Alberto Díaz nació en Barcelona en 1975. Estudió Derecho y ejerció de investigador privado, pero optó por dedicarse a otra cosa. Lleva más de una década consagrándose al periodismo musical en revistas como Ruta 66 y Popular1, aunque nunca ha estudiado Periodismo. Persiguiendo ángeles es su primera novela.
-¿Cómo y cuándo supiste que querías ser escritor? -Cómo y cuándo. Vaya, esta pregunta es difícil. La primera pregunta de la lista y ya empiezas fuerte. Supongo que podría improvisar una buena historia y decir que el “cómo” responde a algún tipo de revelación mística o algo así. Yo qué sé, el poltergeist de Lovecraft o Raymond Carver hecho un zombi podían haberme visitado una noche de fiebre, para convencerme de que escribiera algo… Estaría bien, ¿no? Eso sería un “cómo” bastante potente. Pero qué va, creo que el gusto por escribir me fue llegando sin darme cuenta de crío (ahí tienes el “cuándo”). De pequeño, en mis años de escuela, la EGB de antes, solía escribir y dibujar en cuadernos de espiral historias bastante tópicas sobre héroes de acción, monstruos y aventuras raras, y luego se las iba pasando a mis compañeros de clase. Solían gustar bastante. Todavía tengo un montón de esas libretas guardadas por ahí; incluso hice mis propios ‘elige-tu-propia-aventura’… De crío estaba muy colado por esos libritos.
-¿Por qué te hiciste escritor? -Vaya, esta es más fácil: uno no se ‘hace escritor’. Al menos, juraría que eso es virtualmente imposible. No es como meterte en una máquina de teleportación y salir de ella convertido en mosca humana, ¿sabes? Se me hace muy raro decir que soy escritor, aunque haya escrito un par de novelas y tenga una publicada, bla-bla-bla. Prefiero pensar que soy un tío que escribe, realmente. Ponerle la etiqueta oficial queda bastante pedante, así que si me preguntas por qué me dio por escribir, te diré lo mismo que antes: eso llega sin que te des cuenta, te pilla por sorpresa y, de forma natural, vas haciéndolo tuyo hasta que forma parte de tu vida. Así de sencillo. Cualquiera puede escribir, pero no todo el mundo necesita hacerlo. Yo soy de los que tienen el mono encima cada día; ahí tendrías el porqué de todo esto: adicción pura y dura.
-¿Dónde buscas y encuentras la inspiración? -Cualquier sitio vale, sólo es cuestión de estar muy atento. O terriblemente abstraído, da lo mismo; porque en esto de ligar con la inspiración, ella siempre acaba eligiéndote, tú no tienes nada que hacer. En mi caso, me gusta partir de las pequeñas cosas que me rodean, detalles tontos o triviales, captarlos con el microscopio y luego hacer un zoom out salvaje, dejando que ocurra cualquier cosa. Eso es divertido, y no tienes que moverte mucho. Supongo que gran parte de la inspiración la encuentro en la caricatura de lo cotidiano. El ritual de lo habitual, magnificado hasta extremos de una épica ridícula.
-¿Eres maniático a la hora de escribir: lo haces siempre a la misma hora, el mismo sitio, sigues algún tipo de ritual o por el contrario te dejas llevar por la inspiración, estés donde estés?-No. Nada de reglas ni manías. Dejo que ocurra, me pille donde me pille. Llevar encima un cuaderno de notas suele ser muy útil en estos casos, o algún post-it, servilletas de papel de un bar, lo que sea. Hace un tiempo llevaba encima una grabadora digital, en plan agente Cooper, ya sabes… pero aquello era realmente marciano. Es raro escucharte a ti mismo recordándote ideas o imágenes, como un yo-del-pasado dando directrices que, durante un momento, tuvieron sentido pero horas más tarde no tienen ninguno: “termos llenos de champán francés, tuppers de plástico de todo a cien hasta arriba de caviar iraní”… cosas así. Una vez has unido los puntos es perfecto, pero oír tu voz soltando acertijos en pleno razonamiento de quebrados puede resultar bastante demente. Así que nada de grabadoras.
-¿Cómo definirías Persiguiendo ángeles? -Definitivamente, es una novela intensa. En todos los sentidos. Cuando escribí la última palabra del libro y dejé caer su punto final, me sentí completamente aliviado. Me encanta cómo ha quedado, he tardado alrededor de dos años en darle forma, pulirla, quitar toda la grasa y volverla a pulir… pero construir algo así ha sido una experiencia extenuante. De esas que no podría repetir, aunque quisiera. Es mi pequeño monstruo de Frankenstein, una criatura que a primera vista puede parecer aterradora pero que, detrás de las cicatrices, oculta cierta extraña belleza. Por un lado, horroriza; por otro, cautiva. Es oscura y asfixiante, pero ágil y, en cierto modo, incluso musical. No sé, desde dentro puedo definirla de muchas maneras, pero lo importante aquí es que sea el lector quien tenga su propia lectura del asunto.
