Revista Cultura y Ocio

Entrevista a Javier Lorenzo

Por Mientrasleo @MientrasleoS

Entrevista a Javier Lorenzo    Javier Lorenzo es periodista y escritor. Ha trabajado en medios como Cadena Ser o El mundo y realizado varios guiones televisivos. Actualmente lo podemos leer el La que nos espera, en Culturamas. Su primera novela El último soldurio fué un éxito de ventas y crítica que aún hoy se sigue reeditando. Con El error azul ha dado un giro a su tema habitual e igualmente está cosechando un éxito entre el público lector.


     -  Yo lo conocí, como la gran mayoría por El último soldurio. Un libro con el que debutó y que hoy en día sigue estando en las estanterías de muchas librerías. Supongo que esa acogida debió de sorprenderle, ¿Cómo lo vive hoy en día?     - Con una doble e incluso triple satisfacción. Primero, como autor, porque llegué a mucha gente de toda condición y además la crítica fue tan entusiasta como benevolente. Segundo, como persona, ya que para escribirlo renuncié a muchas cosas. Fue una apuesta a todo o nada en muchos sentidos. Y tercero, por la influencia que ha tenido en Cantabria. Creo que la novela sirvió para reafirmar la identidad y el orgullo del pueblo cántabro. Por tanto, no me puedo quejar y si aún está en las librerías después de casi ocho años y doce ediciones, pues aún menos.     - Un libro aparentemente de hombre pero también con un papel importante el de la figura femenina. Al igual que en toda su obra, ¿es intencionado o le van surgiendo?     - No sé de dónde me salen esas mujeres fuertes, de rompe y rasga. Sé que tienen que jugar un determinado papel, pero luego son ellas las que me van descubriendo su personalidad y sus actos. Es un proceso –y no sólo ocurre con los personajes femeninos- que a veces asusta un poco, pero que siempre maravilla. Claro, que tampoco descarto que el carácter de mi señora madre haya tenido algo que ver.      -  Me gustaría saber cómo es el proceso de comenzar a escribir, los comienzos que siempre son duros y las dudas, si es que las hubo.     - Para escribir, sólo hay un método: ponerse. Con respeto hacia la hoja en blanco –o con ninguno, depende-, pero sin miedo a lo que puedan decir los demás e incluso a tus propios prejuicios. Si escribo es porque tengo que escribir, porque tengo algo que contar. Porque, tarde o temprano, acaba saliendo de mi interior. Y sí, soy lento en la preparación de mis novelas porque –circunstancias al margen- soy muy exigente con lo que hago. Si yo no me lo creo, los lectores, tampoco. Aunque últimamente se tragan cada ladrillo los pobres... Hoy cuenta más el márketing que la calidad literaria; más la publicidad que la complejidad, coherencia y acierto de las tramas; más las modas que la autenticidad. Y sí, se duda. Escribir es dudar. Siempre. Pero también es tener fe.     - Y pasamos de novela histórica lejana (El último soldurio y Guardianas del Tabú) a otra mucho más cercana, El error azul. De las cordilleras cántabras a la Guerra Civil. ¿Cómo surge esta última novela?     - Con furibunda pasión. Una intensísima historia de amor que se unió a una trama que me dejó completamente clavado. Y luego, un desenlace que ni yo esperaba. A veces, cuando se escribe, por muy claro que tengas el argumento y el final, el acto de crear, el momento en que surgen las imágenes y las palabras te sorprende a ti más que a nadie. Por otro lado, es un libro en el que yo quería expresarme mucho más literariamente de lo que concede habitualmente la novela histórica. Estoy muy contento de haber escrito este libro. Es una novela que no te puede dejar indiferente y que algún día, estoy convencido, recibirá todo el apoyo y la atención que merece. De momento tiene el de quienes la han leído, que ya es bastante.        Si tuviera que definir El error azul diría que es un libro hermoso, pese a que no todos sus personajes lo son, y me ha generado una duda personal, algo que no suele pasarme, y es su relación con la filatelia.     - Salvo los poetas –y no todos-, ya hay pocos escritores que busquen la belleza en lo que escriben. No es una crítica, pues cualquier camino es válido si encierra algo de verdad, imaginación y talento. Por mi parte, yo buscaba esa extraña y atractiva mezcla que hay entre lo bello y lo pavoroso; quería cuidar al máximo las palabras y las formas y contrastarlas con el encanallamiento de ciertos personajes y ciertas situaciones. En cuanto a la filatelia, es el crisol del argumento. Ese sello “incunable” es el símbolo de todo cuanto ocurre, no sólo a los personajes, sino también al país. De algún modo es origen, nudo y desenlace. Y no, no soy un experto en filatelia, pero gracias a ese sello rarísimo y sumamente valioso –que existe realmente- me he podido empapar de lo maravilloso de ese universo. De sus luces y sus sombras.     - Las relaciones personales se ven influídas por la situación pero, ¿también son un reflejo de la política que estaban viviendo?     La política me importaba un cuerno en esta historia. Así de claro. A pesar de ese simbolismo del que hablaba antes, de ese “error azul”, lo que me interesaban eran las personas y sus vivencias. Y también la intriga. Cómo se pueden llegar a hacer cosas absolutamente increíbles en momentos de desesperación     -   ¿Por qué la Guerra Civil? Y más exactamente, ¿es difícil escribir colocando un conflicto que aún sangra para mucha gente y no tomar partido?     - Uno de los protagonistas es un “topo” y no me quedó otro remedio que situarlo en la única época en la que existió esta figura. Pero lo que importa es que, como autor, tenía un triple reto. Primero, que la novela no tuviera como protagonista a la Guerra Civil. Segundo, que fuera lo más distinta posible a cuantas se han escrito alrededor de este suicidio colectivo (nótese que digo “alrededor de” y no “sobre”). Y tercero –“last but not least”-, no lanzar consignas, no hacer proselitismo de uno u otro bando; en definitiva, mantenerme al margen. Otra cosa es que la Historia –especialmente la de la posguerra- me señale de forma inequívoca quienes fueron “los malos” y quiénes “los buenos”. Yo me limité a seguir sus indicaciones. En cualquier caso, todos los personajes, especialmente el artero y retorcido alférez Repellejo, tienen una doble faz que, a mi modo de ver, los humaniza.     -  Saliéndome un poco del tema, me gustaría saber qué es lo que piensa usted que es “la que nos espera” a la vuelta de las vacaciones de agosto.     Disfruto con las columnas que hago para la revista Culturamas y espero que los internautas también. Ese Roger al final va a acabar rebelándose. Y no tardando. “La que nos espera” fue un título que surgió por pura casualidad –lo cual es buen síntoma- y que ha terminado siendo premonitorio. De todos modos, una cosa es el país real, palpable, fértil, trabajador, y otra muy distinta lo que dicen los mercados financieros. Y como nadie parece capaz de sujetar la avaricia de estos últimos, nos vemos en esta situación. Si la política no acaba imponiéndose a la economía, la que nos espera va a ser de aúpa. Nota al margen, la ceguera y el chantajismo de la señora Merkel no ayudan precisamente. ¿No hay nadie que pueda pararle los pies?       -   ¿Tiene algún proyecto entre manos ahora mismo? Y lo pregunto mientras pienso en si volverá usted por mis tierras cántabras en caso afirmativo.     - Tengo bastante avanzada mi próxima novela, que vive a caballo entre el pasado y el futuro. Y hasta ahí puedo leer. No está relacionada con Cantabria, aunque tengo un proyecto en mente desde hace mucho tiempo que acabará cristalizando algún día.     - Y por último, no quiero desaprovechar la oportunidad de saber lo que está leyendo, tengo la idea de que se puede conocer un poco a una persona a través del libro que dejan posado en la mesilla de noche.     - Anteayer terminé “Mi vida como hombre”, de Philip Roth. Que digan lo que quieran. La mayoría de las novelas estadounidenses que he leído no me han gustado. Creo que están sobrevaloradas, aunque me inclino ante algunos contorsionismos de Faulkner o, especialmente, ante los aciertos de Auster (genial “Mr. Vértigo”, por ejemplo). Pero por lo general, tengo la impresión de que en España, y también en Europa, se escribe mejor. O al menos yo lo siento más cercano. Como dato personal, añado que siento un tremendo repelús cuando los estadounidenses usan cursivas para resaltar palabras absolutamente normales. Una de dos, o no tienen fuerza para comunicar sin ese recurso o es que nos toman a los lectores por idiotas que necesitan esa clase de ayuda. En ambos caso, no lo soporto. Para compensar, ahora mismo tengo entre manos un pequeño pero interesante estudio titulado “Testimonios del Madrid medieval. El Madrid musulmán”.     - Muchas gracias por dejar que nos asomemos un poco al otro lado del libro para conocer al autor. Ha sido un verdadero placer.     - Lo mismo digo, Silvia. Besos.

     Quería darle las gracias a Javier por su tiempo y amabilidad, y, como no, a todos vosotros por pasar por aquí a dejar vuestras impresiones y opiniones.
     Bibliografía:     - El último soldurio     - Las guardianas del tabú     - El error azul

Volver a la Portada de Logo Paperblog