Revista Religión
“Vengan, pongamos las cosas en claro — dice el Señor —. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” Isaías 1:18 (Nueva Versión Internacional).
El pecado separa a los creyentes del SEÑOR. Pecados acumulados y no confesados a DIOS merman la vida del cristiano. El creyente puede pasar días enteros llevando el peso del pecado sin darse cuenta, no obstante ello le entristecerá.
Cada vez que un creyente reconoce sus faltas, éste recibe ayuda de DIOS para avanzar firme en Su voluntad. Por el contrario no confesar nuestras faltas será cada vez más pesado. Si bien es cierto que la relación Padre e hijo de DIOS y los suyos no cambia cuando éstos pecan, también es cierto que confesar sus pecados en una necesidad para mantener una conciencia limpia y sin culpa ante DIOS. Jesús sabía esto por eso comparó el lavado de los pies de las personas como confesar pecados al Padre, es decir no tener que ser lavados de nuevo por Su sangre, sino solo ser limpios de los pecados que se acumulan día a día (Juan 13:10).
Algunos de los pecados que pueden pasar por desapercibidos entre los creyentes pueden ser: orgullo, idolatría o incredulidad. Cuando un creyente vive esforzándose mucho está pecando contra DIOS pues no confía plenamente en Él, sino confía en sí mismo (orgullo). Todo aquel que día a día se levanta con temor o poniendo un problema o enfermedad por encima de DIOS, está cometiendo idolatría; éste debe arrepentirse y pedir ayuda al SEÑOR. Cuando alguien duda respecto a las promesas que ha recibido de parte de DIOS, está pecando de incrédulo y debe pedir ayuda al SEÑOR para volver a creer.
No andes cargando con pecados por la vida, ponte a cuentas con Jesús y entrégale cualquier peso que esté causándote aflicción.Autor: Richy Esparza
Escrito para: www.devocionaldiario.com