«No sé si te lo he contado ya…
que todo lo que pasa en la novela, pasó…»
Entrevista realizada por Maudy Ventosa.
La última novela de la escritora asturiana Ana Lena Rivera, Las herederas de la Sinnger, ya está en las librerías y hemos tenido la suerte de charlar con la autora sobre su obra.
Cubierta de: ‘Las herederas de la Singer’Maudy.-Cuenta la historia, como dice uno de sus personajes, desde el ángulo muerto, el invisible, el de las mujeres…
Ana.- Es el que yo escuchaba cuando era pequeña, mientras mi madre y mi tía cosían en la máquina. Estaban venga a hablar, venga a hablar… y venía alguna amiga y las aprendices, y contaban historias y hablaban y yo estaba por ahí jugando y las escuchaba; luego oía a mis tíos, a mis tías, que hablaban mucho de aquella época. Supongo que los marcó un montón, porque ellos eran niños y adolescentes en la posguerra… Cómo vivía la gente entonces y lo que les ocurría, eso que no aparece en los libros de historia, donde encuentras las batallas, las estrategias, la parte política, pero la vida real, cómo todo eso afectaba a la gente, eso no está en los libros…
M.- Y es un poco lo que ha rescatado, porque transmite muy bien el amor a una tierra herida y a unas gentes que sufrieron.
A.-Todas mis novelas se ambientan en Asturias; en esta hay una parte que transcurre en Asturias, otra importante en Madrid y otra en Sevilla. Es una novela que no podría haber ocurrido en ningún otro lado porque es la cuenca minera y la situación específica que vivió en esa época, en los cuarenta, en los cincuenta y en los sesenta. Todo gira alrededor de la minería y cómo las mujeres, trabajando en la mina, eran escondidas porque estaba prohibido y, a la hora de hacer fotos, las retiraban. Cómo fue ahí la represión, diferente a otros lugares; las tropas que enviaron allí fueron también diferentes de las que enviaron a otros puntos. Así sucedieron las cosas, y eso es lo que quería contar.
M.- En la reseña, publicada ayer, me pregunto de qué piel están hechos los mineros, pero, sobre todo, de qué piel están hechas sus mujeres…
A.-Ellas entraban igual…Si entras en el museo minero y ves de dónde se colgaban los picadores -y yo no tengo claustrofobia- la sensación de claustrofobia es terrorífica allí, y en el museo, te puedes meter y sabes que al lado hay un corredor muy ancho, pero ellos no pasaban por ahí; tenían un hueco justo para el tamaño de su cuerpo y con metros y metros y metros de caída para abajo… Y ahí estaban colgados. Yo lo sabía, porque lo he oído contar mil veces; cuando lo ves es tremendo. ¡Pensar que mi abuelo estaba allí! Mi padre entró en la mina, como entraban todos, pero no de picador. Por las noches estudió primero el bachiller y luego se hizo Ingeniero Industrial, estudiando por libre…
M.-Dice en la novela que la vida es lo que es, y no lo que uno quiere que sea; unas veces lo aceptamos, otras nos revelamos… ¿se puede ser feliz sin aceptar que no podemos decidir casi nada de lo que nos acontece?
A.- Yo creo que no. La vida es aceptación. Es aceptar y… hay que aceptar lo que te pasó y aceptar lo que te pueda ocurrir, no vivir con miedo.
M.- ¿Eso también implica resignación…?
A.-Es distinta la resignación de la aceptación. La aceptación es activa y la resignación pasiva. Yo acepto que el pasado, pasado está, que ya no existe, porque lo que ya ocurrió, ocurrió, pero ya no existe y no debemos arrastrarlo. Recordarlo sí, arrastrarlo no. La aceptación también supone que tú haces lo mejor para tu futuro, para el futuro social… lo que pasa es que, aunque tu hagas lo mejor, no puedes controlar el resultado. Las cosas a veces salen y a veces no. No te quedes ahí parado esperando que ocurran, ¿no? Tú trabajas para que salgan bien y luego… saldrán como salgan.
M.- Su homenaje va a dos tipos de mujeres. Las que sacaban adelante a sus familias bajando a la mina, y las que se quedaban en casa. Háblenos un poco de ambas.
