Revista Literatura
El calor humeante de la taza de café, hace que Marina empieze a sentir que vuelve un poco en sí. Sumida totalmente en su pensamiento, se siente absatraida del mundo que gira a su alrededor. Como si se hubiera adentrado, con pasos vacilantes hacía su mundo interior.
Con la mirada fija en ese pequeño remolino de espuma de café; en sus ojos se reflejan las pequeñas crestas que surgen al mover la cucharilla, asemejando una pequeña danza en espiral.
Marina espera...espera sin ninguna prisa. Mientras el mundo sigue su movimiento...
Retrocede con su pensamiento veinticinco años atrás. Su memoria florece intacta. Sus recuerdos cobran vida como si no existiera el nexo del tiempo. Despiertan sacudiendose el polvo e incluso algunas infimas telarañas, creando un halo a su alrededor.
Se vuelve a sentir joven y enamorada. Puede notar las pequeñas mariposas revoloteándole en el estómago, tan sólo por pensar en él...pensar en Juan. Por caprichos del destino, sin ninguna razón en concreto se habían separado. No conseguía saber si fue por su juventud o porque ella vivia en otro país. Pero podía verse delante de él diciendole adiós.
Se llevó la mano hacía la cara, con un movimiento incosciente. Podía sentir sus lágrimas recorriendo sus mejillas. No supo más de él. Nada.
Con el tiempo Marina se casó. Con una persona que demostró no ser lo que ella pensaba. Tras años de maltratos, de dolorosos golpes sin medida, decidió que ya era suficiente. Sus hijos ya eran mayores de edad. Era el momento de cambiar el rumbo de su vida...
Y lo consiguió. Volvió a vivir sin miedos, en soledad...pero tranquila.
Una noche, estando en casa; tumbada en el sofá leyendo un libro, sonó el teléfono.-
- ¿Si? .- preguntó Marina.
- Hola Marina...¿te acuerdas de mi? ¿sabes quién soy?.- le preguntó una voz que le resultó familiar...
-Perdone, pero en este momento no sé...- dudó Marina.
- Marina soy Juan...-oyó decir al otro lado del teléfono.
En ese momento sintió como toda la sangre se detenia en su cara. ¿Juan?... pero ¿es posible?...- pensó con rapidez.
-Me gustaría poder verte. LLevo años intentando saber de ti. ¿Por qué no quedamos mañana en la cafetería del aeropuerto para tomar café?.- prosiguió hablando Juan.
- Me encantaria. Por supuesto. ¿A qué hora?.- consiguió decir Marina casi sin voz
-Sobre las diez...Entonces, mañana te veo.- concluyó Juan sin vacilar.
- De acuerdo, alli nos vemos.- se despidió Marina. Por un segundo, su mirada se quedó clavada en ese teléfono. Totalmente impactada por lo que acababa de suceder. Un millón de emociones la embargaron. Pero una fuerte determinación crecia en su interior...No faltaría a la cita.
El destino y sus caprichosos criterios son así...
Marina sólo tuvo que levantar la vista de esa taza de café para que su mirada se encontrara con la de Juan, que en ese momento entraba en la cafeteria. Y lo supo. Supo que su amor todavía vivía en su corazón, que siempre había estado ahí...
Juan se acercó a ella y la besó...
- Hola...-le dijo a la vez que se sentaba enfrente de ella, sin apartar los ojos de su mirada.
Para el resto del mundo que giraba a su alrededor, tan sólo significaron un segundo de su tiempo...Después de todo, tan sólo era una pareja; como otra cualquiera... tomando un café.