-¿Hay algo de autobiográfico en esta novela? -La novela trata de lo mezquinos que podemos llegar a ser cuando nos encontramos en horas bajas. A todos nos han roto el corazón alguna vez y eso no es agradable: dependiendo de lo fuerte que seas, reaccionarás de un modo u otro, pero el dolor no te lo quitará nadie. Ni tampoco el resto de sentimientos que forman parte del pack: tristeza, humillación, dependencia, odio, frustración, angustia… en ese sentido sí encontrarás algo de biografía. Como el protagonista de la novela, todos somos seres humanos y hemos pasado por momentos así. Ahora, enfoca bien sobre ese sentimiento jodido y haz zoom. Atrapa el detalle y fuerza una panorámica, estíralo y caricaturízalo. El desamor de toda la vida se transforma en Moby Dick descendiendo a los infiernos… Una imagen totalmente apocalíptica si estás cayendo en picado, pero completamente esperpéntica si la observas desde una distancia prudencial.
-¿Qué es lo mejor y lo peor que has oído de Persiguiendo ángeles?-Lo mejor es comprobar lo mucho que está gustando, da igual cómo me lo puedan decir. Por el momento, no ha dejado indiferente a nadie, y eso es algo de lo que me siento muy orgulloso. ¿Lo peor? No he oído nada malo todavía. Bueno, alguien me dijo que era “demasiado dura”, pero eso es bueno, ¿no? porque nunca es demasiado.
-¿Cómo se te ocurrió una historia tan original pero al mismo tiempo violenta, fría, desesperada, llena de odio, impactante?-La idea me vino durante una noche de fiebre, tirado en la cama. Estaba tiritando y muy jodido, y comencé a anotar en mi libreta delirios muy raros, imágenes sin mucho sentido sobre gente odiosa, personas aparentemente normales que en realidad estaban podridas por dentro. Aquello, supongo, servía para hacerme sentir mejor: prefería estar sudando y desvariando por la fiebre que cambiarme por ellos, o algo así. Era como una lista chiflada de gente que, sin existir, estaba mucho peor que yo. Un par de días más tarde volví a echar un vistazo a aquellos garabatos y me quedé con la idea básica, esa que los alemanes llaman “schadenfreude”: el placer del espectador por el sufrimiento o las infelicidades ajenas. Una cosa llevó a la otra y de ahí surgió el germen de Persiguiendo ángeles, con su asqueado protagonista justificándose a través de la ilusoria captura de ángeles a priori más jodidos que él.
-¿Qué querías transmitir con una obra así? ¿Escandalizar, impactar, remover conciencias?-Ni escandalizar ni remover conciencias: lo último que se me ocurriría sería dar consejos o tratar de provocar a nadie. Impactar… bueno, eso sí, un poco. La novela está escrita de un modo muy particular: a ratos es densa, otras veces tiene estructuras más dinámicas, con “estribillos” que se repiten, muchos flashes, puntos aparte, analogías chocantes… La historia la narra un tipo que está pasando por un mal momento, un tío confundido y cabreado, así que su discurso se mueve entre la alucinación y la coherencia extrema. En ese sentido, para tratar algo tan universal como la idea del desamor y sus sentimientos-satélite de un modo distinto, necesitaba dar con una forma impactante, y así explorarlo todo hasta las últimas consecuencias.
-Hoy en día los malos tratos, la violencia doméstica es una lacra en nuestra sociedad que parece imposible de erradicar. ¿No tienes miedo de que acusen a tu novela de apología de los malos tratos?-No, para nada. Si has leído la novela, sabrás que no tiene nada que ver con eso. Más bien todo lo contrario, pues el mensaje está en un extremo completamente opuesto. Si alguien me acusara de hacer apología de algo tan detestable, me fastidiaría mucho… porque eso significaría que no habría entendido nada de nada. Es más, el público que mejor está reaccionando con la novela es el femenino, un dato que me parece fantástico. A diferencia de vosotras, los tíos somos simples como canicas, pero podemos ser muy creativos en lo que a miseria emocional se refiere. La novela, básicamente, os da algunas pistas al respecto dentro de una ficción bastante abstracta.
