«La historia la escriben los vencedores, eso está claro, y los alemanes fueron los vencidos. Solamente el paso de tiempo va a hacer que se recuperen estas voces…»
Entrevista realizada por Maudy Ventosa.
Estamos con Carla Montero, que acaba de publicar El Medallón de Fuego, segunda parte de su exitosa novela La Tabla esmeralda. Aunque ambas obras pueden leerse por separado, la conexión y el paralelismo entre ellas es importante y de nuevo nos encontramos con personajes ya conocidos por los lectores. Uno de los escenarios más importantes de la trama es el Berlín vencido. Y un mes, mayo, cuando llegaron los soviéticos.
Maudy.- En el Berlín ocupado, los suicidios subieron porque era imposible aguantar y asumir todo lo que estaba ocurriendo… subyacía el sentimiento de culpa colectivo, que tú reflejas muy bien y el sentimiento de culpa de los supervivientes…
Carla.– A nivel psicológico es una época interesantísima. Intento ponerme en la piel de esa gente y me resulta tremendamente complicado. Es gente que cinco o seis años antes, cuando llega Hitler al poder y resurge Alemania con esa fuerza, con ese sentimiento nacionalista, patriótico, estaban entusiasmados, y en un lapso de nada, se ven completamente hundidos. Un proyecto que resulta ser un fracaso con unas consecuencias nefastas… ¡cómo asumes eso…! además tienes pérdidas personales, no solo colectivas; un hijo, un hermano, un marido, un padre, tu casa… lo que me sorprende es que no se suicidaran todos, tipo Numancia. Pero además, creo que hay un enfoque casi positivo en la hora cero, de ya está, ya pasó… está todo hecho un desastre, una ruina, pero ahora vamos a empezar, hay una oportunidad para volver al principio… Los pobres del Berlín Oriental no sabían lo que les esperaba, pero bueno, hay esa sensación colectiva de decir, vamos a reconstruir, vamos a crear en vez de a destruir…
M.– La historia no trata mucho el dolor de esa gente porque el odio era tan grande…
C.- La historia la escriben los vencedores, eso está claro, y los alemanes fueron los vencidos. Solamente el paso de tiempo va a hacer que se recuperen estas voces, cuando ya se sanen las heridas, cuando ya tengamos otra perspectiva… Está todavía muy cerca, aún no ha habido un relevo generacional al completo; hay gente que lo ha vivido y está viva; hasta que eso no suceda no se pueden abordar las cosas con total objetividad.
La participación de los alemanes, de la población civil, en la Segunda Guerra Mundial yo creo que tiene muchos claroscuros. Al terminar la guerra son todos nazis, por definición; se inicia un proceso de desnazificación (Entnazifizierung)
A lo largo de mis novelas, sobre todo las que tratan de la Segunda Guerra Mundial, me ha gustado dar voces a esos personajes. La participación de los alemanes, de la población civil, en la Segunda Guerra Mundial yo creo que tiene muchos claroscuros. Al terminar la guerra son todos nazis, por definición; se inicia un proceso de desnazificación (Entnazifizierung). ¡Vamos a quitarles de encima la carga de nazis! porque lo son todos, porque si, no solo los de las SS, ni los altos funcionarios, gobierno… todos, los niños que se pasean por la calle son nazis… Eso es muy discutible y la historia está demostrando que no todos eran nazis…
M.- Pero el problema fue el silencio, que es una de las armas más poderosas en todas las guerras. El silencio…
C.- Tiene su sentido. Termina la Segunda Guerra Mundial… el nazismo hay que taparlo, hay que acallarlo completamente y eso deja fuera muchos otros testimonios, muchas vivencias… Berlín… es una ciudad fascinante, hay mucho silencio, muchas cosas que se han silenciado, pero a veces la historia también hay que recordarla porque nos vale de lección… es una ciudad que quedó totalmente destruida… es otra ciudad…
M.– El Medallón de fuego estaba en el cuadro de Giorgine…
C.– Tenía que ligarlo; no es una continuación, pero sí es una novela dentro del universo que yo en un momento creo en el corazón de La Tabla esmeralda. Está conectada a la pintura de El Astrólogo porque aparece ahí y es lo que luego da sentido a la trama.
