Últimamente me están pasando algunas cosas curiosas, y, como ya sabéis que este blog es el desagüe y la purga de mi corazón, os las voy a contar.
Se trata de méritos científicos-académicos, seguramente modestos, pero que me llenan de satisfacción y de alegría. (Y también de sorpresa).
Lo primero fue que se pusieron en contacto conmigo para ser uno de los lectores-informadores de un artículo candidato a ser publicado en la prestigiosa revista Constelaciones.
¿Yo? ¿Por qué yo? ¿Juzgar yo a un autor? Yo no soy nadie. No tengo ningún mérito académico, ningún peso científico, ningún prestigio.
"Se han debido de equivocar conmigo", me dije. Es algo que últimamente me suelo decir mucho. Mi honradez me lleva a explicarle a quien me ha llamado que no reúno los requisitos adecuados, pero nada: insisten y entonces sí que me dejo querer.
Lo segundo fue que yo, a mi vez, publiqué sin mayor problema, pasando con comodidad y rapidez los preceptivos controles de calidad, un artículo en el número 1 de la revista VAD (Veredes, arquitectura y divulgación)
Otro "éxito" ha sido que recientemente El Confidencial ha publicado un reportaje sobre Gutiérrez Soto y el autor consultó este blog entre otras fuentes y me entrevistó (junto con gente muy prestigiosa). Me cita mucho. Tanto que después una de las hijas de Gutiérrez Soto se puso en contacto conmigo para agradecerme lo que conté de su padre. (En ese momento sí que me pareció que lo que yo había dicho eran cuatro tonterías).
Ahora me llega este libro, muy profundo y riguroso, de varios autores, entre los que me encuentro:
También me han invitado a participar en una mesa redonda sobre Curro Inza el próximo 1 de octubre en la sede del Colegio de Arquitectos de Segovia. (Todo ello, también, por las dos entradas que le dediqué en este blog).
Y ya, para colmo, estoy en proceso de tener una actividad académica que me va a entusiasmar y de la que contaré algo cuando lo tenga más definido.
Qué locura. ¿Y todo esto de dónde viene? Pues en definitiva de este blog. (Lo de Gutiérrez Soto y lo de Curro Inza directamente, pero lo demás también de alguna forma).
Repito: ¿Todo esto por qué? En el último libro que he mencionado hay un breve apunte biográfico de cada autor. Todos tienen honores académicos, cometidos docentes, ponencias, estancias... Yo, aparte de decir que soy doctor (bueno sí) y que tengo publicada alguna cosa (ya se está viendo) digo que ejerzo mi actividad profesional por libre. Y punto.
Eso quiere decir que estoy a dos tareas, entre Pinto y Valdemoro, ni chicha ni limoná, y mientras estoy terminando de repasar un artículo me entra un whatsapp de un cliente: Que si en la cubierta de su porche son cinco IPN o seis. "Son seis -le contesto-. Cinco espacios entre correas y seis correas". Estamos whatsappeándonos durante unos minutos y tengo la sensación de que no nos estamos entendiendo del todo. Le digo que mañana voy a verlo.
Nos vemos y comentamos si esta correa vuela un poco... si el alero... si el canalón... Lo repetimos todo varias veces, en una especie de diálogo de besugos. Yo gesticulo como si estuviera construyendo la cubierta del porche con mis manos, y hasta que no siento que me ha entendido perfectamente no paro.
Al final me vuelvo al estudio bastante más tranquilo. Y sigo escribiendo sobre espacio, sobre forma, sobre... ¡Leches, que estoy haciendo un porche de lo más anodino y trivial! ¿De qué narices estoy pontificando? ¿A qué estoy jugando?
¿Qué soy: un arquitecto trivial, de batalla, de porche, piscina chaletera, certificado de eficiencia energética y, en el mejor de los casos, vivienda unifamiliar paleta, o un articulista, orador, crítico? Pues las dos cosas, y ni una ni otra. Valgo para todo, pero todo mal. Soy como el pato: vuelo, nado y ando. El pato vuela, pero no muy bien; nada, pero tampoco se distingue especialmente por ello, y anda, pero cómo anda. Ese soy yo: Ni un teórico, ni un profesional práctico. Demasiado elucubrador y pensador como para resolver limpiamente un problema utilitario (y ganar dinero con ello) y demasiado poco elucubrador y pensador como para elucubrar o pensar algo interesante y valioso.
No obstante, me reconozco un ego superlativo, una soberbia luciferina. Los pequeños éxitos que he mencionado antes me hinchan como un pavo. Y no digamos el tuit que acabo de leer:
-No sé por qué borro el nombre y el rostro del autor. Por una especie de pudor.
-Pues si te da pudor no lo pongas, exhibicionista.
De nuevo la sensación de intruso, de impostor. Pero al mismo tiempo un enorme placer, una honda satisfacción. Qué raro todo. Qué extraño fue crear este blog en el peor momento profesional (y uno de los peores momentos personales) de mi vida, cuando todo se me hundía bajo mis pies. En todo caso cada día que pasa me alegro más de haberlo hecho. Fue una buena decisión.
En definitiva, decido disfrutar. Decido que si uno tiene éxitos que no merece, bendito sea; que si uno aprueba un examen por pura chiripa sin haber estudiado, pues ole; que si la chica por la que suspiras te dice que sí, pues viva; que si las cosas te salen bien aunque no las merezcas, pues fantástico. Es más: Si te salieran bien porque las merecieras sería lo normal y previsible y no suscitaría mayor entusiasmo, pero si lo consigues sin merecerlo es cuando de verdad mola. ¡Vivan los impostores! ¡Gloria a los intrusos!
Llego a casa llevando en la mano el libro que acabo de recibir y se lo enseño (o se lo intento enseñar) a mi mujer:
-¡Me han publicado aquí! ¡Es un libro de varios autores y uno de ellos soy yo! ¡Uno de los textos es mío! A ver... Sí, aquí -y pongo mi dedo bajo mi nombre-. ¡Y bilingüe! ¡En español y en inglés! ¡Me han traducido y todo! Es fantástico, ¿verdad?
-¿Y esas cejas? ¿Pero usted ha visto las cejas que tiene? Pero córtese esos pelos, por favor, que está usted impresentable. ¡Ay, Señor, qué hombre! ¡Siempre dando la nota con esas pintas! ¡Y a ver si se pone usted a adelgazar de una vez por todas, que así no puede ir por ahí!
-Hmmmm. Y me han invitado a Segovia, a dar una conferencia.
-¿A Segovia? ¿Qué día? Me apunto. Me encanta Segovia.