-¿En qué proyecto literario estás trabajando ahora? -He empezado a escribir una nueva novela, la tercera ya. La ‘número dos’ no tiene nada que ver, en fondo ni forma, con Persiguiendo ángeles; y esta nueva tampoco se parece a las anteriores, aunque las tres coqueteen con lo extremo de un modo u otro. También participaré en una antología de relatos que Ediciones Oblicuas planea publicar en breve, algo muy divertido y quinqui que todavía está tomando forma. Sabrás más dentro de poco…
-¿Qué buscas a la hora de leer?-No soy un talibán de la exigencia en ese sentido: en la literatura, al igual que en el cine o la música, todo está prácticamente dicho y hoy en día las obras maestras que puedas encontrarte se cuentan con los dedos de una mano. Con que un libro me mantenga enganchado hasta la última página, me basta. Un buen entretenimiento siempre es de agradecer, así que ese es el mínimo que busco. Claro que si doy con un libro (disco o película) que me vuele la cabeza y me deje colgado durante semanas o meses, mejor que mejor. Pero de esos hace tiempo que no encuentro.
-¿Y qué buscas al escribir? -Sorprenderme a mí mismo. Partir de un punto determinado y dejarme llevar. El truco está en agarrarse bien al asiento y pegar buenos bandazos en una montaña rusa oxidada y medio en ruinas: sabes de dónde sales y puedes imaginarte a dónde llegarás, pero lo que te aguarda a lo largo del viaje es una relativa incógnita a medida que vas escribiendo. Jugar a descarrilar, en este sentido, resulta de lo más excitante. Es lo que suelo llamar planteamiento-nudo corredizo-y-desenlace.
-¿Cuáles son tus escritores favoritos? -Tengo muchos, pero no negaré que autores como Bukowski, Burroughs o Palahniuk me han hecho pasar grandes momentos con sus obras. No sé, hay cientos. Dylan, Cohen, Waits, Reed, Chuck D… esos tíos también escriben textos increíbles, y me han influido más que cualquier otro ‘escritor’ al uso. Las letras de Poch, que en paz descanse, le dan mil vueltas a lo que puedas encontrar en cualquier best-seller de temporada. Dan Brown no tiene nada que hacer frente a Neil Young. ¡O contra Neil Peart!
-¿Qué te resulta más fácil, escribir de cosas que conoces o dejarte llevar por la imaginación? -Un poco de todo. Como dije antes, parto de pequeñas cosas que conozco y las magnifico todo lo que la imaginación me permite… a veces resulta fácil y en ocasiones cuesta más hacer zoom y llegar a algún sitio, pero ahí está la gracia. Sin dolor no hay gloria, ¿no?
-¿Cómo ha sido tu experiencia personal a la hora de publicar y, en general, en el mundo literario y editorial? -Persiguiendo ángeles es mi primera novela, y es bastante peculiar. No quise romperme la cabeza tanteando editoriales, así que preferí buscar una que encajara con ella desde el principio. Ediciones Oblicuas no sólo me iba como un guante en cuestiones de estilo, sino que el trato con ellos ha sido fantástico. Por encima de todo, nos mueve la pasión por escribir… eso es lo que verdaderamente importa.
-¿Cómo y por qué un licenciado en Derecho acaba convirtiéndose en investigador privado? ¿Cómo fue tu experiencia en esa profesión?-Ni siquiera terminé la carrera de Derecho. Aquello no iba conmigo. Tardé tiempo en darme cuenta de que soy más bueno descubriendo mentiras que defendiéndolas, así que me dediqué a algo más emocionante. Ejercer de detective tiene su morbo, pero es bastante sacrificado (y a veces, arriesgado); es un 24/7 constante que puede quemarte mucho, pero tiene su gracia y siempre guardas grandes anécdotas. Ya no trabajo de discípulo de Philip Marlowe: en vez de defender o descubrir mentiras, lo que hago es escribirlas. Resulta mucho más cómodo y apenas tienes límites.
-Eres periodista musical, ¿cuáles son tus grupos y artistas favoritos? -De nuevo, demasiados para enumerarlos a todos. Antes he citado a algunos, pero la lista es eterna… en serio, te aburriría. Y si empezamos a hablar de música, te advierto que no paro.
-¿Cómo y por qué te conviertes en periodista, sin haber estudiado Periodismo? -Quítale hierro, en serio. Me considero un tío que escribe, en revistas o fuera de ellas. No es que me “convirtiera” en periodista o crítico musical (una de las etiquetas más ridículas que existen), sino que simplemente empecé a hacerlo por mero gusto y… mira, ya llevo más de una década escribiendo en revistas especializadas. Escribir -sobre música o mera ficción- es algo totalmente vocacional, te sale de dentro; mientras tengas cosas que decir, da igual cómo lo hagas. Como te comentaba antes, básicamente es una cuestión de necesidad. De un modo y otro, lo importante es no perder el hambre.