A.-Las que iban a la mina era, normalmente, porque sus maridos estaban en el frente, habían muerto, o estaban en la cárcel… Se quedaban solas, con historias tremendas; viudas de excombatientes republicanos o de gente que habían fusilado… igual tenían ocho o nueve hijos y estaban solas.No había pensión de viudedad para las republicanas, y la cuenca minera era republicana. Solas, sin que las admitieran en ningún otro trabajo, tenían que ir a la mina y, casi felices de haber entrado, porque si no tenían que irse a las escombreras a recoger los restos del carbón… casi entrar en los lavaderos era una maravilla. Luego allí vivían lo que vivían, porque no las querían dentro… El acoso en el trabajo no se veía mal siquiera. No existía el metoo.; tenían unas vidas terribles, los niños a cargo de las vecinas…no les quedaba más remedio que ayudarse, a veces con malos modos, con formas muy poco amables, incluso a veces de forma mezquina… Entendían todas lo que era ser madre y tener que dar de comer a tus hijos y eso sí lo hacían, cuidaban de ellos.
M.- Te has documentado mucho, ha removido muchas cosas…
A.- Me he documentado mucho y lo he pasado mal, fatal. Eran historias que me sonaban, las oía de gente… la verdad es que ha sido duro… historias muy dolorosas. Gracias a haber escrito esta novela, entiendo muchas cosas del comportamiento de mis padres. He intentado no trasladar las cosas más desagradables a la novela, sí citarlas, pero no incidir en ellas, para no hacer pasar al lector un mal rato, pero yo sí lo pase, porque para contar una línea, tienes que haberte leído muchas cosas.
M.- Hay mucha denuncia en su novela… Denuncia al régimen que somete a todos; denuncia a los hombres abusadores, en el entorno familiar y a los que ostentan el poder; denuncia a unas leyes que no protegen, sobre todo, a las mujeres…
A.-Todo son cosas que pasaron y la idea es, sobre todo, ver cómo ha evolucionado la vida de la mujer. Todavía seguimos con este lastre. Durante toda la dictadura, a las mujeres se las convirtió en menores de edad. Todo lo que empezaban, que no habían conseguido, como tener una vida laboral, poder ir a las universidades, incluso participar en la vida política… todo eso se frenó durante muchas décadas. Hasta el año 81, una mujer tenía que pedir permiso al marido para trabajar; no podía tener una cuenta en el banco… En la novela, Águeda va a montar un taller de costura con una herencia suya, y tiene que ir a firmar el marido. Era así, y ese marido no es un mal hombre, pero si dabas con uno malo estabas perdida… maltratos, y abusos. Eso no quiere decir que todos los hombres fueran maltratadores y abusadores, ni mucho menos, pero a la que le tocaba uno de ellos, estaba vendida…
Durante la entrevista
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A.- En la mina pagaban los viernes, y ellas iban a buscarlos para que les dieran el jornal y no se lo llevaran todo al bar… había algunos que llegaba el viernes y no llevaban dinero a casa, se lo habían gastado. Era tremendo, lo escuchabas en cualquier pueblo de la cuenca minera. Esos valles mineros…
M.- Supongo que no se puede llevar una vida tan dura como la que llevaban si no lo ahogaban muchas veces en alcohol.
A.- Eran puteros, borrachos y dinamiteros, lo dice Melendi en la canción, y lo repite porque se decía así. Hay denuncia porque todo esto ya pasó, no existe, fue una cosa que ocurrió en un momento. Hay denuncia de lo que ocurre ahora, en la vida profesional, en la maternidad…
M.- Todo deja huella, y por lo menos lo conocemos, las mujeres ya no se callan; antes no había otro remedio…
A.-Era su obligación, incluso la ley los protegía. En el caso de que la mujer fuera adúltera, el hombre tenía casi derecho a matarla… En una violación, si el violador había bebido era un atenuante, si la mujer había bebido, también era un atenuante para el violador… pero esto cómo se explica, ¿no?… y hay denuncia en la novela de lo que pasa ahora, con la maternidad y la carrera profesional, por ejemplo. Tenemos que seguir avanzando.
