Óscar Esquivias (Burgos,
1972), novelista y escritor de relatos, acaba de publicar el libro de relatos Andarás
perdido por el mundo en la editorial Ediciones del Viento.
He leído tu novela Jerjes
conquista el mar y tus tres libros de cuentos La marca de Creta, Pampanitos
verdes y el reciente Andarás perdido
por el mundo. Respecto a estas obras, ¿qué me encontraría si me acercara a
tu trilogía de novelas Inquietud en el
paraíso, La ciudad del gran rey y
Viene la noche?
La trilogía no se parece, creo, a
ninguna de las obras citadas. Ni siquiera las novelas que la componen se
parecen entre sí, ya que cada una de ellas contrasta radicalmente con las otras
dos. La primera es una mezcla de una historia aventurera a lo Julio Verne con un
relato histórico (como un episodio nacional de Galdós); la segunda se ambienta
en el Purgatorio y pertenece al género fantástico (y esconde dentro de su
estructura un libro de microrrelatos; si tuviera que emparentarla con otras
obras, sería con El otoño en Pekín de
Boris Vian, mezclada con las greguerías de Gómez de la Serna y la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine);
la tercera está ambientada en la actualidad, es puramente realista y se podría
considerar una novela social. El conjunto es un homenaje, sui géneris, a la Divina Comedia de Dante.
¿Te sientes más cómodo escribiendo cuentos o novelas?
Si por «comodidad» se entiende la
tendencia innata hacia alguno de estos géneros o la facilidad técnica a la hora
de abordarlos, debo decir que ambos me resultan igualmente atractivos, aunque,
como es obvio, resulta más largo y trabajoso escribir una novela. Quiero pensar
que me sucede como a Schubert, quien escribía lo mismo sinfonías que canciones.
¿Eres más lector de libros de cuentos, de novelas o de poesía?
La verdad es que no llevo la
lista de cuántos libros leo de cada género. Frecuento los tres cotidianamente y
sin esfuerzo. Supongo que leo más libros de poesía, por ser más breves, pero ni
siquiera de esto estoy seguro.
Me llama la atención que muchos de los cuentos que escribes te los
solicitan para libros colectivos y tienen que ser escritos bajo algún parámetro
concreto. ¿No supone para ti un problema que algún elemento del cuento que vas
a escribir venga impuesto desde fuera? ¿O, más bien, esto te resulta
estimulante?
No me supone ningún problema. Si
un encargo no me inspira, lo rechazo; pero esto sucede muy rara vez.
Además de los anteriores, los cuentos que podríamos llamar «de encargo»,
¿existen otros cuentos que los escribas sin que te los pidan para algún clase
de antología o libro temático? ¿Consideras estos cuentos más personales que los
anteriores?
Creo que la mayoría de mis
cuentos han nacido espontáneamente, sin que nadie me los pidiera y sin que
supiera dónde ni cuándo se iban a publicar, pero no por ello los he escrito con
mayor libertad estilística o con un contenido más personal.
¿Qué escritores españoles de cuentos te han influido más?
Quizá Ramón Gómez de la Serna,
sobre todo en los microrrelatos de La
ciudad del Gran Rey. Me gustan (pero no sé si me han influido) cuentistas
como Ana María Matute, José Jiménez Lozano, Clarín, Quim Monzó, Sergi Pàmies o Julio
Cerón (este último no escribía propiamente cuentos, pero sus colaboraciones en
la prensa me divertían muchísimo y, de joven, me animaron a escribir). Entre
mis contemporáneos, me siento muy cercano a Jon Bilbao, Cristina Grande o
Carlos Castán.
¿Has sido un gran lector de la tradición cuentística norteamericana? ¿A
qué autores norteamericanos de cuentos admiras más? ¿Son mejores para ti que
Antón Chéjov?
Aparte de clásicos como Poe o
Melville, he leído con mucha devoción a autores tan diversos como Carson
McCullers, Flannery O'Connor, Ray Bradbury y Bernard Malamud. Entre los autores
estadounidenses y canadienses más recientes, me gustan David Leavitt, Charles
Baxter, Wells Tower y Alice Munro. Algunos cuentos de estos escritores están a
la altura de los mejores de Chéjov (y este es el mayor elogio que se puede
hacer a un escritor, creo).
¿Y sobre la tradición hispanoamericana qué nos podrías decir? ¿Qué
autores hispanoamericanos te han influido más?
Me gustaría pensar que me han
influido Borges, Cortázar, Ibargüengoitia, Jorge Riestra, Ribeyro, Rulfo,
Arreola, Sara Gallardo, Blas Matamoro, Roberto Arlt, Ana María Shua o Roberto
Bolaño. Adoro a estos autores, pero no sé si se les podría englobar a todos
ellos en una única «tradición hispanoamericana». Entre los más jóvenes, me
gustan mucho Patricio Pron, Samanta Schweblin o Tomás Sánchez Bellocchio.
Recomiéndanos a un autor de cuentos español y a otro extranjero.