M.-Hay un paralelismo entre ambas novelas importante. En la primera está París, ocupado por los nazis, la represión, el horror; aquí Berlín, la caída, la destrucción, la ocupación por los soviéticos… Estás eligiendo dos ciudades emblemáticas en la Segunda Guerra Mundial, posiblemente las más importantes, ¿son las que acogen las mejores historias?
C.– Yo creo que son escenarios tan atractivos, tan complejos, tan distintos a como los conocemos ahora… El París ocupado da mucho juego para la ficción. Y no es casual que haya elegido Berlín para esta historia; porque se trata de recrear el universo de La Tabla Esmeralda a todos los niveles: a nivel narrativo, de estructura, de personajes, de ritmos, y de escenarios. Necesitaba para este modelo un escenario tan potente como es ese París ocupado; y ¿qué escenario más potente que Berlín? Cinco años de guerra, pero el momento más significativo es ese mes en el que han entrado los soviéticos y todavía no han llegado el resto de los aliados. Es una ciudad arrasada que tiene que empezar de cero.
M.- Tu labor de documentación es muy amplia; qué es lo que te ha costado más rastrear, investigar…
C.– Lo más complicado es llegar al detalle cotidiano; cómo vivía la gente ese momento, la hora cero, desde ese proceso psicológico hasta cómo funcionaba una cartilla de racionamiento… es una labor de minería, vas quitando las piedras más grandes y luego pasas al siguiente estrato hasta que llegas al diamantito, que es lo que estás buscando. A través de documentos, de libros que recogen testimonios sobre cómo vivieron esos momentos los berlineses… La violencia se producía en ambos bandos. Contra las mujeres; los niños que nacían “manchados”, rechazados por la sociedad…
M.-Es una novela muy visual, muy sensitiva; intervienen todos los sentidos. Estás imaginando, con tus descripciones, las zonas arrasadas, los olores que generaban los cadáveres…
C.- Yo soy una escritora de ambiente y quien haya leído mis libros anteriores lo sabe. Para mí, la experiencia de lectura es una experiencia de todos los sentidos. Cuando tú estás leyendo, estás tan inmerso que eres capaz de oler, de tocar lo que está pasando, es la única forma de que empatices con ellos, de que empatices con la historia, de que estés sumergido completamente en la historia. Creo que es importante no obviar esta parte de la narración. Me alegra que me digas que lo consigo.
M.– Lo consigues plenamente porque eres capaz de trasladarme al horror, a la náusea muchas veces… cosas bonitas hay menos…
C.– El escenario obliga…
M.- Y es una novela fundamentalmente de sentimientos; hay muchas emociones negativas. Es una novela que tiene mucho que ver con la culpa, con la vergüenza y con el orgullo.
C.- Sí. Son momentos en los que sacan a relucir lo peor y lo mejor del ser humano, pero parece que la tendencia es a sacar lo peor. Y por eso hay muchas emociones negativas en el libro. Pero también me gusta que cuando existe esa negatividad el lector sepa el porqué, el por qué un personaje actúa así; no es gratuito, porque si no sería un personaje plano. La situación me ha obligado a eso, a abordar emociones negativas, pero con su justificación.
M.- Cuentas también que a los rusos les enseñaron a odiar a los alemanes, desde la escuela… qué fácil es inocular el odio…
C.– ¿El odio? Es sencillísimo, mucho más que el amor, o que la compasión… es mucho más fácil. Desde pequeño te están diciendo: ¡estos son los malos, estos son los salvajes, no son humanos…! hasta en los carteles de propaganda soviéticos se mostraba a los alemanes como monos, como bestias, estaban deformes…Todo eso va calando. El ejército tenía comisarios del partido que se preocupaban de que ese sentimiento perdurase. Vas atravesando tu camino desde Rusia hasta Berlín, vas atravesando las tierras y vas viendo la desgracia del vencido; pero no, el vencido no merece compasión, el vencido es ese alemán que antes a ti te ha maltratado, tiene que sufrir… Entonces, esos comportamientos que hoy analizas, esas violaciones en masa, ¿cómo es posible? Todo tiene una explicación. Si a ti desde siempre te están diciendo: tienes todo el derecho a tomarte la justicia por tu mano, las mujeres son botín de guerra…
M.- Te crees con ese derecho…
C.- Y lo curioso es que dices, vale, los hombres, los soldados, son hombres, la mujer no tenía valor… ¡Sus compañeras soldados justificaban ese comportamiento también! Las propias mujeres que estaban en el ejército ruso; esto se ve muy bien en el libro de Svetlana Aleksiévich, del libro que yo tomo la cita del comienzo, La guerra no tiene rostro de mujer. Es curioso como ellas, en las violaciones, lo dejan de lado o lo justifican. Mis compañeros, mis camaradas eran muy buena gente, eso que se dice no es verdad…
M.-Cuando ellas tuvieron que sufrir lo suyo para estar ahí.
