Lambayeque (ambos, departamento y pueblo) pueden presumir de tener uno de los mejores museos del continente. No le pudo haber pasado algo mejor a este pueblo en donde los “huaqueros” (expoliadores de tumbas y templos mochicas) se convirtieron en una figura casi tradicional y donde era de lo más normal dedicarse a su ilícita actividad. Hoy la gente de este lugar ve con agrado y entiende que más se gana conservando, respetando y exponiendo al mundo ese patrimonio que traficando con él. Sabido es que este fantástico museo acoge todo aquello, o gran parte, de lo que el arqueólogo Walter Alva y su equipo encontraron en Huaca Rajada, la última morada del fastuoso Señor de Sipán, descubrimiento que los expertos pusieron a la altura del hallazgo de la tumba de Tutankamón o a la del emperador chino en Xian y sus 8.000 guerreros de terracota.
Museo Tumbas Reales de Sipán - Lambayeque
Al entrar a las salas de este recinto el viajero se encuentra metido en una sitio donde reina el silencio y la oscuridad, cosas absolutamente necesarias para poder entender y aprender más sobre las manifestaciones culturales de una de las más enigmáticas y fascinantes sociedades pre incas. La penumbra hace que el visitante se guie por el relumbre de los trabajos en metal que los fantásticos orfebres moches fueron capaces de hacer. Allí se expone también muestras de la cerámica mochica que debe ser, también, una de las mejores de esta parte del mundo: las vasijas (llamadas huacos) son un muestrario extraordinario de lo que fue la sociedad de entonces: vestimentas, enfermedades, comidas, fiestas, jerarquías sociales y hasta posturas sexuales se nos muestran y nos envían un certero reflejo de los destellos de aquel mundo que se expandió en los desiertos costeros del Perú mientras el gigante imperio romano caía en manos de los bárbaros. También hay una excelente representación de la tumba en que fue hallado el Señor de Sipán y el final se cierra con broche de oro frente a un gran diorama que representa en tamaño natural la corte de este poderoso señor. Las figuras que convergen en esta escena han sido hechas a semejanza de varios habitantes del actual pueblo lambayecano. No asustarse si de pronto se apagan las luces y la corte en pleno parece acercarse hacia ti: son piezas mecánicas que se mueven y hasta hacen sonidos creando para el visitante una atmosfera casi real y que le da una idea de la majestuosidad con la que ese hombre se movía entonces en el norte peruano.
Hay otro museo que es muy bien considerado por todos y que es llamado el BRUNING al que no pudimos visitar por falta de tiempo. Si estás sin apuros y aún te quedan ganas de seguir aprendiendo sobre los famosos moches pues éste es el lugar indicado para seguir haciéndolo.
Desandamos el camino que nos trajo hasta el museo, cruzamos la avenida que viene desde Chiclayo y nos fuimos hasta la tranquila plaza de Lambayeque. Allí emergen las macizas y redondas torres de la iglesia San Francisco y las fachadas de algunas casonas que se esmeran aún en mostrar la calidad de su factura. Esta es la parte vieja del pueblo de Lambayeque, que en su tiempo fue capital de provincia y lugar favorito de los terratenientes que construyeron aquí sus mansiones hasta que se empobrecieron.
Hay que caminar por las calles 2 de mayo y 8 de octubre, ambas al lado de la iglesia San Francisco, y darse así un viaje en el tiempo: casonas derruidas, otras a punto de venirse abajo, caserones con balcones en donde desde hace un buen tiempo ya no se posa nadie, ventanales inmensos desde donde solo nos miran fantasmas, viejos esplendores derruidos. Alguno que otro edificio ha tenido la suerte de aguantar el peso y el paso del tiempo gracias a sus esmerados habitantes.
Plaza del pueblo de Lambayeque - Lambayeque
Iglesia del pueblo de Lambayeque - Lambayeque.
Iglesia del pueblo de Lambayeque - Lambayeque.
Casa Descalzi, del siglo XVII - Calle 8 de octubre - Lambayeque
Para el limeño acostumbrado a mirar los viejos edificios coloniales del centro de la capital peruana, Lambayeque le parece una pequeña representación de una Lima antigua, parte de la que se perdió en algún momento para darle espacio al cemento de edificios sin gracia. Entre las casas que hay que ver en Lambayeque se recomienda LA CASONA DE LA LOGIA o Casa Montjoy, en la calle 2 de mayo, que ostenta lo que es considerado el balcón más largo del continente: 67 metros de madera que se eyectan hacia el exterior y la hacen casi una calle en sí misma. No pudimos tomarle fotos porque estaba en refacción (2010). Otra casona que hay que ver, aunque esté en un pobrísimo estado de conservación, es LA CASONA CÚNEO que fue construida en el siglo XVIII, lo que la hace la casona más antigua del pueblo y uno de los más añejos del norte peruano. Este edificio tiene una entrada tipo retablo y ventanas de hierro forjado de estilo barroco. Su estado es sintómatico de lo que significa para muchos el patrimonio cultural en el Perú: debe ser uno de los tantos casos en que un monumento histórico (oficialmente declarado en 1964) ha terminado por cobijar en su interior animales y desperdicios.
Casa Cúneo - Lambayeque
Lambayeque - Perú
Lambayeque - Perú
Lambayeque - Perú
Lambayeque - Perú
Personalmente, pienso que Lambayeque sería un buen sitio para quedarse ya que es más tranquilo que Chiclayo y tiene hoteles y comunicación con otros lugares interesantes. De hecho, nosotros continuamos desde allí nuestro itinerario esta vez hacia TUCUME. Para ello hay que regresar a la avenida Castilla (a la altura de la farmacia Inkafarma) que es la avenida que viene desde Chiclayo y tomar la combi hacia Túcume: 1.50 soles, 25 minutos. Hay que pedir bajar en “las ruinas” que no es sino la calle San Marcelo, desde allí una moto taxi hasta el museo de sitio de Túcume cobra 1 sol y el viaje dura 10 minutos.
Continuará...
Pablo