Citaré dos libros casi secretos
que me entusiasman: La senda de nieve
oculta de Alberto Luque y Las vueltas
de Costas Taktsís. Ojalá algún editor inteligente los reeditara porque,
ambos, son obras maestras del género (el primero está ambientado en América y
contiene cuentos casi épicos, muy originales, escritos con una destreza
arrebatadora; el segundo es más íntimo, sucede en la Grecia natal del autor y
tiene elementos autobiográficos, casi siempre referidos a la educación
sentimental –y sexual– de los personajes).
Si hace unos años -los previos a la crisis- se hablaba del auge del
cuento como género en España, ¿cómo consideras que es su situación actualmente?
¿Ha cambiado algo en los últimos diez años?
Como se suele decir, el cuento
tiene una mala salud de hierro. Tengo la impresión de que la crisis económica
general no ha influido especialmente en este campo: se siguen publicando libros
extraordinarios que cuentan con un público quizá pequeño pero fiel (y, a veces,
más numeroso de lo que se espera: por ejemplo, los últimos libros de Eloy Tizón
o Sara Mesa han tenido, con todo merecimiento, varias reediciones).
Muchos de tus cuentos están ambientados en los escenarios de tu
infancia, el barrio de Gamonal de Burgos o pueblos de la provincia como
Villandiego. ¿Cuándo escribes un cuento ambientado en estos escenarios te guías
únicamente por la memoria o también recurres a la inventiva?
En mi literatura, hasta ahora,
todo está tan transformado por la fantasía que de ninguna manera puedo
considerar el resultado como autobiográfico, por más que se ambiente en lugares
muy queridos por mí o recree alguna situación que haya vivido o conocido
directamente. En mis obras, lo que parece más verdadero suele ser inventado.
Por contraste con los anteriores, también tienes cuentos (sobre todo en
tu último libro) ambientados en lugares muy diversos y protagonizados por
extranjeros, como el cuento El príncipe
Hamlet de Mtsensk, ambientado en
Rusia y con personajes de aquel país. ¿Un cuento como éste tiene detrás mucho
trabajo de investigación o te dejas guiar por tu intuición narrativa?
Mtsensk, gracias a Leskov (y
también a Shostakóvich) es un lugar familiar para mí (familiar literariamente,
claro, tanto como lo puedan ser Elsinor, Brideshead o Vetusta). Cuando escribí ese cuento, por supuesto,
me documenté, pero también me inventé un Teatro Leskov o un Puente de Hierro y
mil cosas más que me venían bien para la historia. Yo defiendo la autonomía y
autosuficiencia de la verdad literaria. Los escritores somos artistas, no
notarios.
Casi todos los narradores de tus cuentos son muy jóvenes, en muchos
casos niños o adolescentes que acaban el instituto o empiezan la universidad,
¿te llama especialmente la atención como narrador la fragilidad de esta etapa
de la vida?
Los adolescentes suelen ser duros
(aunque sufran –o crean sufrir– mucho). Me interesan mucho esos momentos de la
vida en los que se forja nuestra personalidad, en los que somos conscientes de
nuestra identidad. El autoconocimiento quizá sea una de mis preocupaciones
literarias recurrentes.
Creo que no he leído ningún cuento tuyo narrado por un personaje
femenino, ¿lo leeremos algún día?
Hay varios, aunque ciertamente no
es la norma. En los relatos escritos en primera persona, la voz narradora que
me surge de forma espontánea es la masculina, pero si un relato requiere una
femenina, no tengo ningún problema en utilizarla. Aparte de ciertos cuentos
publicados en obras diversas que no he recogido luego en mis tres libros, en La marca de Creta figura «El origen de
las especies», en el que la protagonista cuenta el deterioro de su relación de
pareja con otra mujer. Por su parte, Pampanitos
verdes y Andarás perdido por el mundo
son dos libros muy masculinos en sus voces narrativas, sentimientos y
preocupaciones (me parece a mí).
En Andarás perdido por el mundo
me ha parecido detectar una nueva inquietud religiosa, ¿ha sido algo consciente
o involuntario?
Eso es cosa de mis personajes, no
mía. En cualquier caso, el mundo espiritual y el arte religioso (en todas sus
manifestaciones) siempre me han atraído mucho.
Casi todos tus cuentos son realistas, ¿te gusta la narrativa
fantástica? ¿Escribirías un libro de cuentos de ciencia ficción o de terror?
Me gustan los libros bien
escritos, con independencia de su género. Por citar un ramillete de autores que
tocan lo fantástico, el terror o la ciencia ficción, adoro los cuentos de Heine,
Lem, Poe, Bécquer, Mérimée, Ángel Olgoso, Buzzati, Cărtărescu o Bradbury, y
podría añadir las hagiografías de Santiago de la Vorágine y las narraciones de
la tradición oral. Muchos de los cuentecillos incluidos en La ciudad del Gran Rey son fantásticos. Si se me ocurrieran
historias potentes que transcurrieran en otra galaxia, en la aldea pitufa o en
los calabozos de la Inquisición toledana, no las rechazaría.
¿Cuándo le vas a entregar a tu editor, Eduardo Riestra, esa nueva
novela que te reclamaba en la presentación de Andarás perdido por el mundo en la librería Alberti?
No lo sé, pero desde luego no
antes de que esté satisfecho con el resultado.
Muchas gracias, Óscar.
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