C.- Eran, a veces, testigos de esas violaciones…
M.-Los comportamientos grupales son muy especiales; la responsabilidad en el grupo se diluye, y cosas que no harías nunca de manera individual, el grupo te permite hacerlas. De ahí las barbaridades que se cometen. Y es curioso cómo una de tus protagonistas, Katya, es capaz de dar la vuelta a todos esos sentimientos. Cuando ve un niño aterrorizado que ha cogido un fusil, casi haciéndose pis en el pantalón y dispara… porque no es soldado, es un niño aterrorizado; o cuando siente cómo las mujeres gritan, lloran cuando las violan…
C.- Y ella se rebela.
Carla Montero con Maudy Ventosa
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C.- Están esos comportamientos individuales ejemplares que a mí son los que más me atraen; el que se sale de la masa y es capaz de enfrentarse a ella y dice ¡no, este no es mi camino! y se da en todos los bandos. A mí, me fascina la figura del nazi bueno, que los hubo, que es capaz de decir ¡hasta aquí hemos llegado!, esto ya no está bien, y me voy a enfrentar, no tengo miedo de hacerlo…
M.-Es lo único que da esperanza.
C.- Si, a mí me da esperanza en el ser humano… y al final es más una reacción individual que de masa o colectiva.
M.- Los personajes femeninos están muy bien diseñados, son mujeres fuertes, son mujeres decididas. ¿Es de alguna manera un homenaje al papel de la mujer en la guerra?
C.- Sin duda. Cuando yo leí el libro de Aleksiévich me quedé impactada, porque la visión que te dan las mujeres -en este caso hablamos de la mujer en la guerra en general-, de las mujeres soviéticas que combatieron, la visión que ellas te ofrecen es totalmente distinta a la que te ofrecen los hombres -más heroica, más romántica, incluso el héroe en guerra, el salvador-; la de ellas es más humana y no tienen ningún reparo en hablar de ese lado más crudo y poner límites, porque en muchos momentos ellas lo pasaron mal, a pesar de ser voluntarias; qué hago yo aquí…
M.– Hay una frase que me impacta y me parece durísima, que dice Katya a su “hermana”…“y qué vamos a hacer tú y yo cuando volvamos, porque los hombres de la guerra vuelven como héroes y nosotras volvemos como putas”.
C.- Es que fue así; para ellas, el reintegrarse otra vez a la vida civil fue mucho más complicado porque habían desarrollado un papel que estaba destinado a los hombres y eso ya les ponía una cruz… creo que fueron mujeres especialmente fuertes, es decir, una vez más; se enfrentan a los convencionalismos, a lo que se esperaba de ellas… ¡yo me apunto, yo quiero ser voluntaria, yo quiero ir a la guerra…! Y ahora después qué viene… Ellos son héroes pero ellas no, ellas son las busconas, las que han estado viviendo entre hombres, las que ¡vete tú a saber lo que habrán hecho con ellos…! Ni siquiera el propio ejército, los altos mandos, asumía el tener mujeres…
M.– El ejército rojo es de los primeros que tiene mujeres…
C.– Es el primero y lo hizo por necesidad, porque después de que se produjera la invasión alemana, empiezan a tener una pérdida de efectivos brutal y aprovechan que ya había demanda por parte de las mujeres; porque a las primeras que se presentaron voluntarias no las admitían… tardaron en admitir que les hacían falta.
M.– ¿Qué llevaría a las mujeres rusas a tomar ese rol?
