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Entrevista a Joseph E. Stiglitz. “Por ahora, España no ha sido atacada por los especuladores, pero puede ser solo cuestión de tiempo”
Publicado el 08 diciembre 2011 por LilikA un economista bregado en la crítica como Joseph Stiglitz (Gary, Indiana, 1943) no le tiembla la voz cuando señala los responsables de la crisis ante un público que, en parte, podría sentirse aludido por sus reproches. Ni cuando denuncia las crueles consecuencias sociales que acarrearán las medidas de austeridad que se han impuesto como prioridad la Unión Europa o Estados Unidos para salir de la crisis. Y mucho menos cuando pide decir las cosas por su nombre y no hablar de rescate de Grecia, Irlanda o Portugal cuando, a su juicio, en realidad “se trata de una protección de los bancos europeos”. El premio Nobel de Economía 2001 y catedrático en Columbia es igual de implacable con el fundamentalismo de mercado ante el auditorio repleto de empresarios del Círculo de Economía de Barcelona que en sus artículos de opinión y sus libros.
Antes de su charla, atiende a EL PAÍS en una sala del hotel de Sitges donde el lobby empresarial catalán celebra cada año sus jornadas. Afable y tranquilo, Stiglitz es capaz de indignarse, por ejemplo, porque el presidente de EE UU, Barack Obama, a quien asesoró, se haya rodeado de quienes, en su opinión, provocaron la crisis. Ya en su último libro, Caída libre (Taurus, 2010), no ahorra críticas al presidente estadounidense en un ejercicio de honestidad. En la revisión de esa obra, en octubre del año pasado, se refirió al duro ajuste en las cuentas públicas españolas. “Por ahora, España no ha sido atacada por los especuladores, pero puede ser solo cuestión de tiempo”, concluyó entonces.
Pregunta.¿Sigue pensando lo mismo ahora?
Respuesta.España está en una situación diferente a la de Grecia. Empezó la crisis con una deuda pública del 60% de su producto interior bruto (PIB), y no del 130%. Sin embargo, el desempleo es más grave. En gran medida, la respuesta no está en las manos de España. Si se crea un fondo solidario europeo que permita contribuir al crecimiento de España, el país no tendrá ningún problema. Lo tendrá si Europa falla.
P.Las dudas acerca de que Grecia pueda afrontar el pago de su deuda soberana son hoy un quebradero de cabeza para la Unión Europea. ¿La reestructuración de su deuda es la salida?
R.La mejor solución sería la creación de un fondo solidario europeo, con el cual se ayudara a que Grecia restaurara su crecimiento. Alemania podría seguir expandiéndose, los bancos europeos realizarían más inversiones en el país y se estimularía la economía. Eso permitiría, a su vez, restablecer el crecimiento, mejorar los ingresos públicos y reducir el déficit. Así que con estos compromisos, los intereses de la deuda griega bajarían y el país podría cumplir con sus obligaciones.
P.Pero…
R.Sí, nada de eso va a pasar.
P.¿Entonces?
R.Esa sería la mejor solución. Si la Unión Europea no presta asistencia pública, los mercados siguen con esta visión negativa, los intereses siguen muy altos y los países de la Unión rechazan postergar los plazos para devolver la deuda… En ese caso, la reestructuración es inevitable.
P.El rechazo a los rescates ha dado alas a partidos de ultraderecha del norte de Europa, como en el caso de Finlandia. En ese contexto, ese fondo que propone no se antoja muy factible…
R.La pregunta es: ¿se trata un rescate a Grecia o a los bancos alemanes? Es exactamente la pregunta a la que me enfrenté cuando estaba en el Banco Mundial y fuimos “al rescate” de México, Corea, Tailandia o Indonesia. No, no estábamos salvando a esos países, sino a los bancos occidentales. Y puesto que no quisimos llamarle “el rescate de los bancos occidentales”, decidimos que se trataba de un rescate a esos países. Y es lo que está pasando ahora: estamos rescatando a los bancos alemanes, por lo que debería llamarse así.
P.Lo que usted plantea pone a los Estados en otro aprieto, entonces. ¿Cómo explican los Gobiernos a los ciudadanos que hay dinero para rescatar a los bancos y luego les imponen medidas de austeridad?
R.No pueden. La respuesta es que o Europa muestra su solidaridad o no puede pedir a los ciudadanos de esos países que sacrifiquen sus vidas a través de su bienestar para salvar a los bancos, cuando estos fueron los que causaron los problemas primero. Ahí está en juego el concepto de justicia social.
P.Habrá oído acerca de las protestas y acampadas que se han producido en las principales plazas de España. ¿Son un reflejo de eso?
