Revista Cultura y Ocio

Entre visillos

Publicado el 20 octubre 2011 por Brisne @Brisne72

Entre visillos

"Él encendió su cerilla y al acercarla al pitillo la mano le temblaba. Elvira cursó las piernas con voluptuosidad, arqueando los empeines. Emilio estaba muy cerca. Sentía deseo de reclinar la cabeza en su hombro y que el sofá fuera un tren, ellos dos compañeros casuales de viaje. Si se le viera por primera vez, ¿Emilio qué impresión causaría?, le gustaría saberlo."

Al leer Ente visillos no he podido evitar pensar en mi madre. Las mujeres que habitan sus letras son jovencitas de los años 60, me las he imaginado con sus moños y sus vestidos a la espera del matrimonio. Entonces no había más opción, una estudiaba bachillerato con suerte y se buscaba un marido. Y no importaba tanto que el chico te gustase como que fuese el adecuado. Iban al cine, siempre que el confesor lo permitiese, iban a alguna fiesta, siempre que al padre o la tía les pareciese bien y veían pasar la vida a la búsqueda de un marido. Estas señoritas bien nos regalan una época pasada, un sentir pasado, una vida gris que tantas habitaron. Y yo he pensado en mi madre, que ni era niña bien pero que siguió ese patrón. Se casó, llevó una casa y tuvo hijos. Como la mayoría. Como sus madres. Mujeres que no aspiraron a grandes cosas pero que nos llenaron de sueños e ilusiones. Madres que hoy siguen siendo la columna en la que nos apoyamos, las que cuidan nuestros hijos, las que piden nada, las que trabaron sus sueños por un marido y unos hijos. En algún pasaje del libro el novio le dice a la novia, que con que sepa llevar la casa basta. Y ella abandona los estudios y todo por seguir a su lado. Y eso hizo una generación que nos ha dado luz a nosotras. Nosotras, las de ahora, las que nacimos en los 70, incluso en los 60, que soñamos en sus ojos y que desarrollamos carreras y trabajos. Nosotras, la generación que rompió con el pasado. Ellas son las artífices del cambio. Algunas lograron trabajar, de maestras, de telefonistas, y dejaron a sus hijos la herencia del esfuerzo, el sigue un poco más, el consigue un mejor trabajo. Otras, desde la soledad de su cocina, transmitieron los mismos valores. No dependas del trabajo de tu marido, la vida da muchas vueltas. Y nosotras, los vástagos, a veces les hicimos caso, a veces no. Algunas incluso piensan que la vida sin trabajo remunerado es buena, es magnífica, pero creo que el impulso de esas señoritas que iban al cine cada domingo, que bailaban en casas de amigos, que merendaban chocolate y bizcochos, ha cambiado la sociedad. Vivimos en un mundo mejor gracias a ellas. Pese a que todas llevamos unas medias de recambio en el bolso por si nos hacen una carrera. Pese a que algunas no entendamos su fervor al confesor, o que dejasen de ir al cine cuando se casaron. Porque casarse entonces era renunciar hasta el cine. Entre visillos me ha llevado a ellas. En su narración fragmentada, levantando el visillo de la cortina de la sociedad de los 60 y dejándonos ver el interior de esos salones, de esas fiestas, de esas meriendas, de esos confesores. Incluso el impulso de ese profesor alemán que insiste en que Natalia haga una carrera, dispuesto a luchar contra el padre o contra quien haga falta. Ese impulso que luego todos hemos tenido. Es bonito mirar y recordar que hace no tanto tiempo muchas mujeres sólo aspiraban al matrimonio.http://feedburner.google.com/fb/a/livefeed?id=ri6e1gq8734efuk7f5arnr56ic


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