C.- La mujer rusa estaba más avanzada en mentalidad que el resto de las mujeres occidentales y querían combatir con sus compañeros; muchas de ellas iban a la universidad, desarrollaban profesiones similares a las de los hombres… entonces, si llaman a mi compañero a filas por qué yo no tengo derecho a contribuir. Tenían un sentimiento patriótico muy fuerte y querían contribuir a la defensa de su país. Si les permitían hacer otras cosas en igualdad de condiciones con los hombres por qué esto no.
M.- Pones de manifiesto la vulnerabilidad de los niños en los conflictos bélicos. ¿Quedan heridos para siempre o hay esperanza?
C.– Son los grandes perjudicados. La historia y lo que voy investigando me demuestra que el ser humano tiene una capacidad de recuperación verdaderamente asombrosa. A veces me digo: ¡cómo la gente que ha pasado por esto puede llevar después una vida normal! y es así. Un niño que en su más tierna infancia es testigo de cosas terribles, como fueron los niños que vivieron la guerra, les tiene que marcar, aunque luego seas capaz de llevar una vida más o menos normal, pero de algún modo eso queda. Hay muchos estudios psicológicos al respecto sobre cómo impactan los conflictos bélicos en la infancia, las consecuencias que tiene… necesitas un tiempo para que esos niños crezcan y ver cómo se ha producido ese impacto… Los resultados se empiezan a ver ahora… Se empezaron después de la Segunda Guerra Mundial y es ahora cuando se empiezan a ver los resultados de esos estudios.
M.– Aparecen los niños españoles que tuvieron que salir de España durante la Guerra Civil…
C.– Es también un episodio brutal, que a mí me sorprende porque a nivel historiográfico está muy tratado, con ensayos y mucha documentación; pero sin embargo, a nivel de ficción, estuve investigando y no encontré muchas novelas que hablaran del tema, o al menos novelas con cierta repercusión, y me parecía un tema interesantísimo… Cómo vivieron estos niños que de repente te separan de tu familia, te llevan al otro extremo del continente, a un sitio que no conoces… Es realmente triste escuchar los testimonios de esos niños, ya mayores, porque se sienten personas completamente desarraigadas. Ya no somos españoles, pero es que tampoco somos rusos. Ellos conservan ese sentimiento de amor por España porque es donde nacieron, pero ni siquiera se sienten cómodos aquí… hablan mal el idioma… Tienen ansia por pertenecer a algo y sin embargo se sienten completamente desubicados.
M.- A Rusia solo fueron unos 3000, el resto fueron…
C.– Luego se repartieron, entre México, Francia, Bélgica… La particularidad que tuvieron los niños de Rusia es que no volvieron hasta que murió Stalin.
M.-Me has hecho buscar cosas, recordar otras… tu novela me ha despertado muchísimas inquietudes.
C.- Es lo bueno de los libros, que despiertan tu curiosidad.
M.- Ana es narradora en primera persona, pero también utilizas el narrador omnisciente para la trama del pasado…
C.- Si, es una fórmula que ya utilicé en La Tabla Esmeralda y tenía que recuperarla. Ana es una chica joven, de mi generación y es más fácil que hablara en primera persona, y en la trama del pasado tampoco quería darle un protagonismo sobresaliente a ninguno de los personajes sobre los demás, me gustaba que cada uno tuviera su propia voz y que además cada uno nos ofreciese su visión particular de lo que estaba sucediendo, cosa que en el caso de Ana tampoco es tan importante. Ya cada uno tenemos nuestra propia visión de ella. Enriquece al lector que lo que está sucediendo, en este caso en Berlín, te lo cuente una soviética, un alemán, un niño, una judía… cada uno te da su mirada distinta.
M.-Es que los personajes secundarios, no son secundarios.
C.- Sí, es casi una novela coral… Es verdad que tiene muchos personajes y tuve mis dudas, porque a veces, determinado tipo de lectores se pierden… He procurado que estén muy bien definidos. Si quito personajes dejo la historia un poco coja, pierdo otras miradas. Ilse te da toda una visión del tema judío en ese momento, que es de sobra conocido, pero ¿y en Berlín, en mayo? ¿Había judíos, no había judíos, cómo lo vivieron ellos, qué sabían de sus familiares, qué sabían de los campos de concentración…? Esa es la visión que aporta Ilse.