R.Esas protestas eran inevitables, con los niveles de desempleo que tiene España. Sin embargo, las protestas no son normalmente lugares donde se articulen filosofías económicas. Son una reflexión, una expresión de que algo va mal, una demanda de soluciones cuando no se ha hallado diagnóstico.
P.Entre otras cosas, en el centro de las críticas de esas protestas están la corrupción política y las medidas de austeridad.
R.Ellos ponen en el mismo saco ambas cosas. Una de las vías de la corrupción era la burocracia. Pero en lo que a esta crisis se refiere, no lo ha sido. Como lo fue en el pasado, la corrupción es uno de los problemas de hoy. No obstante, la definimos de una forma banal, como una corrupción social de los políticos. Estamos hablando de otra cosa, de influencia política, que se basa, por ejemplo, en las contribuciones para las campañas electorales. Es legal, pero ese sistema no funciona bien para la mayoría de los ciudadanos.
P.Tras encadenar años de abundancia, los países de la Unión Europea, entre ellos España -y ahora también Estados Unidos-, ahora deben recortar su gasto para enderezar sus cuentas públicas. ¿Es la única vía para salir de la crisis?
R.No, ese es el camino erróneo. La austeridad nos llevará a un bajo crecimiento que significará recaudar menos impuestos y acumular más gastos para atender a las personas desempleadas y otras necesidades sociales. Y la reducción de déficit va a ser mínima y, en cualquier caso, decepcionante. Mientras tanto, las consecuencias sociales a corto y largo plazo serán enormes. Y las económicas, también. Por ejemplo, y esto es relevante en particular en España, cuando los jóvenes desempleados llevan mucho tiempo sin trabajar pierden sus capacidades, con lo que se está destruyendo el activo más importante del país, que es el capital humano. Además, resulta mucho más complicado reintegrarlos al mercado de trabajo, y cuando encuentran un empleo la actividad ha descendido y los salarios también lo han hecho.
P.¿Entonces los recortes significan prolongar la crisis?
R.Las perspectivas a largo plazo son que la economía se debilita todavía más. A mi modo de ver, una estrategia de austeridad no sirve para la recuperación. Necesitamos pensar cómo hacer crecer la economía y simultáneamente, a medio y largo plazo, ir reduciendo el déficit. Y hay formas para hacerlo. La mayor parte del déficit se debe a un bajo crecimiento. Cuando se restablece, se solventa el problema, puesto que el déficit no es la causa del crecimiento bajo, sino al revés: el bajo crecimiento es la causa del déficit. Esa es la idea que la gente debe entender. Debemos pensar, pues, estrategias que promuevan el crecimiento con un impacto positivo sobre el déficit.
P.¿Por ejemplo?
R.Puesto que las clases bajas consumen más que el resto, si cambiamos la presión fiscal de la clase media y la pasamos a los ingresos más altos, resulta que con los mismos ingresos tributarios conseguimos más estímulos o que con el mismo estímulo conseguimos recaudar más.
P.Antes recordaba que el déficit no es la causa de la crisis. Las cuentas públicas de Irlanda exhibían superávit antes de la recesión y las de España también lo tuvieron durante tres ejercicios.
R.Exacto. Eso prueba por qué era erróneo el marco europeo basado en que todo lo que se necesitaba para que el euro funcionara era lograr la convergencia. ¡Esos eran dos países que lo estaban haciendo de acuerdo con la fórmula!
P.En la primera etapa de la crisis, parecía que había un amplio consenso en que debían regularse más los mercados. Incluso varios presidentes de Gobierno hablaron de “refundar el capitalismo”. ¿Dónde quedó todo eso?
R.Los políticos… Parece que las fuerzas políticas que permitieron la desregulación de los mercados y los beneficios y que crearon este tipo de capitalismo disfuncional pretendieron prevenir una destrucción de su capitalismo. Esto no debería ser una sorpresa. Las demandas para una reforma fueron de algún modo captadas en la campaña de Obama, que estuvo marcada por el cambio. Pero ahora Obama tiene el mismo equipo económico que contribuyó a la crisis. Ya no podemos esperar un cambio.
P.¿Los recortes en el Estado de bienestar no dejarán a los Gobiernos con menos capacidad para afrontar la próxima crisis?
R.Sí. Claramente, la crisis está minando las capacidades para actuar en otra que pueda venir, y además no hemos realizado el trabajo regulatorio para reducir las probabilidades de caer en otra crisis. De hecho, en Estados Unidos las cosas están peor, y no mejor que antes.