Y seguimos hablando de cómo, en su novela, queda reflejada la aceptación de obligaciones inexcusables que deben cumplir las mujeres dentro del matrimonio, incluso las más fuertes y rebeldes, aunque luego tomen otras decisiones que las resarzan de las anteriores, dejándose jirones de piel por el camino y pagando siempre un alto precio; como mínimo, arrastrar un corazón hecho roca. Y conversamos sobre tantos hombres buenos y generosos que aman, que también había en la cuenca minera y que ahora están a nuestro lado; y de cómo se preparaba en los colegios a las señoritas para buscar un buen marido. Y del personaje, tan bien perfilado, de la biznieta…
M.- Hay mucho rechazo a las tradiciones que someten a las mujeres, al convencionalismo… lo pone en boca de Alba, que es una luchadora. Ha elegido muy bien al personaje.
A.- Alba es su bisabuela, pero ochenta años después.
M.- Es una maravilla que Aurora viviera tantos años para poder verse reflejada en su biznieta.
A.-La biznieta la sana, realmente lo que tiene es un poder sanador sobre ella; tiene ahí ese punto de no lo he vivido yo, pero ella sí, lo está viviendo…
M.- Ella lo está viviendo y además ella se atreve.
A.- Se atreve porque puede, porque ella no pudo. Si ella hubiera dicho lo que decía la otra, pues seguramente no hubiera sobrevivido…
Y continuamos charlando sobre nuestras discrepancias respecto a un personaje masculino; sobre admitir a los demás con sus luces y sombras; sobre esas mujeres destinadas a reflejar el brillo de sus maridos más que a desprender el suyo propio para no perder determinados privilegios; sobre una frase obsoleta -porque ahora puedes elegir- que decían las mujeres al casarse: solo podrás ser feliz con alguien que te quiera más que tú a él…; y de que tanto sea hombre o mujer, pierde más quien más ama. Y para finalizar, otro de sus proyectos actuales:
M.- Está cumpliendo muchos sueños que tenía cuando leía tantos libros de pequeña… y este es uno de ellos. Y la Escuela de Escritores ¿qué es lo que hace ahí?
A.-Doy clase de mercado editorial. Hay mucha gente que simplemente quiere escribir… porque le resulta terapéutico, como hobby, pero también porque quieren ser escritores profesionales; gente que ha tenido mucho éxito en sus carreras profesionales y quieren una segunda vida profesional. Y eso es lo que les enseño, a moverse por un camino que al principio es durísimo. Yo estaba acostumbrada a entender negocios de todo tipo y sectores y pensé -ingenua de mí-, que iba a ser fácil…, me hice mi business plan a dos años… me puse a mirar qué es lo que hay que hacer, cómo se comporta este mercado… ¡super opaco!… parecía un producto fácil de comercializar y me costó muchísimo entender cómo funcionaba… y cuando lo conseguí hable con el director de la Escuela y hoy creo que puedo enseñar a otros, que los puedo guiar… cómo acceder a una editorial… todavía estamos hablando de enviar un manuscrito a una editorial. ¡Olvídalo! Nadie se va a leer un manuscrito, que no sabe ni de qué género es, ni si encaja en su catálogo, ni si está bien escrito… tienen que hacer una propuesta editorial de dos folios, presentarlo en otras condiciones y eso, me sorprende que los escritores lo desconocen.
El objetivo inmediato de Ana Lena Rivera es la promoción de Las herederas de la Singer y recuperarse de su escritura. Fue muy duro, confiesa, pero era el momento. Tenía el oficio y la madurez necesaria para acometer esta historia que estaba rondando, desde hace mucho tiempo, en su cabeza… Manda tareas al lector, que debe mantener la atención para no perderse. Pero si sabes quién habla, y en qué año está, va rodado, afirma.
Todo lo que ha contado le pasó a alguien. Es una novela hecha de girones, de historias y de recuerdos. Vidas trágicas y difíciles que impactan por lo cercano. Y que nunca debieran repetirse.
Libro:
Las herederas de la Singer ha sido publicado por la Editorial Grijalbo en su Colección Ficción. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 512 páginas.
Ana Lena Rivera con Maudy Ventosa
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