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A través de las vías del tren
estaban todos nuestros recuerdos destrozados,
incluso nuestra vida.
Todo era tan descontrolado a tu lado
que la sensación era tan
placentera y desconcertante como subir
a un tren sin saber cuál es el destino.
Sabes, teníamos algo tan bonito,
éramos tan felices y soñamos tantas cosas juntos,
que no entiendo cómo pudimos pasar de serlo todo
a cambiar de acera por la vergüenza a saludarnos.
Quizá por miedo a que los recuerdos nos quemen,
o que simplemente ya no existan
y seamos de nuevo desconocidos.
No entiendo cómo no nos paramos por la calle
mientras nos decimos:
"Eh, gracias por haberme hecho feliz aunque tan solo fuese un rato".