-¿Tienes pareja?
-….
-Eso es que sí, ¿no?
Marcos temía la respuesta de Laura. Después de tantos años jugando al ratón y al gato, por fin estaban compartiendo mesa y mantel. El jueves se encontraron por casualidad: uno miraba libros en un escaparate; la otra salía del cine. Destino o casualidad, lo cierto es que ahí estaban, la una frente al otro. Ambos sorprendidos de verse, los dos con las pupilas dilatadas y el cuerpo ardiendo. Seguían atrayéndose como el primer día. Como aquel 2 de febrero cuando sus vidas se cruzaron por primera vez, de casualidad, como anoche.
Ninguno de los dos se atrevía a preguntarlo. Hasta ahora nunca habían ido más allá de miradas penetrantes, intercambio de sonrisas y mensajes nocturnos. Siempre uno de lo dos había tenido pareja y el otro siempre respeto eso.
El jueves, al ver Marcos que Laura salía sola del cine, decidió dar el paso, y once años después de aquel primer encuentro, estaban cenando juntos. Que qué tal te va el trabajo, que dónde has pasado las vacaciones…Lo genérico de las preguntas no impedía que la tensión impregnara el ambiente. Apenas probaban bocado, les sobraba con mirarse.
Fue de nuevo Marcos el que se lanzó. Cuando, tras confesarle su soltería, al preguntar a Laura si tenía pareja, no escuchó el “no”, temió lo peor: que una vez más sus momentos vitales no coincidiesen.
-¿No contestas?, ¿a qué viene el misterio?
-No es misterio.
-Entonces no lo entiendo.
-No sé si decirte la verdad.
-Pues sería lo suyo, ¿no crees?
-Tengo miedo.
-¿Miedo?
-Sí.
-Me estás volviendo loco. ¿Miedo por qué?
-Porque esta vez no hay excusas. Porque he soñado años contigo, me he imagino en cien mil circunstancias, lugares y posturas a tu lado pero sabía que eran fantasía. Siempre he sabido que teníamos diferentes aficiones, maneras de vivir diversas…pero también era consciente de que si me besabas no iba a poder rechazarte, tuviera o no pareja. Aunque lo deseaba, evité tus esporádicos acercamientos porque si me decías “ven” iba a ir sin pensar en las consecuencias. Y eso asusta y claro….
Marcos no le dejó seguir hablando. La besó con toda la intensidad que pudo, con todas las ganas acumuladas estos años, con los nervios de la primera vez, con la tranquilidad de saber que todo iba a ir bien. Él siempre lo supo: si ella le hubiera dicho “ven”, habría ido.
Puede que hayan perdido el tiempo no atreviéndose a apostar el uno por el otro o puede que no fuera su momento, que si hubieran dado el paso antes la cosa no hubiera funcionado. ¿Quién puede saberlo?, ¿importa ahora?.
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