Revista Economía
Rememorando a D. Miguel de Unamuno en Salamanca, en los aciagos días del otoño del 36, el Madrid y el Barsa andan “entre los ‘hunos’ y los otros” jugando con fuego. Y se pueden quemar.
En el club blanco, los de Atila estarían representados por su presidente y el entrenador actual. Florentino Pérez pasará, aunque él ha puesto los estatutos para que sea lo más tarde posible, y será recordado como un buen gestor económico – ojo al posible maquillaje contable-; pero como un mal presidente en cuanto a títulos relevantes. Este será su décimo año y, como marcha ahora, su bagaje se limitará a tres ligas, una copa de Europa y otra del Rey. Si tenemos en cuenta, además, que dos ligas y la champions las obtuvo con la base del equipo y el técnico que heredó de Lorenzo Sanz – Raúl, Hierro, Salgado, Roberto Carlos y Casillas como columna vertebral, y Del Bosque a los mandos - más sus tres primeras estrellas: Figo, Zidane y Ronaldo, consecutivamente; y que la última liga y copa domésticas, las ha ganado con el mejor goleador de la historia merengue, Cristiano Ronaldo, heredado a su vez de Ramón Calderón que fue quien lo fichó, tendremos el panorama de éxitos deportivos bajo su presidencia; discretísimos resultados para diez años. Si tuviéramos en cuenta el dinero que se ha gastado para ellos en fichajes y el desprecio total por los jóvenes valores de la cantera – el verdadero patrimonio económico y futbolístico que podría dejar en herencia - se podría decir con rotundidad que es el peor presidente en la historia blanca; números cantan. Pero todo esto, que tantas veces hemos comentado desde hace dos años en estas páginas, no será nada comparado con la herencia que dejará a su inevitable marcha. Habrá cambiado la ciudad deportiva de la acera de la Castellana a Valdebebas – su mejor, aunque muy discutible logro- y muy probablemente remodelado el Bernabéu haciéndolo un estadio modélico en el centro de una gran ciudad; donde lo dejó D. Santiago. Pero como legado deportivo, si no se cae del caballo como S. Pablo, dejará un club arrasado y con muchos años por delante para volver a ser el Real Madrid que fue considerado como el mejor club del Siglo XX.
Ahora bien, como también hemos glosado, es el más listo de cuantos lo han presidido. Ni Bernabéu tuvo en sus mejores momentos la aceptación popular de Pérez en el madridismo; un fenómeno moviendo los hilos de masas. Y a nivel personal, su verdadero objetivo, un empresario de éxito conocido en todo el mundo cuando en el año 2.000 no lo conocía nadie en Madrid ni en España.
En cuanto a Mourinho, confieso que ahora que le suelta estopa todo el mundo me da pereza criticarle. Desde hace dos años sostengo que es un entrenador mediocre para el Real, a pesar de sus triunfos por donde ha pasado, aunque pueda ser bueno para otros. Y lo he mantenido así desde el principio por el respeto y el cariño inmemorial que me merece el club. Un equipo señor no puede estar dirigido por un chuflas, mal encarado, además. Gane lo que gane, que de momento es bien poco con los medios que le han puesto a su disposición – nadie los ha tenido nunca en el Madrid-, ha ensuciado reiteradamente los radiantes colores blancos madridistas hasta dejarlos reducidos a un irreconocible equipo de pueblo, de barrio o de ciudad acomplejada, con todos mis respetos. Quejas, excusas, llanteras, agresiones verbales y físicas, laminación a diestro y siniestro de cuantos osen poner en duda sus criterios o decisiones, y desprecio indisimulado a todo lo que suene a éxito español o de españoles. Su enésima fijación narcisista es con Del Bosque. Si alguna vez este ‘mindundi’ lusitano le llegara, deportiva y sobre todo humanamente, a la suela del zapato a nuestro seleccionadorpodría aspirar a atarle las botas. ¡Menudo elemento!
Y del Barsa de los ‘hunos’: nefastos mandamases politizados, y de los otros, magníficos futbolistas y deportistas, ¡qué pena la inoculación del virus político a todos sus niveles personales e institucionales! Laporta y Rosell, ‘pesebreros’ de los independentistas y los ‘pujolesman’, y del cada vez más impresentable Mas, dejarán una herencia calamitosa para sus colores, por excelente e insuperable que sea su gestión deportiva, que lo es. La cultura se puede defender, es lícito, pero la política para los políticos. Y el fútbol en el prado; Di Stéfano ‘dixit’.