Revista Viajes
La Pedriza en la Sierra de Madrid.
La Muela domina el jardín de los Guerreros con su bañera y la grandiosidad de las vistas que aquí se muestran.
En estas encrespadas olas de piedra donde los montañeros cuentan su vida a los pájaros y los pájaros esperan a que comience la noche para conversar vidas de montañeros con los árboles y el cenceño. Pero los montañeros saben que sus vidas quedan para siempre silenciadas como las flores de montaña entre la piedra y el viento.
La Muela de la Pedriza tritura pesares y olvidos, mastica las penas de los guerreros de todos los tiempos, escucha sublime y enhiesta las risas todas y los gorjeos animosos de cualquier tiempo.
La Pedriza enhebra rebollas y peñascos en su grandiosa tela de seda, mientras los montañeros deslizan sus sueños entre la caducidad de la hoja y latemporalidad olvidada de la piedra.
He aquí los montañeros en la repisa que da acceso a la llambria que tendrán que subir para entrar en el Jardín del Pájaro.
En la repisa de piedra se han posado las aves y las botas de los montañeros, se han asentado las hojas durante el recreo del juego del viento. Los ojos humanos miran cumbres y cielos, imaginan horizontes y estrellas, escuchan arroyos y nevadas de otros momentos. Los montañeros escuchan el corazón de la Pedriza mientras esperan su turno para entrar en la brecha que los llevará hasta el Jardín del Pájaro y después hasta el Salón mismo del Pájaro.
Los montañeros tendrán que superar esa llambria suave por el tiempo y áspera por el esfuerzo; los montañeros saben que la suavidad y la espereza son la vida misma en movimiento; los montañeros sonríen por el éxito de su esfuerzo, por las aves y su vuelo, por el arroyo que canta, por el aroma de las flores, por el perpetuo bullir interno de la montaña de la Pedriza.
Javier Agra.