Revista Opinión
Era despistado y solitario, siempre ocupado en las musarañas que habitaban en su cabeza y enfrascado en detalles que a los demás pasaban desapercibidos. De sus labios brotaban de vez en cuando las palabras sucintas para proferir alguna frase que parecía carecer de sentido. Paseaba por lugares tan solitarios y apartados como él mismo, y apenas conoció amigos que pudieran ser considerados tales. Vivía en la vivienda en la que había nacido y donde se había quedado como único ocupante desde que murieran sus padres. Nunca tuvo hermanos y ningún familiar se había dignado a visitarle en aquella soledad que lo alimentaba. Siendo listo para los estudios, se mostraba incapaz de conservar ningún trabajo en que el aburrimiento no lo sumiera en un aislamiento improductivo y sospechoso. Frugal y desordenado, exhibía una figura tan delgada como desaliñada, ajena a modas y compañías. Conocido por todos en la localidad, siempre lo consideraron que andaba entre las nubes, de donde nunca descendió. Sólo allí parecía encontrar lo que tanto buscaba: ser comprendido.