La música suena. Es justo esa canción pegajosa. Al instante sus ojos cruzan una mirada llena de complicidad, en medio de la multitud. Ambos comienzan a saltar en su silla, haciendo el mismo paso de baile.
Luego, sin importar que la pista de baile (improvisada) aún está vacía, ambos se levantan felices a bailar esa canción pegajosa.
Parece una novela, pero no es más que uno de los episodios entre Daniela y Bobby, que me dejan con un nudo en la garganta de la emoción.
Con apenas 3 y 1 1/2 años, me mostraron de forma transparente ese lazo especial y único que existe entre los hermanos.
Son esos instantes mágicos que las madres guardamos en el corazón, y que hacen que la crianza de 2 bebés (ya que solo se llevan 19 meses) valga la pena.
Ahora que Nicolás viene en camino, añoro verlos jugar y compartir, especialmente cuando veo a Bobby jugando carritos con él, colocando sus favoritos sobre mi vientre. Y Daniela haciéndole miles de preguntas como: comes? Bailas hermanito? Y ver como Nicolás le contesta con una patadita.
Y entonces ya no serán dos, sino tres los que bailarán al ritmo de la música pegajosa, en medio de la multitud.
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