En Twitter (vaya, otra vez con el temita de los cojones) cada vez hay que andar más con pies de plomo. Ya he hablado de estos temas en más de una ocasión. Normalmente suele ser cosa de los ofendiditos ™, pero eso siempre lo escribo desde el punto de vista del emisor de los mensajes. Ya sabéis, cuando escribes cualquier cosa y te salta alguien ofendido por esa chorrada. Más de la mitad de lo que escribimos en Twitter suele serlo, al menos en mi caso personal. A veces hasta es gracioso hacerse el ofendidito™ con gente conocida. El problema suele ser cuando se va de madre y acabas con las menciones llenas de gente furibunda reaccionando a un comentario irónico o sarcástico.
No quiero hablar de eso hoy, prefiero centrarme en otros temas igual de chungos. Se habla mucho en los últimos tiempos de fake news. Yo prefiero el término castellano paparruchas. No solo mola bastante más, también se te llena la boca al decirlo y es una palabra con una gran sonoridad. ¿Podría entrar en la definición de España? Es posible, aunque no empiece por c. Si buscáis en el diccionario veréis que, efectivamente, paparruchas es la definición literal de eso que llaman fake news. En fin, paparruchas.
De lo que quería hablar es de la cantidad de cuentas falsas, cuentas alternativas y cuentas maliciosas que pululan por la red de microblogging y propagan bulos. Y no solo bulos. Intentan crispar el ambiente. No es algo complicado de conseguir, pero se empeñan en hacer un gran trabajo. Toda esta reflexión surge del tuit en respuesta a Pablo Iglesias por la liberación del campo de concentración de Auschwitz hace 75 años. En él, el líder de Podemos conmemoraba la llegada del ejército soviético al campo. Es lo que la Historia nos ha enseñado. Los soldados soviéticos se quedaron horrorizados. El caso es que una respuesta echaba en cara que el vicepresidente comunista hablara de liberación por parte de los soviéticos cuando «fueron los aliados» y los rusos no llevaron la liberación a ninguna parte. No he conseguido encontrar el tuit, pero creo que os podéis hacer una idea de cómo era el tuit en cuestión.
¿Cuenta falsa? ¿Ignorancia supina? Todo puede ser en el patio del pájaro azul. Sea como fuere, empiezo a estar un poco cansado de este ambiente que se ha formado. Un ambiente casi guerracivilista entre sectores ultras que nos pilla, al resto, en medio de un fuego cruzado. Tanto con paparruchas, como con mentiras, como con pretendida ignorancia. Llegado a un punto, no sabes si estás hablando con un troll, con un imbécil o con un estúpido. Y se hace difícil navegar por esas aguas. Los cocodrilos (o los tiburones, como prefiráis) se lanzan al remo de la barca a la mínima. No mola.
Empieza a no ser divertido pasearse por Twitter. Si bien el timeline (o cronología) lo haces según tus gustos e intereses, nada puede evitar que lo que dices se acabe propagando y deformando. De nuevo, no sabes si es por malicia o, simplemente, por ignorancia. Hay días tontos y tontos todos los días. A mi no me hacen mucho caso y paso como en sigilo por todos estos berenjenales, pero solo hay que ver ciertas cuentas (en su mayoría de mujeres feministas) para encontrar ese conato de odio, rabia y mala follá (no exclusiva de los granadinos). Un puñetero campo de minas que no apetece tanto cruzar.
Dudo, en muchos casos, sobre si es estupidez, ignorancia o maldad. Y eso es lo que más me jode. Porque la ignorancia se cura. La estupidez es mejor evitarla y la maldad, si puedes, evítala. Personalmente, evito contestar en la gran mayoría de tuits polémicos. Sea de quien sea. Leo las respuestas, me hierve la sangre, pierdo la fe en la Humanidad y en Españita, me dan ganas de pegarle fuego a todo, pero luego veo un vídeo de animalillos haciendo monerías y se me pasa. Sea como fuere, contestar no me hace algo bueno, pero tampoco callarme y leer burradas. Con lo felices que éramos en Twitter hace una década.