M.– En Ilse es donde mejor se aprecia yo creo la culpa del que sobrevive…
C.– Estuvo muy arraigada en los judíos supervivientes, también se da también en los combatientes… Por qué mis compañeros no han vuelto y yo estoy aquí; también lo experimentaban los soldados soviéticos que habían sobrevivido… ese sentimiento de no lo merezco, no más que otro… es un sentimiento muy universal…
M.- Aunque parece fuerte Ana, es un personaje vulnerable. Es muy vulnerable porque es fácil herirla; es una mujer intuitiva, decidida, pero frágil. ¿Es una heroína moderna? ¿Las heroínas modernas son así?
C.- Sí, no sé si heroína pero desde luego es moderna; Ana representa una generación que lo ha tenido todo fácil. No han pasado por guerras, ni por grandes crisis, ni siquiera lo del COVID es comparable con la Guerra Mundial… es una generación que tiende a ser acomodada, egoísta, impaciente… y eso es lo que le ocurre a Ana. En La Tabla Esmeralda empieza siendo una niñata, se tiene que enfrentar a dificultades en una aventura donde te persiguen, donde tu vida peligra y eso va a hacer que vaya creciendo y madurando como personaje. Aquí se consolida; acumula tres años de vivencias -es el lapso que pasa entre el libro anterior y este-, pasa por un divorcio, un desengaño… todo eso son piedrecitas que va cargando en su mochila, pero ella no deja de tener esa fragilidad por mucho que la vida le haya endurecido, siempre sale, como tú muy bien dices, esa fragilidad, se le hiere con facilidad aunque intenta sobreponerse, porque ha aprendido a sobreponerse… ya no es la llorona de antes, la vida le ha enseñado a sacar pecho; sí conserva los vicios…
M.– Catalogar tu novela…
C.- Es muy difícil etiquetar esta novela… posiblemente es una novela de aventuras, pero es que tiene suspense, acción, romance, ambientación histórica… en las librerías la veo colocada en romántica, negra… ¡es una novela coctelera!… frase de Umberto Eco cuando publicó El nombre de la rosa y le preguntaban cómo hay que hacer para escribir un best-seller. Él decía que metes un poquito de aquí, otro de allí… coctelera.
M.- Qué te ha supuesto a nivel personal escribir este libro.
C.- Es mi profesión; después de diez años y el sexto libro empiezo a asumir que es mi profesión… no me había planteado ser escritora, he llegado por accidente afortunado y no es algo que antes me costase asumir fácilmente. Para mí los escritores eran, pues esos nombres escritos en letras de oro en los lomos de mi biblioteca, gente como muy importante, y yo he estado aquí solamente para contar historias. Al principio lo único que pretendía era divertirme y pasar el rato; no pretendía publicarlas, pero por circunstancias, por estar en el sitio adecuado en el momento adecuado acabo publicando con éxito y fue un proceso que me costó interiorizar… y este libro no es más que una continuación de mi carrera profesional. También es una forma de resumir estos diez años, La tabla esmeralda, El medallón de fuego… se ha editado un pack muy bonito con los dos libros y cuando lo veo digo, ¡esto resume mi carrera literaria hasta la fecha…! mi libro para el gran público es La tabla esmeralda y ver los dos juntos me hace mucha ilusión. Dónde empecé y dónde estoy ahora. Cuento con una base de lectores superfieles, es una maravilla que están esperando su publicación.
M.- ¿Qué proyectos tienes ahora?
C.– Ahora ninguno, me gusta centrarme en la promoción; siempre necesitas desintoxicarte de la historia, hacer un poco de limpieza; hay ideas que están revoloteando y que has descartado para otras cosas… nuevas… pero ese momento no llega hasta primeros de año cuando termine con la promoción.
M.- Seguro que El medallón de fuego tendrá tanto éxito como La tabla esmeralda. Los ingredientes han sido mezclados convenientemente… Un cóctel potente. ¡Gracias!
Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.
Como complemento pongo un vídeo en el que Carla Montero nos habla de su libro El medallón de fuego.
Para saber más:
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