En las últimas semanas no paramos de ver noticias de autores que abandonan el barco de los superhéroes. Primero fue Paolo Rivera, anunciando que no renovaba con Marvel, poco después Brubaker hizo lo propio afirmando que abandonaba la serie del Capitán América en la que llevaba casi 8 años y el resto de su trabajo para la compañía excepto un par de series concretas -y está por ver cuánto dura en ellas-. Unas semanas después Marcos Martín afirmaba en una entrevista en RNE3 que tampoco renovaría contrato con la Casa de las Ideas, y la semana pasada fue el irreverente Grant Morrison quien sorprendió a todos anunciando en una entrevista a CBR que abandonaba no solo Action Comics sino también toda opción de encargarse de cualquier serie regular superheroica durante un tiempo.
Lo primero que viene a la cabeza al leer esta lista de abandonos en masa son los derechos de autor. Ese concepto clave que sobrevuela amenazante cada noticia referente al mundo del cómic. Numerosos autores antes que los arriba mencionados han abandonado las grandes compañías una vez adquirido un nombre y un prestigio entre el público para dedicarse a realizar proyectos propios, de los que pueden recibir beneficios más allá del cheque inicial. El más reciente, y probablemente el más famoso también, ha sido Mark Millar, que desde no hace mucho se dedica en exclusiva a su propia producción bajo su propio sello -y por cierto con autores de auténtico lujo y de momento con un éxito indiscutible-, pero no ha sido él el primero en admitir abiertamente que el work-for-hire es una mera herramienta para llegar a un fin. Un fin que se aleja de las grandes compañías. Warren Ellis ya lo avisó hace tiempo, y poco a poco va cumpliendo, alejándose de Marvel y publicando cada vez más material propio, incluyendo un reciente contrato literario para varias novelas.
Pero existe otro elemento subyacente a estos abandonos que parece quedar en un segundo plano cubierto por la sombra de los derechos de autor, pero que sería mejor no pasar por alto. Brubaker dijo en la entrevista a Tom Spurgeon en la que anunció su salida del Capitán América: “Con el trabajo de encargo he llegado a un punto en el que me estaba empezando a sentir exhausto. Como si mi depósito de cómic superheroico estuviera casi vacío, básicamente.”
Igualmente, Morrison afirmó en su entrevista para CBR, refiriéndose a su trabajo en superhéroes: “Una vez finalicé ‘Supergods’, me sentí como si hubiera dicho todo lo que necesitaba decir sobre ese material.(…)La idea fue siempre seguir haciéndolo mientras me proporcionara mucho placer y me permitiera expresarme a mí mismo. Y todavía lo hace, pero puedo ver el final acercándose.”
Mientras que desde Marvel y DC parecen querer mostrar el buen momento que vive el cómic de superhéroes en la actualidad y la enorme cantidad de ideas geniales que están surgiendo de las nuevas hornadas de autores que van llegando, por otro lado parece que los mejores autores del medio, aquellos que han revolucionado en mayor o menor medida géneros o personajes, los Morrisons, Millars y Brubakers, se están quedando sin ideas. Y si ellos se quedan sin ideas ¿Qué nos queda?
Me vienen a la cabeza dos razones para esta situación. La primera es que en el cómic de superhéores no quede realmente gran cosa que contar, lo que provoca que los grandes creadores busquen otros ámbitos en los que expresarse; una situación que nos llevaría inexorablemente a una crisis del género probablemente peor que la que vimos en los ‘90. La segunda opción es más optimista. Supone básicamente que la vida artística de los autores
sigue un curso prototípico que los lleva en su juventud al cómic de superhéroes y con los años los desencanta del género y los hace buscar otras salidas. Esta segunda opción es obviamente mucho más optimista por lo que no implica el fin del género sino la simple renovación cíclica.
Las opciones están claras: renovación o fin.
Muchos de los tebeos que publican en la actualidad Marvel o DC le hacen a uno perder la esperanza. Y más cuando vemos que otros medios –el cine básicamente, pero no únicamente están tomando el control del género hasta influir directa y abiertamente en los propios cómics en lugar de ser al revés. Pero también quedan autores que equilibran la balanza por la renovación, autores que siguen contando historias originales, innovadoras y de calidad como Marc Waid, Rick Remender o Scott Snyder. Autores en cuyas manos tendremos que confiar el futuro de los superhéroes. Me veo incapaz de decantarme por ninguna de las dos opciones, quizá sea demasiado optimista o simplemente demasiado indeciso. Además, de pesimistas ya está el mundo lleno.