Revista Viajes

Entrevista a emilio scotto

Por Jaimeleonu

ENTREVISTA  A  EMILIO  SCOTTO

 

ENTREVISTA  A  EMILIO  SCOTTO

 

Allá por los años 80´ y 90´ los aficionados a las motos y los viajes esperábamos con impaciencia la revista española en la que un viajero argentino relataba sus alegrías,  experiencias y aventuras que iba viviendo en un largo viaje sobre una Honda Gold Wing, a la que había bautizado con el sobrenombre de “La princesa negra”. Su viaje fue reconocido como el más grande realizado en una moto y aquel hombre era Emilio Scotto (www.emilioscotto.com). Con él, yo y otros como yo,  pisamos la arena del Sahara, llegamos hasta la roca sagrada de los aborígenes australianos, el Uluru, los parques nacionales de Africa, conducimos una moto por las estepas de Mongolia, aparcamos junto a el Gran Cañón, cruzamos los Andes…Por aquel entonces no imaginaba que algún día todos esos lugares se abrirían ante mis ojos sin ser sólo en mis ensoñaciones, que yo llegaría a vivir esas emociones en primera persona y además también sobre una moto. Mucho menos imaginaba, eso ya ni en sueños, que un día, el propio Emilio y su mujer Mónica, nos recibirían en su ciudad, Buenos Aires, y tendrían la amabilidad de dedicar parte de su tiempo a enseñarnos, a Conchi y a mi, los rincones de la capital argentina, y además Emilio tendría la paciencia de someterse a una entrevista en exclusiva. Como era de esperar,  a medida que avanzaba la entrevista esta derivó en una charla entre amigos que aquí os resumo.

ENTREVISTA  A  EMILIO  SCOTTO

-Emilio, los números de tu viaje son impresionantes, 735.000 km, 10 años de duración, 272 países y territorios visitados, dos vueltas al mundo consecutivas en distinto sentido… Pero como siempre, lo mejor será empezar por el principio ¿cómo y cuando te surgió la idea del viaje?.

-Yo creo que desde mi infancia, incluso diría que estando ya en la panza de mi madre. El viaje no fue producto de que me quedara sin trabajo, ni de un amor que se terminó, fue algo que ya me venía desde pequeñito. Cuando era niño siempre soñaba con conocer el mundo que veía  en las revistas, libros…pero una cosa es soñar y otra hacerlo. Una cosa es soñar con ir a la luna y otra muy diferente hacerlo. Leía por ejemplo a Sandokán y yo soñaba con conocer Malasia, o cualquier otro libro y me veía recorriendo la isla de Zanzibar, la ciudad de Samarkanda, Tomboctú…nombres que, cuando era un niño, yo imaginaba que llegaba hasta ellos. Soñar, soñaba mucho con recorrer el mundo, pero no tenía ni medios, ni conocimientos, ni ninguna posibilidad. Sería como si yo ahora mismo pretendiera ir a Júpiter.

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-¿Por qué elegiste la moto y no otro medio de transporte? ¿Eras aficionado a ellas?.

-Tú sabes bien que en realidad fue ella la me eligió a mi.  Fue todo una serie de circunstancias ligadas a mi falta de medios y también a una Argentina que por aquel entonces, social y económicamente, estaba prácticamente aislada y en el tercer mundo. Yo veía las motos sin mucho interés, especialmente porque eran algo que no estaba a mi alcance. Yo no tenía un pequeño auto, así que como para tener un capricho tal que es una moto. Pero a los 25 años un amigo me dijo “compré una moto”, “¿para qué?, si llueve te mojas, pasas frió…” le respondí. El caso es que le acompañé al concesionario, era la primera vez que yo entraba en uno de motos, era de Honda. Y mientras mi amigo hablaba con un mecánico, yo me quedé mirando las motos “que bonitas, cómo brillaban”. Allí en un mostrador había un folleto, y allí la vi, negra, con sus valijas, su carenado, su antena…¡¡tan bonita!!.  Era una Honda Gold Wing, y en la portada leí: “El mundo es suyo en dos ruedas”. Ya está, me dije, eso era lo que yo quería, tener el mundo, y si tenía que ser en dos ruedas, pues bien. Le pregunté al dependiente, “¿cuánto cuesta?” y me respondió, “nada, es gratis, tengo un montón de folletos en el almacén, luego le regalo uno…”. Yo no tenía dinero para aquella moto, y eso mismo pensaba aquel vendedor, pero al final firmé un montón de documentos, a sabiendas que nunca podría pagarlos, y me compré la Gold Wing.

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El sistema económico argentino cambió, en pocos meses pusieron, quitaron y pusieron otra vez nuevos ministros y el dólar se disparó. De repente me encontré con que mi deuda se había reducido enormemente, con lo que la moto me salió prácticamente regalada. Así me hice con la que a la postre fue “la princesa negra”. Y cinco años después de comprarla, y sin que yo hubiera acumulado mucha experiencia con ella, el 14 de Enero de 1985, empecé mi viaje. Con 300 dólares en el bolsillo y con un equipamiento muy simple y básico, que era lo que había entonces. Me fui vestido con mi ropa de calle, mi camisa, mi pantalón de todos los días, un casco marca Uvex, las botas eran de esas amarillas de pescadores, un poncho que me regalaron para la lluvia, una pequeña cámara de fotos…Y no es que fuera algo improvisado, era simplemente que entonces las cosas eran así. En aquella Argentina no había ropa especial para moto, guantes, botas…De hecho yo salí sin guantes…Pero yo tenía lo imprescindible, mi sueño, mi moto y mi corazón, y  partí.

-No puedo por menos que imaginarte, ese día de la partida, con toda tu ilusión…¿y que pensaba aquel Emilio? ¿hasta dónde llegaré, qué viviré? ¿estaré fuera un año, cinco, o tendré que regresar en tres meses diciendo, uff, esto no es para mi…?.

 

 -No negaré que por mi mente pasaron alguno de esos pensamientos

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 y otros muchos. Pero algo en lo que nunca pensé es que abandonaría antes de terminar la vuelta al mundo. Partía para siempre, me zambullía en mi sueño, pasara lo que pasara, me encontrara lo que me encontrara…pero el día de mi partida nunca se me pasó por la cabeza que pudiera llegar el momento en que pensara “esto no es para mi”. El día que cerré la puerta tras de mi, me despedí de aquel Emilio Scotto para siempre, sabía que ya nunca volvería a ser el mismo. Eso si lo sabia, y no me  equivoqué. No sabía como lo haría, no tenía mapas, ni dinero, tampoco conocimientos. Sólo sabía que esta carretera a algún sitio me llevará, que después de una ciudad hay otra, que tras salir de un país se entra a otro. Yo tenía claro que iba a visitar todos los países, si uno estaba cerrado yo lo abriría, si  era comunista ya vería la forma en que me dejaran entrar, si estaba en guerra ya vería como cruzarlo…¿Cuánto me iba a llevar?. En mis cálculos inocentes yo pensaba, cinco continentes, a año por cada uno, cinco años, más otro de propina, seis años, ya está. Pero esto sólo era un numerito que no me importaba, lo que realmente importaba era “me lleve lo que me lleve, visitaré todos los países del mundo…”

 continuará…

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