Esta seta, de la familia de los coprinus, que recibe, entre otros, los nombres de apagavelas por su forma, sombrerillo, chipirón de monte o seta de tinta, que crece especialmente en prados y cunetas con mucha materia orgánica e incluso estiércol, tuvo un papel relativamente destacado durante la Segunda Guerra Mundial.
Este hongo, de color blanquecino, tiene un sombrero que puede tener hasta 15 cm de diámetro, con escamas superpuestas algo más oscuras. Posee un pie largo, liso y hueco de hasta puede alcanzar 30 cm de altura y 1,5 cm de diámetro. El hecho de que sus láminas cuando se pudren (se autodigieren) se vayan disolviendo hasta convertirse en una especie de tinta negra la hizo especialmente útil para los servicios de seguridad nazis.
Esta singularidad era ya conocida desde la Edad Media y era muy utilizada por los monjes. Estos las recogían y las guardaban dejando que se pudriesen. La pasta resultante se filtraba para usar el líquido derivado como tinta para sus escritos. Este uso fue el que interesó a los nazis para crear un sistema de defensa para evitar las falsificaciones. Tanto Hitler como su entorno más cercano, especialmente los militares, firmaban todos los documentos de carácter oficial con esta peculiar tinta. Para conocer su autenticidad, en caso de duda, se observaba el documento bajo un microscopio: si se veían con claridad las esporas, el documento era verificado como auténtico. En caso contrario, era claramente una falsificación.

La casa de las setas
Amanita cesarea
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