P.España no solo se emplea en recortar el déficit, sino que se enfrenta a un problema de competitividad. Puesto que el Gobierno no tiene ya en sus manos la política monetaria, ¿se puede recuperar a través de un ajuste de los sueldos?
R.Si la gente no tuviera ninguna deuda, conceptualmente se podría pensar en una bajada uniforme de salarios y precios domésticos, que sería análoga a una devaluación. Pero la gente sí tiene deudas contraídas, en euros, y sería más complicado afrontarlas con una rebaja de los sueldos. Esa solución solo nos llevaría a un empobrecimiento. Por eso, decir que para recuperar la competitividad basta con bajar sueldos es ignorar una realidad básica de la economía moderna.
P.El Banco Central Europeo ha avanzado una próxima subida de los tipos de interés, lo cual complica la salida de la crisis de España. ¿Cómo debería afrontarla el Gobierno?
R.Los Gobiernos que se apoyan en los tipos de interés se olvidan de que disponen también de instrumentos regulatorios que pueden incidir en la disponibilidad de los bancos para volver a prestar. Para lograr esos efectos, pueden efectuarse cambios en la regulación o bien en los requerimientos de reservas de los bancos.
P.¿Está el euro en peligro?
R.No debería estarlo. Existe una hoja de ruta a través de la cual el euro podría emerger con mayor fortaleza, pero no parece que Alemania quiera seguirla ahora. Cada vez más gente reconoce que hay dos caminos. Uno es moverse y apostar por una Europa más fuerte, reconocer que se cometió un error porque no se terminó el proyecto del euro y acabarlo. Eso acarrea un trabajo fiscal. Hay otra posibilidad, que es la de no considerar que es un proyecto inacabado y que hay que abandonarlo. Pero el marco actual no es viable.
P.El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet ha propuesto un ministerio de Economía para Europa, con competencias fiscales y tutela del sistema financiero. ¿Habría que avanzar hacia esa dirección?
R.A largo plazo, la Unión Europea necesita algo así. Pero hay que tener en cuenta que con la creación del euro los países cedieron dos instrumentos [los tipos de cambio y los tipos de interés]. Y esto se llevará otro instrumento.
P.¿Entonces qué debe hacer la Unión Europea, avanzar hacia una integración fiscal o no hacerlo?
R.Europa necesita un sistema de financiación más integrado. En Estados Unidos es federal, no está completamente integrado. Dos terceras partes corresponden al nivel federal y un tercio al estatal y local. En Europa, solo un 1% está en manos del sistema federal, lo cual no es equilibrado.
P.¿Eso no requiere también una mayor integración política?
R.De hecho el sistema económico europeo está más integrado que el político. Y ese modelo de integración debe ser capaz de funcionar en un contexto en el que las partes pueden experimentar diferentes shocks. Por ejemplo, en Estados Unidos hay un marco adecuado de integración, aunque no perfecto. Si California sufre un shock, hay vías para que el sistema vaya a ayudarla. Europa no tiene una política económica uniforme o una doctrina ante circunstancias diversas.
P.¿Se están alimentando nuevas burbujas? Hay analistas que hablan de Brasil u otros emergentes…
R.La política de la Reserva Federal contribuyó a crear liquidez. Y en un nuevo mundo de integración global monetaria, donde el dinero puede ir donde quiere, la liquidez busca los retornos más altos y crea burbujas. La respuesta es sí, pero en cierta medida los países están intentando compensar esos efectos. Su éxito está por ver.
P.Ha sido muy crítico con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque alabó el viraje que le dio Dominique Strauss-Kahn antes de que tuviera que dimitir. ¿Qué escenario se abre ahora?
R.Durante mucho tiempo he destacado lo importante que sería tener un líder de los países emergentes. Pero también lo es tener un sistema abierto y transparente, e incluso un buen líder, con independencia del lugar donde nació. Si la mejor persona para llevar a cabo esa tarea de transparencia es francesa, eso no debería ser un impedimento. Las reformas que puso en marcha Strauss-Kahn deben continuar y no debe darse ningún paso atrás. Para mí, prima la filosofía económica al país de procedencia.
P.¿Cuál es su candidato: la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, o el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens?
R.México es un Gobierno muy conservador, que trató de hacer una aproximación a la austeridad y no funcionó demasiado para el país. Desconozco si ha articulado una propuesta sobre lo que haría en el caso de Grecia u otros Estados. Pero si él cree en la austeridad, que es el enfoque oficial, debo pensar que esa visión es errónea. En el caso de Lagarde, sí sé lo que ha hecho en Francia. Y ella sí ha sido muy explícita acerca de la necesidad de una regulación de los bancos.
FUENTE: EL PAIS