roldán Álvarez
Era apenas un adolescente cuando tuve la oportunidad, en una humilde biblioteca del barrio Aranjuez, de leer la novela El último de los Mohicanos de James Fenimore Cooper. Por supuesto que esta novela, en aquel tiempo, sólo representaba para mí una inmensa aventura en la que algunos indios tomaban venganza en contra de un convoy del ejército inglés a raíz de viejas cuentas pendientes entre éstos y en la que pagan el pato los escasos sobrevivientes de dicha masacre, entre los que se encuentran las dos hijas de un general (Munro), las cuales terminan enamorándose, la una, de un oficial Inglés (Duncan) igualmente retenido por la tribu guerrera y, la otra (Cora), de Uncas, personaje que corre igual suerte que los anteriores, pero que se evidencia como el traductor de dos mundos en ciernes.En medio de la inmensa aventura que representaba esa novela para mí y, además, con pocos rudimentos en el ámbito literario e histórico, ya podía sospechar, en cierto modo, que dicho texto escondía bajo la manga algo de romanticismo, de historia, de valores, pero sobre todo, una especie de épica que iba mucho más allá de una simple lucha por la preservación de unas tierras que representaban mucho para una cultura ancestral o la colonización de las mismas por parte de una raza de conquistadores puritanos venida del otro lado del Atlántico: en el fondo presentía que con aquellos personajes, el autor de dicha novela quería revelarme el encuentro de dos formas diferentes de ver el mundo, las cuales, pese a su animadversión mutua, buscaban exactamente lo mismo: la supervivencia de su respectivos ritos y costumbres y la aceptación de que ambas ya no serían las mismas en una confrontación que no tenía reversa.De esta primera apreciación --un tanto rudimentaria-- a la que puedo hacer de dicha novela hoy, han transcurrido casi 27 años. Lo relevante en este periplo, es que mis consideraciones no han variado un ápice entre estos dos periodos, dado que se me dio la posibilidad de vivir en los Estados Unidos y reconocer que la apuesta de país que describe James Fenimore Cooper continúa vigente, bajo la forma de lucha entre quienes creen en el sueño americano, a la manera de los puritanos llegados a Nueva Inglaterra y el resto --la gran mayoría—que trabajan para hacérselo posible a los apóstoles de aquel credo...Sí, lógicamente es una sociedad acrisolada a costillas de un olvido deliberado (el exterminio de toda una cultura), que presentada al mundo con los ropajes de la libertad y el progreso, cree que ya se purgó de su romanticismo fundacional, pero que en su sustancia más íntima, continúa reproduciendo la misma épica que les permitió erigirse en lo que son: una nación que sólo puede reconocerse en su diversidad confesional, pero en la que ser negro, latino, asiático o árabe es toda una amenaza para el status quo que ya no avanza a la conquista de su propio Oeste sino que ya colonizó casi todo el mundo con su American life way. Sólo que, en ese entonces, los negros, los latinos, los árabes y los asiáticos eran los Indios; y, ahora, aquellos son los indios de la modernidad, los protagonistas de una "invasión" que debe ser purificada por medio de arduas jornadas de trabajo hasta de 14 horas en tres turnos, con escasa seguridad social, sobreviviendo apiñados de a 4 en un espacio para presos, sometidos a agencias temporales de empleo que se enriquecen con su sudor y, casi sin alma, olvidándose de su sexualidad, de noches de asueto para recordar de dónde partieron... solo alcanzan a ser fotografías de una familia que crece en otro lado, con la ilusión del algún día. Así que ese mito fundacional sigue ahí, no ha sido raído de la memoria blanca que todo lo controla y normaliza, solo cambia de atavíos. Es este mito el que nos devela El último de los Mohicanos, aquel que se traduce en arquetipo de toda actuación de un País en el que unos pocos piensan y gobiernan; mientras que, una inmensa mayoría de desplazados de otras orillas del mundo, venera por física necesidad, lo que aquellos convierten en estilo de vida de modo global.Luego de esta sucinta apreciación sobre la novela de Fenimore Cooper, debo rescatar la artística adaptación que el Director Michael Mann logra de aquella con su filme del mismo nombre. Aunque, lógicamente, pueden verse diferencias en los contenidos de la una y de la otra, tales como que Duncan no muere en la novela como en la película y que termina viviendo con Alice y la amó por siempre; Uncas en la novela se enamora de Cora y no de Alice y Cora ama a Uncas en el texto de Fenimore Cooper y no a Nathaniel como acontece en el filme, en fin, son diferencias que no le restan algo a una producción en la que no se regatea en paisajes, naturaleza, calidad artística y que deja como valor agregado que se pueden hacer buenas adaptaciones sin que la esencia de una obra fundacional de una literatura como, en nuestro caso, El último de los Mohicanos, pierda el sentido, la intención de su autor.
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